– ¡Eso sí le quebraría los esquemas a la gente!
– La bandera del piecito que vos habías propuesto es genial -dijo Martina.
– Pues si usamos las siglas más que el nombre completo, podemos decir que pie es la metáfora de poner un pie delante del otro… para avanzar -dijo Rebeca.
– Caminante no hay camino, se hace camino al andar… -gritó Martina.
Las poseyó el gozo de imaginar. Se pasearon por la sala, tomaron vino, cocinaron espagueti a la boloñesa, fumaron. A la madrugada, Viviana propuso un estado ginocrático, ni un solo hombre en las dependencias de los ministerios, los entes autónomos, los órganos de poder, al menos por seis meses.
– Muy radical -dijo Rebeca-. Nos acabarían. Y además ¿qué haríamos con ellos?
– ¿Te imaginás lo bien que les sentaría a los hombres estar de amos de casa por seis meses? -rió Martina-. Eso sí que sería un cambio fundamental.
– Pues podrían construir escuelas o guarderías en sus barrios… -sugirió Ifigenia-… hacer trabajo comunitario.
– Es locura eso -sentenció Eva-. No seamos locas, por favor. Dejar un montón de hombres desempleados sería un golpe para las familias, ¿de qué van a vivir?
– Les pagamos adelantado… pero tienen que admitir que sería diferente hacer cualquier cosa sin que ellos traten de dirigirnos -rió Viviana-. Hacerlo todo nosotras sería verdaderamente revolucionario.
– Lo triste es que no podríamos llenar todas las vacantes con mujeres. Por mucho que creamos en nosotras mismas, hay que reconocer que pocas mujeres tienen la educación, la experiencia o el don de mando de los hombres.
– Rebeca -gritó Martina, que cuando se excitaba subía el volumen-, no digás eso.
– Pero es que es verdad.
– Pues podríamos importar mujeres expertas de otras partes del mundo -dijo Martina-, tener ministras invitadas.
– Eso de las Ministras Invitadas me gusta -dijo Viviana-. ¿A quién le importan las fronteras en estos tiempos de globalización? Si invitamos mujeres altruistas, capaces, ¿por qué no? Les ponemos una local a aprender a la par.
– Yo querría cambios en el lenguaje -dijo Martina-. Odio ciertas palabras.
– A mí, la idea de las guarderías me enloquece -dijo Ifigenia-. Son carísimas y a mí me gustaría tener a mi hijos cerca y que pasaran el día con gente entrenada de veras para atenderlos, para estimularles el aprendizaje. No saben lo que he sufrido con mi hija y mi hijo. No llega la muchacha a cuidarlos y mi vida entra en crisis.
– Sería un sueño rediseñar este mundo -dijo Viviana, antes de quedarse dormida sobre el sofá.
Un mes después, sin más partido que sus agallas, el grupo publicó el primer manifiesto del Partido de la Izquierda Erótica.
Viviana rió calladamente en el silencio del galerón. ¡Qué gran atrevimiento fue! Pero qué hermoso atreverse. Por lo menos una vez en la vida cada mujer merecía enloquecer de esa manera; apropiarse de una idea y salir cabalgando sobre ella lanza en ristre, confiada en que, cualquier fuera el resultado, el esfuerzo valía la pena.
Al lado de la cafetera que devolvió a la repisa, Viviana vio el libro amarillento de Virginia Woolf. Un cuarto propio. El rostro de Ileana se materializó como si la amiga se personara a su lado con sus ojos oscuros y tranquilos fijos en ella. Viviana sintió el calor de ese lejano mediodía. Se vio en la puerta de la casa de Ileana cuando ésta tuvo la inspiración de pedirle que esperara un minuto, ya las dos de pie, despidiéndose, y corrió a su cuarto y regresó con el ejemplar un poco raído, el canto amarillento y se lo puso en la mano. Llevátelo, le había dicho, leelo. Ella lo echó en su cartera, le dio un beso en la mejilla. Al llegar a su casa, como era sábado y Celeste andaba donde amigas, se echó en su cama y se leyó el libro. Lloró al final cuando Virginia imagina cuál habría sido la suerte de la hermana de Shakespeare; una Shakespeare femenina inhibida de entrar al mundo del teatro por ser mujer, incapacitada para mostrar su talento; un final trágico, triste, que le dio rabia. Entonces empezó mi “hembrismo”, pensó. Fue la primera vez que se le ocurrió que al feminismo le faltaba otro empujón, meterle pimienta, crema batida y fresas, no sabía bien qué, pero algo seductor, muy hembra. Había que desarmar y armar de nuevo el rompecabezas de la crianza de los hijos que era el pegón más grande con el que se topaban las mujeres cuando intentaban liberarse: ser madres a la par de mujeres de éxito. Cargar con casa y oficina era un fardo pesado. Las que tenían la opción a menudo optaban por guardar sus diplomas para convertirse en madres profesionales, obsesivas y perfectas. Pensó que se necesitaba un estruendoso alto en el camino, algo que pusiera fin al desperdicio de talento que iba aparejado con el azar de nacer mujer.
(Materiales históricos)
MANIFIESTO DEL PARTIDO DE LA IZQUIERDA ERÓTICA (PIE) [1]
1. Somos un grupo de mujeres preocupadas por el estado de ruina y desorden de nuestro país. Desde que esta nación se fundó, los hombres han gobernado con mínima participación de las mujeres, de allí que nos atrevamos a afirmar que es la gestión de ellos la que ha sido un fracaso. De todo nos han recetado nuestros ilustres ciudadanos: guerras, revoluciones, elecciones limpias, elecciones sucias, democracia directa, democracia electorera, populismo, casifascismo, dictadura, dictablanda. Hemos sufrido hombres que hablaban bien y otros que hablaban mal; gordos, flacos, viejos y jóvenes, hombres simpáticos y hombres feos, hombres de clase humilde y de clase rica, tecnócratas, doctores, abogados, empresarios, banqueros, intelectuales. Ninguno de ellos ha podido encontrarle el modo a las cosas y nosotras, las mujeres, ya estamos cansadas de pagar los platos rotos de tanto gobierno inepto, corrupto, manipulador, barato, caro, usurpador de funciones, irrespetuoso de la constitución. De todos los hombres que hemos tenido no se hace uno. Por eso nosotras hemos decidido que es hora de que las mujeres digamos: se acabó.
2. De todas es conocido que las mujeres somos duchas en el arte de limpiar y manejar los asuntos domésticos. Nuestra habilidad es la negociación, la convivencia y el cuido de las personas y las cosas. Sabemos más de la vida cotidiana que muchos de nuestros gobernantes que ni se acercan a un mercado; sabemos lo que está mal en el campo y lo que está mal en la ciudad, conocemos las intimidades de quienes se las dan de santos, sabemos de qué arcilla están hechos los varones porque de nosotras salieron aun los peores, esos que la gente libra de culpa cuando los llama hijos de mala madre.
3. Por todo lo anterior, hemos considerado que para salvar este país las mujeres tenemos que actuar y poner orden a esta casa destartalada y sucia que es nuestra patria, tan patria nuestra como de cualquiera de esos que mal han sabido llevar los pantalones y que la han entregado, deshonrado, vendido, empeñado y repartido como se repartieron los ladrones las vestiduras de Jesucristo (q.e.p.d.).
4. Por eso lanzamos este manifiesto para hacer del conocimiento de las mujeres y hombres que pueden ya dejar de esperar al hombre honrado y apostar ahora por nosotras las mujeres del pie (Partido de la Izquierda Erótica). Nosotras somos de izquierda porque creemos que una izquierda a la mandíbula es la que hay que darle a la pobreza, corrupción y desastre de este país. Somos eróticas porque Eros quiere decir vida, que es lo más importante que tenemos y porque las mujeres no solo hemos estado desde siempre encargadas de darla, sino también de conservarla y cuidarla; somos el pie porque no nos sostiene nada más que nuestro deseo de caminar hacia adelante, de hacer camino al andar y de avanzar con quienes nos sigan.