Tenía poco que ver con el trabajo policial, pero formaba parte de sus planes. Grolon quería llegar a ser jefe de policía y estaba reuniendo una vasta y variada experiencia para que llegado el momento fuera el mejor para el puesto. Formaba parte de sus planes conservar sus contactos con los medios de comunicación locales. Llegada la hora, contaba conmigo para que publicase un perfil favorable en el Rocky. Y yo cumpliría. Mientras tanto, yo también podía contar con él para ciertas cosas.
– ¿A ver por qué me he perdido el almuerzo? -gruñó siguiendo su rutina habitual. Yo sabía que Grolon prefería verse conmigo a la hora de almorzar, cuando su ayudante no estaba y había menos posibilidades de que nos vieran juntos.
– No te has perdido el almuerzo. Sólo tendrás que retrasarlo un poco. Quiero ver el expediente de mi hermano. Scalari dice que ya lo ha enviado a filmar. Pensé que quizá tú podrías sacarlo y dejar que le eche un vistazo.
– ¿Por qué quieres hacerlo, Jack? ¿Por qué no dejas las cosas como están?
– Tengo que verlo, capitán. No lo voy a citar. Sólo quiero verlo. Consígamelo ahora y acabaré con él antes de que los chicos de microfilmación vuelvan de comer. Nadie se va a enterar. Excepto usted y yo. Y se lo agradeceré.
Diez minutos más tarde Grolon me pasaba la carpeta. Era tan delgada como la guía telefónica de los residentes permanentes de Aspen. No sé por qué, pero me esperaba algo más grueso, más pesado, como si el grosor del expediente
de las investigaciones tuviese alguna relación con la importancia de la muerte.
Encima de todo había un sobre en el que ponía «fotos» y lo dejé a un lado de la mesa sin abrirlo. Lo siguiente era un informe de la autopsia y varios informes estandarizados que estaban grapados juntos.
Yo había estudiado suficientes informes de autopsias para saber que podía saltarme las páginas de interminables descripciones de glándulas, órganos y estado general e ir directamente a las últimas páginas, donde estaban escritas las conclusiones. Y allí no hubo sorpresas. La causa de la muerte era un disparo en la cabeza. Debajo de ella figuraba la palabra «suicidio», envuelta en un círculo. Los análisis de sangre para el uso de drogas comunes mostraban rastros de dextrometorfán hidrobromida. A esta entrada seguía una nota de los técnicos del laboratorio que decía: «Anritusígeno; en la guantera.» Eso significaba que, aparte de uno o dos tragos del jarabe para la tos que llevaba en el coche, mi hermano estaba completamente sobrio cuando se metió la pistola en la boca.
En el informe del análisis del forense aparecía un subapartado titulado GSR, que yo sabía que se refiere a los residuos de arma de fuego. En él se afirmaba que en el análisis por activación de neutrones de los guantes que llevaba la víctima se hallaron partículas de pólvora quemada en el derecho, lo que indicaba que había usado esa mano para disparar el arma. También se habían hallado residuos de arma y gas quemado en la garganta de la víctima. La conclusión era que el cañón estaba en la boca de Sean cuando el arma fue disparada.
Después había un inventario de pruebas y no vi en él nada fuera de lo corriente. Luego encontré la declaración del testigo. Éste era el guarda forestal Stephen Pena, destinado en una garita de control e información en el lago Bear.
El testigo declara que no divisa la zona de aparcamiento desde su puesto de trabajo. Aproximadamente a las cuatro y cincuenta y ocho minutos de la tarde, el testigo oyó un estallido sordo que reconoció por experiencia como un disparo. Identificó el lugar de origen como el aparcamiento e inmediatamente acudió a investigar la posibilidad de que hubiera un cazador furtivo. En aquel momento sólo había un vehículo aparcado allí y, a través de las ventanillas parcialmente empañadas, vio a la víctima desplomada hacia atrás en el asiento del conductor. El testigo rodeó el vehículo, pero no pudo abrir las puertas del coche porque estaban bloqueadas. Atisbando por las ventanillas empañadas determinó que la víctima parecía haber muerto, pues tenía una gran herida en la parte trasera de la cabeza. Entonces el testigo volvió a la garita forestal, desde donde informó inmediatamente a las autoridades y a sus superiores. Después regresó al coche de la víctima para esperar la llegada de las autoridades.
El testigo declara que el vehículo de la víctima no estuvo fuera de su alcance visual más de cinco segundos desde que oyó el disparo. El coche estaba aparcado a unos cuarenta y cinco metros de la cobertura forestal o de la edificación más próxima. Cree el testigo que habría sido imposible que alguien hubiera salido del coche de la víctima tras el disparo y hubiera conseguido ponerse a cubierto sin que el testigo lo viera.
Volví a poner la hoja de la declaración en su sitio y eché un vistazo a los demás informes. Había una página titulada «Informe del caso» que detallaba los movimientos de mi hermano en su último día. Sean había entrado a trabajar a las siete y media de la mañana, había almorzado con Wexler a mediodía y había fichado la salida a las dos de la tarde para ir al Stanley. No le dijo a Wexler ni a nadie a quién iba a ver.
Habían fracasado los intentos de los investigadores por determinar si realmente Sean había ido al Stanley. Todas las camareras y los ayudantes del restaurante del hotel habían sido interrogados y ninguno recordaba a mi hermano.
Un informe de una página resumía la entrevista de Scalari con el psicólogo de Sean. De algún modo, quizás a través de Riley, se había enterado de que Sean había estado visitando a un terapeuta de Denver. El doctor Colin Dorschner, según el informe de Scalari, declaró que Sean padecía una depresión aguda causada por el estrés del trabajo, en particular por su fracaso en cerrar el caso Lofton. Lo que no decía el resumen de la entrevista era si Scalari le había preguntado a Dorschner si pensaba que mi hermano era un suicida. Incluso me preguntaba si Scalari se habría hecho esa pregunta.
El último legajo de papeles era el informe final del oficial investigador. En el último párrafo estaba el resumen y la conclusión definitiva de Scalari:
Basándose en la evidencia física y en la declaración del testigo ocular de la muerte del detective Sean McEvoy, el OI [oficial investigador] llega a la conclusión de que la víctima murió a consecuencia de un disparo que se autoinfligió después de escribir un mensaje en el interior del parabrisas empañado. Era sabido por sus colegas, incluido el OI, por su esposa y por el psicólogo Colin Dorschner que la víctima estaba emocionalmente agobiada por sus vanos esfuerzos para esclarecer mediante arresto el homicidio de Theresa Lofton del 19 de diciembre (caso n.º 832). Se cree ahora que esta alteración pudo haberle llevado a quitarse la vida. El asesor psicológico del DPD [Departamento de Policía de Denver], doctor Armand Griggs, declaró en una entrevista (22/2) que el mensaje -«Fuera del espacio. Fuera del tiempo»- escrito en el parabrisas podía considerarse una despedida típica de suicida, coherente con el estado mental de la víctima.
Hasta el momento no existe ninguna evidencia que ponga en duda la conclusión de suicidio.
Conformado 24/2.01: RJS O-U
Al volver a reunir todos los documentos recordé que aún me quedaba por ver una cosa.
Grolon había decidido irse a buscar un bocadillo a la cafetería. Me había dejado solo. Estuve probablemente cinco minutos inmóvil mirando el sobre. Sabía que si veía las fotografías quedarían fijadas en mi memoria como la última imagen de mi hermano. No quería que me pasara eso. Pero también sabía que tenía que ver las fotos para estar seguro de las circunstancias de su muerte, para que me ayudasen a dispersar cualquier resto de duda.
Abrí el sobre rápidamente antes de que me diese por cambiar de idea. Al sacar el paquete de copias en color de 20 x 25 cm, la primera imagen que apareció fue todo un impacto. El coche oficial de mi hermano, un Chevy Caprice blanco, solo en un extremo del aparcamiento. Se podía ver la garita del guarda forestal sobre una colina encima de él. El quitanieves acababa de pasar por el aparcamiento y lo habían rociado con sal, dejando unos montones de nieve de poco más de un metro alineados en los márgenes.