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El pájaro con la espina en el pecho sigue una ley inmutable; algo desconocido le impulsa a empalarse, y muere cantando. Cuando penetra la espina, no siente llegar la muerte; simplemente, canta y canta hasta que no le queda vida para emitir otra nota. En cambio, nosotros, cuando nos clavamos la espina en el pecho, sabemos lo que hacemos. Lo comprendemos. Pero lo hacemos. Lo hacemos a pesar de todo.

Colleen McCullough

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