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—Eso es lo que tú piensas, ¿no?

—¿Qué pueden ofrecerte en nuestro mundo? ¿Santuario? ¡Bah! ¿Piensas acaso que te volverías loco a bordo de una nave? ¿Te comportarías de un modo poco estable? ¿Causarías problemas con la tripulación?

—No —acabó diciendo él unos segundos después. Y luego añadió—: Oh, maldita sea, Pyanfar, no puedes hacer algo semejante.

—¿Tienes miedo, Khym?

Sus orejas se abatieron de golpe.

—No. Pero debo pensar en ti. Sé muy bien lo que intentas hacer pero no puedes luchar contra algo tan establecido. Es el tiempo, Pyanfar, nos hacemos viejos. Los jóvenes deben tener su momento y contra el tiempo no se puede luchar.

—Hemos nacido y vivido luchando con él.

Khym se quedó callado durante un tiempo y sus orejas se fueron enderezando muy lentamente.

—Un viaje, si la tripulación no tiene nada que objetar. Quizás uno…

—Tendremos que esperar un poco en el muelle mientras nos arreglan la propulsión. Habrá que solventar un montón de pequeños problemas y luego saldremos de nuevo. Esta vez el viaje será muy largo.

Khym la contempló con el ceño fruncido.

—Ahí fuera todo es distinto —le dijo Pyanfar—. Las costumbres no se parecen en nada a las nuestras, nada es como una sola especie cree que es. Lo bueno y lo malo nunca son iguales, y tampoco lo son las formas de comportarse. Debo decirte algo —Pyanfar sacó una garra y le tocó levemente el pecho—. En nuestro mundo lo único que desean es que nada ponga en peligro sus preciosas casas y sus costumbres. Y nada más. No se preocupan demasiado de lo que hagamos mientras las mercancías sigan llegando con bien y no suban de precio hasta las nubes; y mientras no pongamos demasiado públicamente en ridículo a nuestra casa, tanto da lo que hagamos. Kara sufrirá un poco, claro, pero no se va a morir por ello. Cuando la Orgullo esté a unos cuantos años luz de distancia, quizás acabemos imponiendo una nueva moda. Quién sabe…

—Soñadora —dijo Khym.

Pyanfar se puso en pie, agitó levemente las orejas y esperó el tiempo necesario para que Khym volviera a dormirse. Luego salió de la habitación con paso vacilante y suponiendo que aún le quedaba la resistencia necesaria para llegar hasta su camarote primero y luego hasta el baño y la cama, estrictamente en ese orden.

Tully pasó una temporada muy agitada ocupándose de sus camaradas y visitando con bastante frecuencia la Orgullo. Para sorpresa de Pyanfar, no llegó a cortarse la melena y no se quitó la barba, sin adoptar tampoco el estilo indumentario de su raza: llevaba zapatos, sí, pero ahí terminaba todo.

Pyanfar pensó que lo hacía para mantener las apariencias y en recuerdo respetuoso de los consejos que ella le había dado en su momento, así como para mantener la buena opinión de la Llun (y la de Chanur también, ya que hicieron una breve visita al planeta para permitir que Kohan pasara algún tiempo con su hija favorita y pudiera echarle un rápido vistazo a los invitados que se encontraban bajo su protección). Tully se encontraba radiante: sonreía, llegando a la carcajada de vez en cuando, y se movía con una zancada briosa que en él resultaba francamente extraña. Acompañó a un solemne trío de camaradas suyos a bordo de la Orgullo para que tomaran notas y a la reunión asistió Dientes-de-oro, trayendo sus propios registros de viaje, formulándose durante ella una buena cantidad de preguntas e intercambiando los datos necesarios para permitirles elaborar algunas referencias comunes de navegación.

Sus congéneres entraron en la Orgullo frunciendo el ceño con cierta sospecha en el rostro, pero no tardaron en dejar de hacerlo cuando se enteraron exactamente de don de se hallaba su mundo nataclass="underline" a medio camino entre el espacio knnn y el de los kif.

—Tenemos centro —dijo Tully con entusiasmo, clavando el dedo sobre el mapa que mostraba el territorio hani y el de los mahendo’sat, abarcando luego con una mano el extremo de la zona hani-mahendo’sat y con otra el dominio de su propia especie, dejando de tal modo a los kif limpiamente pillados entre sus dos manos. Y después, con gran lentitud, movió sus dos manos hasta unirlas—. Así, cogidos.

Vaya, vaya, vaya, pensó Pyanfar, en tanto que sus labios formaban involuntariamente una mueca más bien feroz y su nariz se arrugaba de placer.

Un tiempo después Tully volvió con los suyos y la escotilla se cerró por última vez, a lo cual siguió el despegue de la nave Extraña y su salida de Gaohn. La nave se llamaba Ulises, lo que según Tully quería decir Viajes-Lejanos. Su tripulación era de unos cincuenta y Pyanfar no llegó nunca a tener claro si había relaciones de parentesco entre ellos o no.

Una vez que la Ulises hubo despegado, Pyanfar volvió a través del muelle dirigiéndose hacia la Orgullo para seguir su mismo curso: esta vez la carga no sería demasiado grande, sólo algunos artículos que resultaban interesantes para la especie de Tully. Quizás al final del viaje tuviera ocasión de verle nuevamente pero, claro, las cosas serían muy distintas. Tully se encontraba ahora entre los suyos y tenía todo el derecho del mundo a sentirse feliz por ello: desde luego, no sería Pyanfar quien pensara reprochárselo.

Tenía bastantes planes para utilizar la amistad de Tully, al igual que la del capitán de esa Viajes-Lejanos. Naturalmente, también Dientes-de-oro tenía planes similares y su esbelta nave, ya reparada, iba a acompañarles en su viaje, en tanto que Jik volvía (indudablemente, para informar de todo lo ocurrido al Stasteburana) y los mahendo’sat se devanaban los sesos intentando imaginar un buen modo de robarle a una hani tan honesta como Pyanfar los acuerdos que había logrado hacer en exclusiva.

Pero en ese encuentro, al menos, los dos bandos estarían igualados.

FIN

C.J. Cherryh

El orgullo de Chanur

Saga de Chanur/1

Título originaclass="underline" The Pride of Chanur

Traducción: Albert Solé

©1982, C. J. Cherryh

©1988, Ediciones B S.A.

I.S.B.N.: 84-7735-856-7

Digitalizado: Umbriel_otaku R6 05/03

Revision: Silicon 10/07