Decidió volver a casa, hablar con él y plantearle la posibilidad, nada remota, de que no consiguieran encontrar la forma de devolverlo al pasado. En el fondo se alegraba porque quería estar más tiempo con él, y por las noches no dejaba de soñar despierta, de pensar en su cuerpo, de imaginar que se acercaba a ella y la besaba.
Sin embargo, no quería hacerlo. Sabía que no debía hacerlo. Griffin Rourke había aparecido de repente y podía desaparecer del mismo modo en cualquier instante.
Casi había anochecido cuando regresó a la casa, pero la luz del crepúsculo bastó para que distinguiera una silueta en los escalones del porche. Al verlo, pensó que era
Griffin, se dijo que la estaba esperando, y sintió una profunda alegría.
– Eh, Meredith…
La persona que estaba sentada en los escalones se levantó. Meredith vio entonces, decepcionada, que no era Griffin. Pero al distinguir aquel cabello rubio, sonrió: era su mejor amiga, la doctora Kelsey Porterfield.
– ¡Kels! -exclamó-. ¿Qué estás haciendo aquí?
– ¿Y tú me lo preguntas? Mi ayudante me ha dicho que has llamado cuatro veces en los tres últimos días. ¿Qué ocurre? ¿Qué es tan urgente?
Meredith se detuvo junto a ella y sacó la llave de la casa con mucho cuidado, porque llevaba una bolsa con comida en un brazo. Después, abrió la puerta y se sintió aliviada al descubrir que Griffin no estaba allí. Tenía que explicar muchas cosas a su amiga y seguramente era mejor así.
– No era necesario que vinieras -dijo Meredith-. En realidad no es nada urgente… sólo quería hacerte unas cuantas preguntas.
Kelsey la siguió al interior de la casa.
– Vamos, Meredith, eso no es lógico en ti. Eres el colmo de la paciencia. Ni siquiera me llamaste para decirme que estabas en la lista de candidatos a las becas Sullivan y tuve que enterarme por esa bruja de Katherine Conrad y sus amigotas… ¡Me has llamado cuatro veces!
Meredith dejó la bolsa de la comida en la encimera de la cocina.
– ¿Cuatro? Lo siento, no pretendía asustarte.
– Regresaba de la conferencia en Wake Forest y decidí venir y ver qué te ocurría.
– No pasa nada -le aseguró.
Kelsey la miró durante unos segundos.
– Tienes buen aspecto, es cierto, pero eso no quiere decir que estés bien. ¿Por qué me has llamado con tanta insistencia?
– Sólo necesitaba cierta información sobre algo que tal vez sepas. ¿Quieres beber algo?
Kelsey frunció el ceño e hizo caso omiso de la pregunta.
– ¿De qué se trata? *É Merrie suspiró.
– Esperaba que me dieras alguna pista sobre… viajes en el tiempo.
– ¿Viajes en el tiempo? -preguntó, arqueando una ceja.
– Sí, viajes en el tiempo. Estoy escribiendo una novela y la acción gira alrededor de la posibilidad de viajar en el tiempo.
– Ya.
– ¿Es posible? ¿Se puede hacer?
– Mira, no sé qué diablos te pasa, pero será mejor que te lleve a tu casa ahora mismo. No puedo creerlo… ¿estás a punto de lograr esa beca y te da por escribir un libro de ciencia ficción? Cuanto antes vuelvas al ambiente académico, mejor que mejor.
– No me he vuelto loca ni tengo intención de marcharme. Simplemente dime lo que necesito saber. Por favor, Kelsey…
Kelsey la miró con extrañeza.
– Está bien, pero sólo si me dices lo que ha pasado. Sé que no se trata de ninguna novela.
– Me gustaría decírtelo, pero ni yo misma sé de qué se trata exactamente. Te prometo que te lo contaré en cuanto esté segura.
– No, de eso, nada. Explícame lo que sepas. Y hazlo de forma que pueda entenderlo.
– Por favor, Kelsey… Kelsey suspiró y se apartó un mechón de su rojo cabello.
– Teóricamente, viajar en el tiempo es posible. De hecho, todos lo hacemos-, pero lo hacernos en una sola dirección, hacia delante -explicó-. Sin embargo, la teoría de la relatividad implica que si pudiéramos superar la velocidad de la luz, podríamos viajar al futuro. Al menos, potencialmente.
– Comprendo. Entonces, sería necesario viajar muy deprisa. Como volar en el Concordé…
Kelsey alzó los ojos al cielo.
– ¿Es que no estudiaste física en el instituto? El Concordé sólo rompe la velocidad del sonido. La velocidad de la luz es de trescientos mil kilómetros por segundo.
– ¿Y qué hay de viajar al pasado? Kelsey negó con la cabeza.
– No, eso no es posible. Sobre los viajes al pasado no hay ninguna teoría.
– ¡Pero tiene que haberla! -Exclamó Meredith, desesperada-. Tiene que existir un modo…
– Bueno, está la teoría del agujero de gusano -dijo Kelsey, cada vez más extrañada.
– ¿Cómo?
– El agujero de gusano. Ya sabes, los agujeros negros… hay quien afirma que si se pudiera entrar en uno y sobrevivir, se podría viajar en el tiempo y en el espacio.
– Comprendo. Entonces, supongamos que alguien entra en uno de esos agujeros negros. ¿Podría hacerlo en el siglo XVIII, por ejemplo, y terminar en Bath, en Carolina del norte, en el siglo XX?
– Según esa teoría, supongo que sí. ¿Pero por qué querría viajar a Bath? ¿Esto tiene algo que ver con tu investigación sobre Barbanegra?
Meredith hizo caso omiso de la pregunta. Aquel asunto era crucial para Griffin y para ella misma y ya estaba planteándose todo tipo de posibilidades.
– Y dime, ¿es posible que tenga uno de esos agujeros en mi casa?
– ¿Se puede saber qué significa esto? – preguntó Kelsey, frustrada.
– Limítate a responderme, por favor.
– Sí, seguro que tienes docenas de agujeros, pero serán de gusanos de verdad. Además, esa teoría sólo es una fantasía. Nadie ha entrado nunca en un agujero negro.
– Me da igual si alguien lo ha hecho o no. Simplemente dime lo que sepas al respecto.
– ¿De verdad quieres que te lo explique? Meredith, no tienes ni idea de física. Todavía recuerdo la conversación que tuvimos hace unos meses sobre mecánica cuántica -declaró Kelsey-. Dijiste que te había producido una jaqueca. ¿Y quieres que te ayude a comprender el supuesto funcionamiento de un agujero negro?
– No necesito comprenderlo totalmente. Sólo tengo que saber si.-hay un agujero negro en mi casa.
– Cualquiera sabe. Todo es posible, supongo… -dijo, frotándose la frente como si le doliera la cabeza.
– También quiero saber si una persona podría viajar en el tiempo a través de ese agujero.
– Como ya te he dicho, hay quien afirma que sí.
Meredith sonrió.
– Entonces, no estoy loca… No sabes cuánto me alegro.
Kelsey tomó a su amiga de la mano y la miró con intensidad.
– ¿Has estado trabajando demasiado? Sí, seguro que sí. Te has pasado varios días aquí, sola, y tu mente ha empezado a divagar…
– No es eso.
– Entonces, ¿qué es? ¿qué te ocurre? No me digas que has sufrido un encuentro en la tercera fase…
Meredith se ruborizó. Pensó que la expresión era irónica y preguntó:
– ¿Un encuentro en la tercera fase? ¿Te refieres a si he estado con un hombre?
– No, tonta, me refiero a un extraterrestre.
Esta vez fue Meredith quien miró a Kelsey como si estuviera loca.
– No digas tonterías, Kels. No me he topado con ningún hombrecillo verde.
– Qué alivio, porque empezabas a preocuparme -declaró, mirándola con desconfianza-. Aunque espera un momento… ¿insinúas que has estado con un hombre de verdad?
Merrie optó por mentir. Si le decía la verdad, sabía que Kelsey la sometería a un interrogatorio en toda regla.
– No, en absoluto. Pero volviendo al tema de conversación, si alguien llegara al presente a través de uno de esos agujeros negros y quisiera regresar, ¿cómo podría hacerlo? Si los agujeros negros no se ven, ¿cómo podría encontrarlo?