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Llegó al mediodía a su casa después del programa de televisión y fue a buscarla a la sala. Patricia hojeaba un diccionario.

– Patricia, vos necesitas quién te proteja. Si te adopto, no podrán amenazarte. Podés quedarte aquí.

La muchacha no se lo esperaba. La miró desconcertada, incrédula.

– ¿Pero qué tengo yo que ver con su vida? -le preguntó, sin salir de su asombro-. No, Viviana. Le agradezco el gesto, pero no.

Fue poco lo que le dijo Patricia, pero su gesto, su manera de responderle, fue de una elocuencia tal, que Viviana se dio cuenta de que traspasaba un límite infranqueable y de que su impulso bien intencionado podía dar al traste con cualquier esperanza de llegar a tener la relación que aspiraba con la joven. Reculó a toda velocidad.

– Entiendo. Perdoná. Te podés quedar aquí el tiempo que querás.

– Gracias.

Viviana se metió en su habitación. Le ardían las mejillas. Vieja tara de ella ser impulsiva. En ocasiones le era útil, pero con las emociones era desastroso. Sin embargo, repetía el comportamiento una y otra vez: quería ser tan empática que hablaba más de la cuenta, proponía soluciones como si el mundo le estuviese pidiendo siempre que arreglara lo que estaba roto. Por el camino, a veces, ofendía a quienes quería ayudar, pensaba por ellos, no les daba oportunidad de que buscaran sus propias soluciones. Se tocó la cara. Fue al lavamanos y se echó agua. Se llamó estúpida al espejo. Pero no bien entró a su habitación, lo hizo de nuevo. Llamó a Martina a Nueva Zelandia.

– Me dolió que me respondiera así, pero la verdad es que tiene razón. Fue prematuro de mi parte proponérselo, ingenuo. Me pasa por impulsiva. Vos me conocés, sabés que tengo complejo de Hada Madrina.

– Mándamela para acá. Necesita salir de allí, cambiar de aire. Yo la pongo a trabajar en mi posada -lo siento, amor, que mi negocio no es como quien dice el más indicado para la criatura-, pero te prometo que aunque sea un bed and breakfast, ella solo verá el breakfast y nada de las beds, ¿ok?

– ¿Estás segura? ¿No te parece que mandarla hasta Nueva Zelandia es exagerado? Lo más lejos que ha viajado es aquí a la ciudad.

– Convencete de que es una mujer adulta, no importa la edad que tenga. Ya ella puede hacer eso y más.

A Patricia esta propuesta sí que le interesó. Se le agrandaron los ojos.

Viviana prestó dinero en el banco para el pasaje, le sacó pasaporte, la llevó al aeropuerto, pagó extra para que viajara como menor, cosa de la que Patricia no renegó, porque aunque no quisiera admitirlo le apabullaba la idea, el riesgo de perderse. Se le notaba en la cara, en el porte formal con que empezó a comportarse desde que supo que viajaría a los confines del mundo.

Al año siguiente, Martina volvió con ella, harta de las ovejas, los turistas, el bed and breakfast y la paz de Nueva Zelandia. Patricia se había cambiado el nombre a Juana de Arco. Iba vestida de jeans apretados y camiseta negra, el pelo pintado de azabache, argollas en el contorno de las orejas. Era un desafío andante, pero estaba contenta.

– No le digás que te dije -le comentó Martina risueña-, pero se enamoró de la Lisbeth Salander. Es su heroína ahora.

Cuando empezó la campaña del pie, Viviana le propuso a Juana de Arco que fuera su asistente. La muchacha poseía una feroz determinación, era rápida y tenía un aguzado sexto sentido para medir a la gente.

(Materiales históricos)

Sujeto: Programa

De: Viviana

A: mm@sonajero.com, rebecadelosrios@celulares.com, eva@ss.com, portaifi@gg.com

Si queremos que nos tomen en serio, en medio de todas las bromas y el jolgorio que hemos acordado sea nuestro sello, tenemos que tener una propuesta original, lo cual no deja de ser difícil (por algo todos los programas se parecen).

Pienso que debemos darle cuerpo a lo que planteamos en el manifiesto, o sea definir hasta donde sea posible lo que entendemos por felicidad y felicismo.

Eso para el preámbulo del programa, algo como:

Definimos la felicidad como un estado donde las necesidades esenciales estén resueltas y donde el hombre y la mujer, en plena libertad, pueden escoger y tener la oportunidad de utilizar al máximo sus capacidades innatas y adquiridas en beneficio propio y de la sociedad.

La propuesta del pie no es una suma de planes económicos ni un listado de promesas, como el que acostumbran los partidos políticos que, por años, nos han venido ofreciendo el oro y el moro para después fallarnos. Nuestra propuesta es una reforma integral para cambiar la manera en que fuerzas económicas y sociales anteriores a nuestro tiempo organizaron nuestras vidas.

La propuesta del pie tiene seis aspectos fundamentales:

a. Reformar el sistema democrático (propuesta de Martina)

b. Reformar el mundo laboral para terminar la segregación familia-trabajo.

c. Reformar el sistema educativo.

d. Establecer un sistema de rendición de cuentas que garantice la transparencia en el manejo del capital y fondos públicos.

e. Enfocar la productividad del país a lograr la autosuficiencia alimentaria y energética, y a la producción de dos productos básicos de exportación: flores y oxígeno.

f. Reformar el concepto y el sistema tributario para que responda a la idea de la responsabilidad que cada ciudadano tiene para con su país y con sus paisanos.

Lo del mundo laboral, como saben, es una obsesión mía. Creo que no habrá igualdad entre hombres y mujeres mientras no cambie el modelo de organización del trabajo que presupone la separación del trabajador del hogar y por tanto la existencia de una persona que atienda los hijos y la casa (responsabilidad que tradicionalmente ha asumido la mujer). Cómo atender a los hijos y el hogar sin que esto signifique desventajas y la interrupción o fin de la vida laboral de la mujer es el reto no resuelto de la sociedad moderna.

Hasta ahora las mujeres han ingresado en grandes números a las universidades, pero la vida laboral, cuando hay hijos, introduce un sinnúmero de obligaciones adicionales que las sobrecargan de responsabilidad y atentan contra su eficiencia en ambas áreas. No es de extrañar entonces que, de tener la posibilidad, opten por permanecer en sus casas. Esto significa que pasan a ser dependientes económicamente de quien provee el sustento de la familia y por tanto son vulnerables al abandono y la violencia y pierden autonomía y la posibilidad de autorrealización en un terreno distinto a la maternidad.

Hay que separar la asociación automática mujer-maternidad, y convertir ese oficio en una labor neutra, una función social genérica. Hacerlo es una cuestión de poder. Quien tiene el poder pone las reglas del juego, crea las razones que justifican un determinado modo de organización.