Nora se tumba, coge su polla y la guía hacia su interior, él empuja con delicadeza, ella le rodea con sus piernas para introducirle por completo, y él mira sus hermosos ojos y su hermosa cara y ella sonríe y él dice «Dios, es tan hermoso», ella asiente y levanta las caderas para que se zambulla todavía más, y él toca ese dulce lugar en su interior, y entra y sale, y ella es como calor dulce y resbaladizo, brilla en la oscuridad, le acaricia la espalda, el culo, las piernas, y gime «Fantástico, fantástico», y él busca aquel punto con la polla y lo toca, lame el sudor que cubre los labios de ella, lame el sudor de su cuello, nota el sudor que resbala entre sus pechos y cae sobre su torso, que cae desde sus muslos sobre los de él, porque le tiene sujeto con mucha fuerza, y él dice «Voy a correrme», y ella dice «Sí, cariño, córrete dentro de mí, córrete dentro de mí, córrete dentro de mí», y él sigue empalándola sin cesar, y entonces nota que su coño le estruja y le aferra, grita, y vuelve a gritar, y después se derrumba sobre el calor de su hombro y ella dice «Me encanta sentirte dentro de mí».
Se quedan dormidos así, él encima de ella.
Callan se levanta temprano, mientras ella todavía sigue dormida, y va a la ciudad a comprar comestibles para poder despertarla con el aroma de tortitas de arándanos, café y beicon.
Cuando vuelve, ella ya se ha marchado.
15
This train carries saints and sinners.
This train carries losers and winners.
This train carries whores and gamblers.
This train carries lost souls…
Canción popular
San Diego
1999
Art se reúne con Hobbs en el Organ Pavilion de Balboa Park. Filas y filas de sillas metálicas blancas en el amplio semicírculo del anfiteatro descienden hacia el escenario. Hobbs está sentado leyendo un libro en la penúltima fila. Sal Scachi está sentado en la fila anterior, dos asientos a la izquierda.
Hace calor. El inicio de la primavera.
Art se sienta al lado de Hobbs.
– ¿Alguna noticia de Nora Hayden? -pregunta Art.
– Hace mucho tiempo que nos conocemos, Arthur -responde Hobbs-. Ha llovido mucho desde entonces.
– ¿Qué me estás diciendo, John?
Joder, ¿estará muerta?
– Lo siento, Arthur -dice Hobbs-. No puedo permitir que lleves a juicio a Adán Barrera. Nos lo vas a entregar de inmediato.
La misma vieja historia de siempre, piensa Art. Primero Tío, y ahora Adán.
– ¡Es un terrorista, John! ¡Tú mismo lo dijiste! Se acuesta con las FARC y…
– He recibido garantías de que el pasador de los Barrera no hará más negocios con las FARC -dice Hobbs.
– ¿Garantías? -pregunta Art-. ¿De Adán Barrera?
– No -contesta Hobbs con calma-. De Miguel Ángel Barrera.
Art se queda sin habla.
Hobbs no.
– Esto se nos está escapando de las manos, Arthur. Hombres serios han de intervenir antes de que la cosa empeore.
– ¿Hombres serios? Tú y Tío.
– Se quedó consternado al saber que su sobrino se había conchabado con los terroristas -dice Hobbs-. De haberlo sabido, lo habría impedido enseguida. Ahora está enterado. La solución es buena, Arthur. Adán Barrera podría ser una fuente de información de incalculable valor, si tuviera motivos para colaborar.
Eso es una chorrada, piensa Art. Están aterrorizados de lo que Adán pueda decir en el banquillo de los acusados.Y con motivo. Yo no quiero aceptar este trato, pero ellos sí. Ya lo han planeado todo. Le darán una nueva cara, una nueva identidad, una nueva vida.
Y una mierda.
– No os lo entregaré.
– ¿Puedo recordarte que estamos librando una guerra contra el terrorismo? -dice Hobbs con voz temblorosa de ira.
Art inclina la cara hacia el sol para sentir el calor sobre la piel.
– Una guerra contra el terrorismo, una guerra contra el comunismo, una guerra contra las drogas. Siempre hay una guerra contra algo.
– Me temo que esa es la condición humana.
– Para mí no, ya no -dice Art-. Me abro.
Se levanta.
– Tiene que terminar -dice Art-. Tiene que terminar en algún momento.
– Te recuerdo que nosotros también te hemos sacado las castañas del fuego -dice Hobbs-.Tu santurrón aire de superioridad moral es francamente insoportable. Intolerable, debería añadir. Has sido cómplice de…
Art levanta las manos.
– Él ya me ofreció un trato. Lo rechacé.Voy a llevar a Adán Barrera al fiscal del distrito y dejaré que la justicia siga su curso. Después lo contaré todo. Lo que sucedió en Cóndor, lo de Cerbero, lo de Niebla Roja.
Hobbs palidece.
– No harás eso, Arthur.
– ¿Apuestas algo?
Si Hobbs estaba pálido, ahora parece un fantasma.
– Pensaba que eras un patriota.
– Lo soy.
Art se marcha.
Es primavera, en efecto. Los jardines del parque estallan de colores nuevos y el aire es tibio, con suficientes residuos del invierno para que todavía sea fresco. Mira hacia el anfiteatro, donde escolares diminutos están congregados alrededor de sus profesores, y parejas jóvenes están sentadas comiendo bocadillos, y turistas con cámaras colgadas alrededor del cuello estudian planos del parque y señalan, y los ancianos caminan con lentitud, disfrutan del aire y la tibieza nueva de la primavera.
Justo entonces un avión sobrevuela San Diego a escasa altura en dirección a la corta pista de aterrizaje, el ruido es ensordecedor y apenas puede oír las palabras de John Hobbs.
– Nora Hayden.
– ¿Qué?
– La tenemos -dice Hobbs-. Haremos un intercambio.
Art gira en redondo.
– No pudiste salvar a Ernie Hidalgo -dice Hobbs-. Puedes salvar a Nora Hayden. Es muy fácil. Tráeme a Barrera. De lo contrario…
No le hace falta terminar la amenaza. Le meterán una bala en la cabeza.
– El puente de Cabrillo -dice Hobbs-. A medianoche es melodramático. Digamos a las tres de la mañana. Después de que las citas románticas de los homosexuales hayan terminado, pero antes de que la gente empiece a correr. Llegarás con Barrera desde el lado oeste, nosotros llegaremos con la señorita Hayden desde el este. Por cierto, Arthur, si todavía sientes ese patético impulso de confesarlo todo, ¿puedo sugerirte que vayas a un cura? Si piensas que alguien creerá o sentirá interés por tu «verdad», te estás engañando de una manera lamentable.
Hobbs vuelve a leer su libro con expresión serena. Detrás de sombras oscuras, Scachi tiene la vista clavada en el espacio infinito. Art se marcha.
– ¿Quieres que me encargue yo? -pregunta Scachi. Hobbs asiente. Es triste. Art Keller es un buen hombre, pero es de todos conocido que los hombres buenos mueren en la guerra. Art vuelve al lugar donde retiene a Adán.
– Trato hecho -dice Art.
Un último trabajo.
Es lo que Scachi dice a Callan.
Sí, siempre es el último.
Pero no te queda otra alternativa que creerle, piensa Callan mientras cruza Balboa Park.
Hazlo o la matarán.
Compra una entrada para una representación de Traición, de Harold Pinter, en el Old Globe. En el intermedio, sale a fumar y camina hacia la parte posterior del teatro, hasta una callejuela que corre entre el edificio y el Hospital Zoológico. Recorre la callejuela hasta llegar a una alambrada de tela metálica, bajo unos eucaliptos que crecen sobre la pendiente desde la cual se domina la autopista y, a la izquierda, el puente de Cabrillo. La parte posterior del teatro, por un lado, y la parte posterior del hospital, por el otro, impiden que alguien le vea, y algunos remolques de almacenamiento le ocultan desde la autopista. Saca la mira telescópica desmontada del rifle y mira a Scachi, parado en el puente. Está fumando un puro. La distancia es de unos cuatrocientos metros.