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Sin apartar los ojos de la criatura, Ryana volvió a inclinarse veloz y sacó el otro cuchillo de la bota; sostuvo el largo estilete frente a ella y se agazapó ligeramente, los pies bien separados. El thrax vio el segundo cuchillo y vaciló. En ese instante de momentánea vacilación, Ryana proyectó el poder de su mente y, con sus poderes paranormales, lanzó las ramas que ardían en el fuego directamente al rostro del thrax. El ser retrocedió de forma instintiva y alzó las manos, y Ryana se lanzó sobre él. Pero la criatura se recuperó rápidamente, mucho más deprisa de lo que la joven había previsto, y, mientras ella lo acuchillaba, él se convirtió en sombra.

La sombra dio un salto atrás, lejos de ella, y el thrax volvió a materializarse, más cauteloso esta vez, y comenzó a dar vueltas a su alrededor vigilándola con atención. Hizo una o dos fintas hacia ella, en un intento de obligarla a lanzar el cuchillo, pero Ryana ya sabía que eso no funcionaría. En su lugar, sacó otro cuchillo, el largo de hoja ancha de la funda sujeta a su cinturón. Estas armas eran las únicas que le quedaban, junto con sus poderes paranormales y su ingenio. El thrax sabía ahora que ella no era presa fácil, una mujer solitaria que caería víctima de su propio terror. Pero la criatura estaba sedienta, y ella era la única bebida disponible en muchos kilómetros a la redonda.

Empezaron a girar cautelosos, sin que ninguno tomara la iniciativa de atacar. El thrax intentó conseguir que la joven lanzara una de las armas, pero ella resistió la tentación, permaneciendo alerta a cualquier oportunidad de atacar, aunque cada vez que hacía un movimiento hacia la mortífera criatura, ésta se convertía en sombra otra vez y se desvanecía, en un intento de mezclarse entre las otras sombras y caer sobre ella por detrás. Ryana no podía permitir que su vigilancia se relajara ni un instante, porque ese instante resultaría fatal.

Era consciente de que no podría resistir indefinidamente. Más tarde o más temprano, el thrax la engañaría y se deslizaría a su espalda en forma de sombra, o su sed lo impulsaría a un ataque frontal directo, bajo la forma de sombra, y la envolvería con sus espectrales apéndices para luego materializarse en su mortífera forma.

Acababa de pasar esa idea por su cabeza, cuando el thrax se transformó en sombra y saltó sobre ella. En lugar de retroceder, como él había esperado, Ryana corrió a su encuentro y atravesó a la criatura en su fantasmal estado antes de que pudiera materializar las manos sobre ella. La muchacha contuvo las náuseas que la asaltaron mientras se abría paso a través de la sombra y se sentía empapada por su repugnante gelidez. Una vez al otro lado, se volvió para enfrentarse otra vez al thrax que volvía a materializarse, demasiado tarde para atraparla, pero listo para un nuevo intento. ¿Cuánto tiempo podría aguantar esto? El tiempo favorecía al ser. Ella estaba cansada, y su adversario lo sabía. Un desliz, un paso en falso, y todo habría terminado.

Sus posiciones ahora eran casi idénticas a las que habían ocupado durante el primer ataque del thrax. La ballesta seguía fuera de su alcance, al igual que la espada, y no podía perder tiempo yendo a buscarlas.

Pero ella era villichi, educada en el Sendero, y era sólo eso, si es que había algo, lo que le confería una ventaja. Mientras vigilaba al thrax, sin apartar la mirada de él ni por un segundo, proyectó el poder de su mente y lo concentró en el cuchillo que había arrojado antes, incrustado ahora en el árbol de pagafa. Muy despacio, el arma empezó a soltarse detrás del thrax. Al percibir que se liberaba, la joven mantuvo la concentración en el cuchillo, y al mismo tiempo lanzó uno de los otros cuchillos que sujetaba. El thrax se transformó rápidamente en sombra y la hoja lo atravesó inofensiva; cuando volvió a adoptar forma sólida, Ryana lanzó veloz el segundo cuchillo, sin dejar de mantener sus poderes paranormales fijos en el cuchillo que estaba liberando del tronco de pagafa.

El thrax volvió a adoptar el aspecto de sombra, y el segundo cuchillo lo atravesó, y ahora, al verla desarmada, la criatura se materializó una vez más, lista para atacar. A su espalda, el cuchillo incrustado en el árbol de pagafa acabó de soltarse, giró sobre sí mismo, y salió despedido al frente, dirigido por la energía paranormal, para clavarse en la espalda de la criatura, justo entre los omóplatos.

El thrax aulló y volvió a transformarse en sombra, por lo que el cuchillo clavado en su espalda cayó al suelo; pero, en ese instante, Ryana dirigió su concentración a la espada, que descansaba a los pies del árbol de pagafa, junto a su mochila. La hoja de hierro saltó de su vaina y voló sobre el fuego con la empuñadura por delante, directamente a la mano tendida de la joven.

En cuanto el ser volvió a adoptar su forma normal, Ryana se hizo a un lado a toda velocidad y, blandiendo la espada, describió un amplio arco que decapitó a la criatura de un solo tajo. Ésta cayó al suelo, con un chorro de oscura sangre borboteando por el cuello, y la cabeza seccionada rodó hasta la hoguera. El largo y grasiento cabello se encendió, y el olor de carne quemada inundó la nariz de la muchacha, que retrocedió a punto de vomitar.

De improviso, sintió otra vez aquel hormigueo en la parte posterior del cuello y giró en redondo, la espada tendida ante ella. El Vagabundo se encontraba allí inmóvil, contemplándola con expresión ecuánime. La joven suspiró llena de alivio y, agotada, bajó el arma.

La entidad se adelantó y bajó los ojos hacia el cuerpo decapitado de la criatura, cuya sangre teñía la arena.

– Thrax -se limitó a decir. Luego la miró a ella y asintió con aprobación. Sin otra palabra, se encaminó hacia la hoguera, donde ardía la cabeza del thrax, cuya carne carbonizada despedía un olor nauseabundo al consumirse. Tras arrojar un poco más de leña, el Vagabundo se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, apoyó la cabeza sobre el pecho, y se durmió. Al cabo de un instante, la cabeza volvió a alzarse y Sorak la miró.

– Parece que has tenido una noche movida -comentó-. Puedes dormir ahora, si quieres. Yo montaré guardia hasta el amanecer.

– ¿Cuándo regresaste? -preguntó ella, la respiración entrecortada aún por el esfuerzo realizado.

– Acabo de despertar.

– Me refería al Vagabundo.

– Ah. Un momento, se lo preguntaré. -Su rostro adoptó una expresión preocupada y lejana por unos instantes; luego su atención volvió a dirigirse a ella-. Al parecer llegó poco antes de que matases al thrax -dijo.

– ¿Y no se le ocurrió ayudarme? -inquirió ella asombrada.

– Parecías tener la situación controlada. No quiso interferir en tu cacería.

– ¿En mi cacería? -repitió ella, incrédula-. ¡Luchaba por salvar la vida!

– Con éxito, por lo que parece -repuso Sorak, echando una ojeada al cuerpo decapitado del thrax.

– ¡Maldita sea, Sorak! ¡Podrías haberme ayudado!

– Ryana -dijo él en tono de disculpa-, perdona, pero yo dormía durante todo ese episodio.

La joven dejó caer los hombros con un suspiro y arrojó la espada al suelo junto a él.

– Muy bien -replicó, con una mueca-. Por supuesto.

– Estás enojada conmigo.

– No -su voz tenía un toque de resignación-, ¡pero desde luego me gustaría decirle cuatro verdades al Vagabundo!

– Adelante, si eso hace que te sientas mejor. Te oirá.

– Oh, ¿de que serviría? -contestó ella, dejándose caer al suelo a su lado-. Lo más probable es que sólo le produjera perplejidad.

– Me temo que eso es cierto -asintió Sorak-. Pero de todos modos, si sirve de algo…

– Limítate a ir a recoger mis cuchillos -respondió ella, acurrucándose en el suelo y cubriéndose con su capa-. Estoy cansada, y todo lo que deseo es dormir.