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Jake agarró a Pockets por el cuello y lo arrojó a la calle.

– ¡Noah! -llamó a voz en grito-. Hazte cargo de este cortador de bolsillos.

Regresó al lado de la víctima, que dormía despreocupada, sin enterarse de nada.

– Polly, acompaña a este pobre diablo fuera y vigilalo hasta que yo salga.

– Sí, señor.

Con gran habilidad levantó al hombre inconsciente. Se disponía a pasarle el brazo por los hombros, cuando Ned empezó a cantar:

– «A los jóvenes que se deleitan en el pecado, les contaré algo que ha ocurrido…»

Charlie Wright se unió a él, moviendo las manos para animar a cantar a los presentes en la taberna llena de humo.

Se trataba de una canción religiosa procedente de Rhode Island, de donde Polly había recibido su mote. A excepción de Jake y la prostituta, todos comenzaron a cantarla. Las voces estridentes amenazaban con hundir el techo; o a Polly, porque la canción, aunque trataba de un pecador de Rhode Island, constituía en realidad una advertencia para Polly: la prevenía de mostrarse demasiado solícita con la policía. Como todos sabían, las últimas palabras eran: «Para que no mueras en pecado como hizo Polly.» La ramera palideció, y no se quedó para escuchar el final de la canción, apremiando a la víctima a salir.

Jake esperó paciente a que terminaran de cantar.

– «Para que no mueras en pecado como hizo Polly» -resonó por toda la habitación, seguido de carcajadas.

Jake permaneció impertérrito. Las carcajadas se apagaron poco a poco, y los distintos matones desviaron la mirada para eludir los ojos penetrantes de Jake Hays.

– Vamos, invita la casa -anunció Ned. La gente se acercó en tropel al mostrador.

– ¿Una cerveza, señor?

Jake asintió. Pockets y esa canción le habían provocado sed. Vació la jarra de un largo trago y se inclinó para acariciar al gato. Luego dejó dos centavos en la barra y, en un arrebato, añadió medio más.

– Esto por la canción.

– Aquí no queremos su dinero -replicó Ned.

El alguacil mayor ignoró el comentario. Paseó la mirada por la estancia en penumbra en busca de Meg, sin encontrarla.

– Una noche fría -comentó Ned con una sonrisa forzada.

Jake no se molestó en responder. Deteniéndose sólo para encender su cigarro en una de las velas del mostrador, salió a la calle. Polly y la víctima del cortador de bolsillos lo aguardaban en el carruaje. Apoyado contra la parte posterior, con las manos firmemente atadas, encontró a un sumiso Pockets.

La víctima vivía cerca de Crosby Street. Después de dejar al hombre y su cartera sanos y salvos en su casa, se dirigieron a la cárcel municipal; Jake y Polly dentro del vehículo, Noah llevando las riendas, y Pockets atado a la parte trasera, dando traspiés.

– Maldita sea, esto no está bien -gruñó Pockets.

– Teniendo en cuenta tu profesión, estoy seguro de que sabes mucho acerca de lo que está bien, Pockets -replicó Jake. Volviéndose hacia Polly, añadió-: Dame una buena razón para no encerrarte con Pockets.

– Porque dentro de la cárcel Ned no tardaría en acabar conmigo, y usted no querrá que mi vida pese sobre su conciencia, ¿verdad? Déjeme marchar y abandonaré esta misma noche la ciudad.

– ¿Por qué debería hacerlo?

– Porque puedo hablarle de la amiga de Thaddeus Brown.

– ¿Sí? -Jake saboreó su cigarro-. Continúa. No sabía que tuviera ninguna.

– Bueno, no sé el nombre. Sólo sé que Ala Ancha disfrutó de su compañía el año pasado. Al parecer ganó dinero… -Polly hizo una pausa y miró a Jake de reojo, esperando que hablara. Como no lo hizo, se apresuró a agregar-: Creo que era francesa. Una chica rolliza que trabaja en una casa en Duane Street y tiene una pequeña cicatriz, como un trozo de luna, con ambos extremos terminados en punta.

– ¿Una medialuna?

– Eso es, una cicatriz en forma de medialuna en la mejilla izquierda, donde su hombre la golpeó una vez.

– ¿Y quién era su hombre?

– No lo sé, pero hay quien dice que fue él quien mató a Brown.

AVISO

FAMILIA FRANCESA OFRECE ALOJAMIENTO A UNO O DOS CABALLEROS DESEOSOS DE PERFECCIONAR SU FRANCÉS.

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New-York Evening Post

Febrero de 1808

25

Miércoles, 3 de febrero. Por la mañana

Después de pasar una noche en una fría, húmeda e incómoda celda, Pockets se sentía ansioso por hablar. Se acercó a Jake.

– Odio las ratas -confesó.

Apestaba a orina y ajo.

– Apuesto a que tú tampoco le gustas a ellas -replicó Jake.

Se encontraban en una habitación poco mayor que la celda. El único mueble era un taburete bajo.

– Excepto como desayuno. Por cierto… -Pockets fingió que le llegaba el olor a comida procedente del pasillo-, mis tripas me dicen que ya es hora de ingerir algo. Pan caliente y té mezclado con un poco de sidra estaría muy bien, gracias.

– Siéntate.

– Oh, no, señor. Sólo hay un taburete. Siéntese usted.

– Siéntate.

Pockets obedeció.

– Primero hablaremos, y luego comerás.

– Lo suponía.

– No me hagas perder más tiempo, Garrit. ¿Qué sabes?

El cortador de bolsillos abrió mucho los ojos.

– ¿Garrit? Nadie me ha llamado así desde que murió mi madre.

– Bueno, pues no soy tu madre, te lo aseguro. ¿Qué sabes?

Pockets miró a Jake de soslayo.

– ¿Qué desea saber?

– El viernes 22 de enero, por la noche, Joseph Thaddeus Brown, delegado de vías públicas, fue golpeado en la cabeza por uno o varios hombres y enterrado vivo en las tierras pantanosas del Collect. Quiero averiguar quién lo hizo.

– Mierda. Si lo supiera, podría esperar un banquete y unas monedas de oro.

– Si tienes suerte, te ganarás un mendrugo de pan duro y una buena patada que te saque de aquí. ¿Qué sabes?

– Poca cosa -gimoteó-. ¿Puedo tomar té con sidra ahora?

Jake lo derribó del taburete de un puntapié.

– Habla.

El ladrón se levantó y trató de sacudirse el polvo.

– No sé si tiene algo que ver con lo que pregunta; el caso es que nuestro Ned se ha metido ahora en el negocio de las excavaciones y la construcción. ¿Por qué cree que tardan tanto en terminar el edificio del ayuntamiento? ¿Piensa que usted o el alcalde, el antiguo o el nuevo, gobiernan esta ciudad? -Pockets meneó la cabeza-. Es el gran Ned. Y a él le gustan el canal y las excavaciones. Roba suministros del ayuntamiento para venderlos a los bobos que dirigen esta ciudad. Amenaza a todo aquel que se cruza en su camino y les obliga a pagar si quieren permanecer en el juego. «Páganos o no podrás trabajar.» O bien: «No puedes vender comida aquí.» Así es Ned. Da una orden, y la gente se apresura a cumplirla. Si alguien pretende cavar hoyos, rellenarlos, transportar algo en carro o poner ladrillos…

El sargento Albert Alsop entró con un tazón de té negro y un folio de papel que entregó al alguacil mayor. Pockets se rebulló al instante, frotándose el rostro y rascándose la cabeza.

Ignorándolo, Alsop se volvió hacia el alguacil mayor y dijo:

– Acabamos de recibir esta nota para usted.

Jake la leyó y asintió. Pockets tosió, y el sargento lo miró. Jake advirtió la mirada venenosa de éste. ¿Se trataba de simple odio hacia los criminales o había algo más? Finalmente Alsop salió de la habitación.