La princesa miró a Sorak y a Ryana.
– Las palabras son insuficientes para expresar mis sentimientos -dijo-. Estaré siempre profundamente en deuda con ambos.
– No nos debes nada -contestó Sorak.
– Sí, os debo muchísimo -insistió Korahna-, y tal vez algún día pueda pagároslo adecuadamente. -Abrazó a Sorak y luego a Ryana-. Adiós, hermana -se despidió-. Estarás siempre en mis pensamientos.
– Y tú en los míos -respondió Ryana-. Que tus pies se mantengan firmes en el Sendero.
– Y los vuestros. Adiós.
Entregó el farol a Ryana y se alejó con los otros. Sus antorchas retrocedieron en la oscuridad de las ruinas subterráneas hasta que se separaron para marchar en distintas direcciones y desaparecieron de su vista. Sorak bajó la mirada hacia el pergamino que sostenía.
– Y aquí tenemos otra pista para nuestra larga búsqueda -dijo-. Veamos qué contiene éste. -Desató la cinta verde y desenrolló el pergamino. Éste decía simplemente: «Quémalo en un lugar seguro y aislado».
– Bueno, este lugar desde luego parece bastante seguro y aislado -comentó Ryana.
Levantó el farol, y Sorak introdujo una esquina del pergamino en la llama. En cuanto empezaron a lamer el borde del pergamino las llamas se pusieron a arder con un fuego azulverdoso. El elfling dejó caer el rollo al suelo y los dos dieron un paso atrás.
A medida que los extremos encendidos del pergamino se rizaban y ennegrecían, empezaron a saltar chispas que se elevaban por el aire trazando arabescos. Cuanto más trozo de pergamino ardía, más abundantes eran las chispas, sólo que en lugar de extinguirse mientras se elevaban, se tornaban más brillantes y giraban describiendo arabescos más complicados, como luciérnagas enloquecidas que giraban una y otra vez, cada vez más deprisa, hasta formar finalmente una centelleante columna arremolinada de luz azulverdosa. Dentro de la luz, se formó la escueta silueta de una figura de facciones borrosas ataviada con una túnica. La figura era una luz más brillante dentro de la luz, cuyo fulgor iluminaba todo el patio subterráneo. Y entonces habló:
– Lo habéis hecho muy bien, hijos míos. Habéis obtenido los Sellos del Conocimiento, corregido una injusticia al rescatar a la princesa Korahna, y demostrado vuestra valía y tenacidad en ese penoso viaje por las Planicies Pedregosas. Pero os esperan mayores desafíos, y aún peligros mayores. Ahora debéis abandonar la ciudad del Rey Espectro, y abandonarla con rapidez, porque posee un gran poder, y el momento de ocuparse de él no ha llegado todavía. Tomad el sendero que conduce a un pueblo llamado Paraje Salado, al otro lado de las Llanuras de Marfil y más allá de las Montañas Mekillot. Allí debéis buscar a un druida conocido como «el Silencioso», quien os guiará hasta la antigua ciudad de Bodach, donde se encuentra el siguiente objetivo de vuestra búsqueda. Proteged los Sellos del Conocimiento con vuestras vidas, ya que, junto con lo que encontraréis en Bodach, guardan la llave que revelará el objetivo final de vuestra misión.
– Pero ¿qué es lo que hemos de buscar en Bodach? -preguntó Sorak.
No obtuvo respuesta. La reluciente figura se desvaneció ante ellos al mismo tiempo que las danzarinas chispas salían disparadas en todas direcciones y se disipaban en la penumbra de las ruinas subterráneas.
– ¡Sangre de gith! -maldijo Sorak enojado-. Juega con nosotros y nos plantea acertijos! ¿Por qué no habla con claridad y nos dice lo que necesitamos saber? ¿Cuántas pruebas más hemos de superar?
– Quizá reparte la información que necesitamos en pequeñas dosis -dijo Ryana-, para que no podamos revelarlo todo si fracasamos y caemos en manos de profanadores.
– Ahora hemos de buscar algo en Bodach -rezongó Sorak contrariado-, y no sabemos qué es. Y después de eso, nos da a entender que existe aún un tercer objeto que encontrar, sólo que no sabemos el qué ni dónde.
– Es posible que este druida llamado el Silencioso, que ha de ser nuestro guía, nos lo pueda decir -sugirió Ryana.
Sorak lanzó un suspiro de exasperación.
– Sólo que, para encontrarlo, primero hemos de cruzar las Llanuras de Marfil -dijo-. Las tierras yermas son kilómetros de terreno pedregoso, pero la Gran Llanura de Marfil no es más que un mar de sal. Y, por si eso no fuera suficiente, luego hemos de dirigirnos a Bodach, y el Silencioso debe de estar loco si está dispuesto a conducir a nadie a ese lugar maligno.
– ¿Por qué es maligno Bodach? -quiso saber Ryana.
– ¿Cómo puede no ser maligno? -bufó él. Introdujo la mano en su mochila y sacó El diario del Nómada-. Escucha esto -dijo, abriendo el libro y empezando a leer:
«Bodach, situada en el extremo de una península que se proyecta al interior de una de las grandes cuencas interiores de cieno, fue sin duda una de las ciudades más poderosas de los antiguos. Sus ruinas cubren muchos kilómetros cuadrados de la península. Si uno se coloca en el borde de la cuenca de cieno, puede distinguir sus torres alzándose por encima del lodo durante kilómetros y kilómetros.
Por desgracia, Bodach y las zonas limítrofes no son lugares apropiados para quedarse en ellos. En cuanto el sol rojo se pone, miles de zombis y esqueletos de no muertos se arrastran fuera de sótanos, alcantarillas y calabozos ocultos, y empiezan a registrar la ciudad y los terrenos que la rodean. El viajero que se encuentre allí cuando ya ha oscurecido, pasará toda la noche librando una larga batalla campal.
He hablado con gentes que dicen que los no muertos están controlados por un poderoso profanador que los utiliza para mantener apartados de la ciudad a los buscadores de tesoros, en tanto que él se dedica a saquearla sistemáticamente. Otros afirman que los no muertos son los habitantes originales de la ciudad, y que no pueden descansar porque existe un terrible secreto enterrado en el corazón de la ciudad que no quieren que nadie descubra. Sea como sea, quien vaya a Bodach ha de estar preparado para una violenta batalla contra este ejército espantoso».
– ¡Oh! -exclamó Ryana-. Ya comprendo.
– Observa que en ningún sitio menciona que él haya estado ahí -indicó Sorak-. Ni el Sabio se atrevió a ir a Bodach, y sin embargo nos envía a nosotros.
– Todavía no era el Sabio cuando era el Nómada -le recordó ella-. Y, ahora que es el Sabio, no puede ir personalmente. La pyreen te dijo que esta misión no sería fácil. Tú buscas al Sabio para pedirle un favor y encontrar un sentido a tu vida. Bien pues, algo obtenido a cambio de nada vale exactamente lo que te costó ganarlo. En cualquier caso, antes de pensar en Bodach y sus ejércitos de no muertos, debemos primero conseguir abandonar la ciudad y llegar al pueblo de Paraje Salado. ¿Qué clase de lugar es ése?
– El Nómada lo describe como un poblado de antiguos esclavos que ahora viven como salteadores y gitanos saltimbanquis. Está gobernado por un mul que había sido gladiador, y los bandoleros con los que me tropecé tienen su campamento no muy lejos de allí. Sin duda, utilizan el pueblo como base de suministros y lugar de diversión. Dicho de otra forma, no podemos esperar encontrar amigos en ese sitio.
– Deberíamos encontrar uno en la persona del druida -repuso Ryana-. No te desanimes. Nos embarcamos juntos en esta misión, y la acabaremos juntos. Has vivido ignorante de tu pasado toda tu vida. Sin duda, no esperarías encontrar todas las respuestas en unas pocas semanas.
– Supongo que no -suspiró él-. Es sólo que había esperado… Bueno, no importa. Yo escogí este camino, así que ahora debo recorrerlo.
– Nosotros escogimos este sendero -lo corrigió ella.
El joven la miró y sonrió.