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Tenía sólo seis años cuando Sorak había llegado al convento villichi. Él era aproximadamente de la misma edad, aunque no recordaba su pasado, la época anterior a su abandono en el desierto, y por lo tanto no sabía cuántos años tenía. El trauma de lo sucedido no tan sólo había borrado sus recuerdos sino que había dividido su mente de tal forma que ahora poseía al menos doce personalidades distintas, cada una con sus propios atributos característicos, entre los que destacaban poderosos poderes paranormales.

Antes de la llegada de Sorak, jamás había vivido un miembro del sexo opuesto en el convento villichi, ya que las villichis eran una secta femenina, no tan sólo por elección, sino también por cuestión de nacimiento. Por otra parte, las villichis no eran algo corriente, aunque no eran tan insólitas como las tribus de uno. Sólo hembras humanas podían nacer villichi, aunque nadie sabía el motivo. Eran una mutación, que se distinguía por características físicas tales como su extraordinaria altura y esbeltez, la palidez de su piel, y sus largos cuellos y extremidades. Por lo que se refiere a sus proporciones físicas, estaban más cerca de los elfos que de los humanos, aunque los elfos eran aún más altos; pero lo que realmente las hacía diferentes era que nacían con poderes paranormales ya desarrollados al máximo. En tanto que la mayoría de los humanos y semihumanos poseían un potencial latente para al menos un poder paranormal que, por lo general, precisaba de muchos años de adiestramiento bajo la guía de un experto, de un maestro del Sendero, para sacarlo a la luz, las criaturas villichis nacían con él ya en flor.

Ryana era baja para ser villichi, aunque con casi un metro ochenta y tres de estatura seguía siendo alta comparada con una humana, y sus proporciones se acercaban más al modelo humano. Lo único que la diferenciaba era su plateada cabellera blanca, como la de un albino. Sus ojos eran de un llamativo y brillante verde esmeralda, y la piel tenía una palidez tal que parecía casi transparente. Como todas las villichis, se quemaba con facilidad bajo el ardiente sol athasiano si no tomaba precauciones.

Sus padres eran pobres y tenían ya cuatro hijos cuando ella había nacido; su vida era pues bastante difícil sin una criatura que arrojaba los objetos domésticos de un lado a otro con sus poderes mentales cada vez que tenía hambre o se sentía irritada. Cuando una sacerdotisa villichi en peregrinaje apareció por su pequeña aldea, no tuvieron el menor reparo en entregar la custodia de su fastidiosa hija con poderes paranormales a una orden dedicada al cuidado, educación y adiestramiento de otras como ella.

La situación de Sorak había sido diferente. No tan sólo era del sexo masculino, lo que ya era bastante malo, sino que ni siquiera era humano, por lo que su llegada al convento había levantado una gran y acalorada controversia. Varanna, la gran señora de la orden, lo había aceptado porque además de ser una tribu de uno estaba dotado de increíbles poderes paranormales, los más fuertes con los que jamás se había encontrado. No obstante, las otras sacerdotisas habían tomado a mal en un principio la presencia de un hombre entre ellas, y elfling además.

A pesar de que no era más que un niño, habían protestado. El sexo masculino sólo quería dominar a la mujer, habían argumentado, y los elfos eran famosos por su duplicidad. En cuanto a los halflings, no tan sólo eran salvajes devoradores de carne, sino que a menudo también comían carne humana. Aun cuando Sorak no manifestara ninguna de esas repugnantes características, las jóvenes villichis sentían que la simple presencia de un hombre en el convento resultaría perjudicial. Sin embargo, Varanna se había mantenido firme, insistiendo en que, aunque Sorak no había nacido villichi, estaba no obstante dotado de extraordinarias aptitudes paranormales, como les sucedía a todas ellas, y que era además una tribu de uno, lo que significaba que, sin una preparación villichi para adaptarse a su extraordinaria naturaleza, estaría condenado a una vida de sufrimiento y, finalmente, locura.

El día en que Sorak fue conducido por vez primera a la residencia donde vivía Ryana, todas las otras sacerdotisas habían protestado con vehemencia. Sólo la muchacha había salido en su defensa. Al recordarlo ahora, la joven no estaba segura de poder recordar el motivo; quizá fuera porque ambos tenían más o menos la misma edad, y Ryana no tenía a nadie más de su edad con quien pudiera hacer amistad en el convento; quizás había sido su terquedad y rebeldía naturales las que habían provocado que discrepara de las otras y diera la cara por el joven elfling, o tal vez fuera porque siempre se había sentido sola y comprendiera que también él estaba solo. A lo mejor había sabido de algún modo, a un nivel totalmente intuitivo y subconsciente, que ambos estaban destinados a estar juntos.

Parecía dolido, perdido y solo, y sintió simpatía por él. Había perdido la memoria. No sabía ni su nombre. La gran señora lo había llamado Sorak, una palabra elfa utilizada para describir a un nómada que siempre va solo. Aun así, Ryana se había unido a él, y habían crecido juntos como hermanos hasta el punto de que la joven creía comprenderlo mejor que nadie.

No obstante, existían límites a su propia comprensión, como había descubierto aquel día, no demasiado lejano, en que había anunciado su amor a Sorak… y había sido rechazada, porque varias de las personalidades del muchacho eran femeninas, y no podían amar a otra mujer.

En un principio se había sentido escandalizada, y luego humillada, después furiosa con él por no habérselo dicho nunca, y finalmente sintió pena… por él y su soledad, por la extraordinaria y dura realidad de su existencia. Se retiró a la cámara de meditación de la torre del templo para ordenar sus ideas, y, cuando volvió a salir, se encontró con que el joven había abandonado el convento.

Se culpó a sí misma al principio, pensando que era ella quien lo había empujado a partir, pero la gran señora le explicó que, si acaso, ella había sido el catalizador de una decisión que Sorak llevaba debatiendo desde hacía bastante tiempo.

– Siempre supe que llegaría un día en que nos dejaría -había dicho la gran señora Varanna-. Nada lo habría retenido, ni siquiera tú, Ryana. Los elfos y halflings son nómadas. Lo llevan en la sangre. Y en Sorak hay otras fuerzas que lo empujan, además. Hay preguntas para las que ansía hallar respuesta, y no puede encontrar esas respuestas aquí.

– Pero no puedo creer que se haya ido sin siquiera despedirse -había respondido Ryana.

– Es un elfling -le había recordado Varanna con una sonrisa-. Sus emociones son distintas de las nuestras. Precisamente tú deberías saberlo bien. No puedes esperar que actúe como un humano.

– Lo sé, pero… es sólo que… Siempre había creído…

– Comprendo -había dicho la gran señora en tono comprensivo-. Hace ya bastante tiempo que sé lo que sientes por Sorak. Lo he leído en tus ojos. Pero la clase de vida conyugal que tú deseas es imposible, Ryana. Sorak es un elfling y una tribu de uno. Tú eres villichi, y las villichis no toman compañero.

– Pero no hay nada en nuestros votos que lo prohíba -había protestado ella.

– Hablando con propiedad, no, no lo hay -había convenido la gran señora-. Te concederé que la interpretación de los votos podría muy bien discutirse en lo referente a este tema. Pero, desde un punto de vista práctico, sería un disparate. No podemos tener hijos. Nuestros poderes paranormales y nuestra preparación, sin mencionar nuestra constitución física, intimidarían a la mayoría de los varones. No es por nada que la mayoría de las sacerdotisas escogen el celibato.

– Pero Sorak es diferente -había insistido Ryana, y la gran señora había alzado la mano para impedir cualquier otro comentario.

– Sé lo que vas a decir, y no discreparé. Sus poderes paranormales son los más fuertes con los que me haya tropezado jamás; ni siquiera yo puedo atravesar sus impresionantes defensas. Y, puesto que es un mestizo, es posible que también sea incapaz de tener descendencia. Sin embargo, Sorak tiene algunos problemas específicos que tal vez no consiga superar nunca. En el mejor de los casos, no hallará más que una forma de convivir con ellos. Su deambular por la vida será solitario, Ryana. Comprendo que es duro para ti oír estas cosas justo ahora, y aun más duro comprenderlas, pero todavía eres joven y tienes por delante tus mejores y más productivos años.