– Las feministas nos acabarían diciendo que vamos a eternizar todo lo que se piensa de las mujeres -dijo Eva.
– Depende qué feministas. El feminismo es muy variado. El problema para mí no es lo que se piensa de las mujeres, sino lo que nosotras hemos aceptado pensar de nosotras mismas. Nos hemos dejado culpabilizar por ser mujeres, hemos dejado que nos convenzan de que nuestras mejores cualidades son una debilidad. Lo que tenemos que hacer es demostrar cómo esa manera de ser y actuar femenina puede cambiar no solo este país, sino el mundo entero -dijo Viviana.
– ¿Qué vamos a defender? ¿La lavada, la planchada, el cuido de los niños?
– Te repito: lavar, planchar, cuidar los niños no es el problema; el problema es que se menosprecie la mentalidad que hay detrás de eso; que se restrinja esa actitud femenina al terreno de lo privado, que no entiendan que eso hay que hacerlo con todo y entre todos; que cuidar la vida, la casa, las emociones, este pinche planeta que estamos arruinando, es lo que todos tendríamos que hacer: se trata de socializar la práctica del cuido en el que somos especialistas y presentarnos como las expertas, las más calificadas para hacerlo.
– Yo me apunto. A mí me parece una idea brillante -intervino Martina-. Y lo llamamos pie: Partido de la Izquierda Erótica. Así se llamó un partido que jamás existió como tal, pero que fundaron mujeres que nos han inspirado a nosotras. Varias de las viejitas que lo formaron todavía están vivas. Una de ellas, amiga de mi mamá, me contó la historia. Le pusieron así por un libro de la poeta Ana María Rodas que se llama Poemas de la Izquierda Erótica. Un libro fantástico. El primer poema termina con esta frase: "Hago el amor y después, lo cuento". El escándalo es importantísimo. ¿Se imaginan el escándalo de que saliéramos con un Partido de la Izquierda Erótica?
– No votaría nadie por nosotras -dijo Rebeca, que recién llegaba, dejándose caer en un sillón y volando los zapatos.
– Por llegar tarde, no tenés derecho a opinar -dijo Martina, sonriendo maliciosa-. Nuestra Viviana aquí quiere hacer un partido.
Viviana puso al corriente a Rebeca y continuó.
– Desde Ronald Reagan hasta Oprah Winfrey, sabemos que estar en los medios, ser una "celebridad", puede llevarlo a uno a la presidencia. En mi caso, la gente me percibe no solo como una periodista, sino como alguien que está interesada por el país. De no ser así, no saldría en las encuestas. Creo que la idea de ustedes, mis asesoras ad honórem, de que hiciera reportajes sobre la vida diaria de la gente, además de los de denuncia política, fue muy acertada. Lo mejor de todo es que nos abrió los ojos a nosotras. Desde el reportaje de Patricia, hemos aprendido mucho escuchando a hombres y mujeres, ¿no es cierto? Nos hemos vuelto sociólogas, antropólogas, economistas, intentando entender por qué pasan esas cosas. No sabemos menos que los políticos que se presentan a elecciones en este país. Hemos leído que da miedo…
– Y hemos elevado cometas utópicas que da miedo también… -dijo Eva.
– Eva, no es utopía pensar que las mujeres tendríamos un enfoque diferente -insistió Viviana-. Si nos ponemos a pensar en la experiencia de vida que tenemos cada una, nos damos cuenta de que no hay igualdad. Miren el trabajo, por ejemplo: La mujer ha hecho enormes avances en los países desarrollados, pero a mí que no me digan que no les toca a ellas el mayor peso de la casa y los hijos. Por eso es que existe ese techo de cristal que solo unas pocas traspasan. ¿Por qué creen que Alemania, Italia, España, se están quedando sin gente? Si no fuera por los inmigrantes, solo ancianos habría… Las mujeres no quieren reproducirse porque hacerlo significa dejar de vivir para dedicarse a criar. La maternidad en todo el mundo está penalizada; la mujer es penada por quedar embarazada, por parir y por cuidar a los hijos. Y es que entramos al mundo del trabajo, pero el mundo del trabajo no se adaptó a nosotras. Está pensado para hombres que tienen esposas. Si las mujeres hubiéramos organizado el mundo, el trabajo no estaría segregado de la familia, estaría organizado alrededor de la familia: habría guarderías maravillosas y gratis en los propios centros de trabajo. Podríamos estar con los hijos a la hora del café. Nos llevarían a los bebés para que les diéramos de mamar. Nos darían bonos productivos por cada niño que trajéramos al mundo. Ustedes habrán oído la teoría del eslabón más débiclass="underline" por ser pobre y pequeña, Faguas puede ser el plan piloto de un sistema diferente propuesto por nuestro partido: el "felicismo". La felicidad per cápita y no el crecimiento del Producto Interno Bruto como eje del desarrollo. Medir la prosperidad no en plata sino en cuánto más tiempo, cuánto más cómoda, segura y feliz vive la gente.
– Te leíste a Amartya Sen -dijo Rebeca-. Me encanta ese hombre. Eso que vos decís es lo que hace la onu, es el índice de calidad de vida.
– Bueno, vos sos economista y sabés de esas cosas, pero ¿no te parece que es interesante mi idea?
– ¿Interesante? ¡Fenomenal! -dijo Rebeca-. Yo creo que has dicho cosas muy ciertas. El potencial que podemos aportar las mujeres y que está sin utilizar es enorme. Aquí, excepto por Martina y Eva, las demás ya sabemos lo que es querer tener vida de trabajo además de hijos. Yo he envidiado más de una vez a las que pueden quedarse en su casa. Claro, yo no aguantaría la rutina esa, pero desde que nacieron mis gemelos, vivo agotada.
– Y eso que tenés suerte porque podés pagar una niñera. La mayoría no puede. A mí me angustia ver cómo se desperdician las mujeres. Debería ser posible para todas salir de las casas, ir a trabajar sin que eso las parta por la mitad, como quien dice.
– Lindas palabras -dijo Eva-, pero eso no se logra de la noche a la mañana. No, chicas, estamos fritas. El machismo es forever. Ya ven cuánto ha durado. Además, ahora con tanto desempleo, ¿quién va a querer la competencia de más trabajadoras?
– A mí me gusta la idea -dijo Rebeca-. Tiene razón Eva sobre el desempleo, pero Faguas apenas ha desarrollado su capacidad productiva. Vivimos de préstamos. Habría que pensar en un plan nacional de empleo, pero la competencia nunca es mala. Está claro que hay obstáculos, pero imaginar no cuesta nada. Siquiera a imaginar deberíamos atrevernos. A mi manera de ver ese es uno de los problemas: la falta de imaginación. Más tiempo hemos perdido hablando de cuanto está mal. Pero no me gusta eso de Izquierda Erótica -añadió-. La izquierda ya no es lo que fue según mi abuela. ¿Qué tal Partido de la Invención Existencial? Es pie también.
Se rieron.
– Pues yo pienso que el nombre no está mal -dijo Viviana-. De una vez asumimos todos los prejuicios: nos declaramos putas, locas e izquierdosas. Cuando terminen de hablar del nombre -y estoy de acuerdo con Martina en que sería un escándalo, pero también una manera de darnos a conocer en tiempo récord-, tendrán que ocuparse de lo que proponemos. Eso es lo que tenemos que trabajar: el programa, la propuesta de lo que haríamos diferente.
– El fin del ejército -dijo Ifigenia.
– Yo siempre he soñado con un desfile militar con tanques, cañones y toda esa maquinaria de guerra pintada en rosado clarito, rosado de ropa de bebé, ¿se imaginan? -dijo Viviana, riéndose.