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Jake seguía absorto en sus pensamientos cuando el lacayo de Abigail Willard salió del establo a lomos de un caballo y partió. El alguacil mayor hizo señas a Gutschenritter, quien montó a su vez y lo siguió.

PROYECTO PARA RECAUDAR DE 200 A 300 MIL DÓLARES DE IMPUESTOS A LOS CIUDADANOS, EN BENEFICIO DE LOS ACCIONISTAS DE LA MANHATTAN CO.

PROYECTO DE NUEVOS IMPUESTOS…

TENEMOS ENTENDIDO QUE LA CORPORACIÓN HA PUESTO EN MARCHA EL PROYECTO PARA COMPRAR LA PLANTA DEPURADORA DE AGUA MANHATTAN Y QUE INCLUSO SE HA NOMBRADO UN COMITÉ PARA QUE SE REÚNA Y CONFERENCIE CON EL COMITÉ DE LA MANHATTAN COMPANY CON EL FIN DE SOLICITAR CONJUNTAMENTE A LA ASAMBLEA LEGISLATIVA PERMISO A UNO PARA VENDER Y AL OTRO PARA COMPRAR. COMO DICHA PLANTA DEPURADORA ES BIEN CONOCIDA COMO UN IMPORTANTE FONDO DE AMORTIZACIÓN, DEBEMOS PREVENIR A LA CORPORACIÓN SOBRE CÓMO PIENSA DESPLAZAR LA CARGA DE LA COMPAÑÍA A LA CIUDAD. POR OTRA PARTE, EN SU ESCRITURA DE CONSTITUCIÓN, LA COMPAÑÍA SE COMPROMETIÓ A SUMINISTRAR «AGUA PURA Y SALUDABLE» A LA CIUDAD EN LOS PRÓXIMOS DIEZ AÑOS A PARTIR DE LA FECHA. EL PLAZO CASI HA EXPIRADO Y EL COMPROMISO NO SE HA CUMPLIDO; ADEMÁS QUISIÉRAMOS SABER POR QUÉ EL MANHATTAN BANK NO HA SIDO EXIMIDO DE DICHA OBLIGACIÓN.

New-York Herald

Febrero de 1808

44

Lunes, 8 de febrero. A primera bora de la tarde

En la cárcel municipal, Alsop seguía dormitando sobre el escritorio. Jake y Noah se hallaban sentados a una mesa, esperando. En las celdas había tres prisioneros. Garrit Ellis Pockets no era uno de ellos. Jake podría haberlo llevado ante el tribunal por su intento de robo en la taberna de Ned, pero había juzgado oportuno dejarlo libre esta vez, en premio a la información que le había facilitado. Conociendo a Pockets y sus hábiles dedos, Jake podía estar seguro de que regresaría.

Había sido una mañana ajetreada. Después de que Peter hubiera emprendido la persecución de George y de la visita a Abigail Willard, Jake no tenía nada que hacer, aparte de la ronda habitual.

Mientras el alguacil del distrito, Thomas Dick, vigilaba la casa de Willard, Gutschenritter había seguido al lacayo hasta la mansión de Maurice Jamison, donde había entregado algo que parecía una carta. Pero Gutschenritter solía equivocarse, de modo que Jake albergaba ciertas dudas respecto a ese episodio.

Noah sirvió café en los tazones, que Jake acabó de llenar con el brandy de la botella que había en la mesa entre ambos. Bebieron. El alguacil mayor sacó entonces su pitillera de cuero del bolsillo interior, seleccionó un par de cigarros, ofreció uno a Noah, y ambos lo encendieron con la vela que descansaba sobre la mesa. La otra luz en la estancia provenía de la lámpara del escritorio del sargento. Dieron la primera calada al cigarro, saboreándolo.

– ¿Son de los que empapa en brandy? -preguntó Noah al cabo de un rato.

Jake asintió.

– ¿Te gusta?

– No está mal.

– Resumamos -propuso Jake escupiendo tabaco.

– ¿Para qué? Lo mire por donde lo mire, Ned Winship es el hombre que busca. Sus amenazas a Quintin Krock así lo indican. Tiene esta ciudad en el bolsillo, extorsionando y sobornando a la gente.

Jake emitió una especie de gruñido y asintió con expresión sombría.

– De acuerdo. Winship mató a Quintin. O mandó que lo mataran.

– Y mató a Brown, o mandó a Charlie Wright matarlo, tanto por lo que contenía la caja como por esa tal Aubergine.

Jake reflexionó.

– ¿Crees que su otro amante era Ned?

– ¿Qué quiere decir con «otro»? Esa mujer tenía quinientos amantes. Era su oficio.

– Me refiero a su amante especial.

– Si era tan especial, no se habría acostado con una puta.

Jake arqueó sus espesas y negras cejas, y bebió un sorbo de café.

– Charlie podría ser el amante.

Noah negó con la cabeza.

– Ese hombre no conoce el amor, ni siquiera el carnal. Es un animal. Peor, es el arma con que se mata.

En aquellos momentos la puerta de la cárcel municipal se abrió de par en par. Ante ellos apareció Peter Tonneman, con el rostro y la ropa goteando sangre y agua. Se tambaleaba bajo el peso del cuerpo inerte de Simone Aubergine.

POR ORDEN DEL HONORABLE SEÑOR DON MATURIN LIVINGSTON, JUEZ MUNICIPAL DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK: POR LA PRESENTE SE NOTIFICA A TODOS LOS ACREEDORES DE PETER BRANNON, DEUDOR INSOLVENTE DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK, QUE ADUZCAN ARGUMENTOS CONVINCENTES, SI LOS TIENEN, ANTE DICHO JUEZ, EN SU OFICINA DE LIBERTY STREET DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK, EL DÍA 8 DEL PRÓXIMO MES DE MARZO A LA UNA DE LA TARDE, SOBRE POR QUÉ NO DEBE REALIZARSE UNA CESIÓN DE LOS BIENES DE DICHO INSOLVENTE Y ANULAR LA ORDEN JUDICIAL, DE ACUERDO CON EL ACTA TITULADA «ACTA DE AYUDA EN CASO DE INSOLVENCIA»,

APROBADA EL 3 DE ABRIL DE 1801.

FECHADO EL 22 DE FEBRERO DE 1808.

LINDSEY &ANDERSON, ABOGADOS.

New-York Evening Post

Febrero de 1808

45

8 y 9 de febrero. Del lunes por la noche al martes muy de mañana

La brillante luz lo cegó. Todo parecía familiar y, sin embargo, no lo era. Las farolas ardían delante de cada edificio. Sabía que el joven, eficiente y amable guardia nocturno informaba infaliblemente de las farolas apagadas, porque éstas eran encendidas de nuevo casi inmediatamente.

El ruido de cascos de caballos sobre los adoquines resonó en los oídos de John Tonneman. Le parecía estar en Crown Street, pero ya no se llamaba así. Esa calle había existido en su juventud, cuando los británicos gobernaban Nueva York. De pronto se encontró delante de un edificio de ladrillo flanqueado por dos brillantes lámparas. El tejado con balaustrada de la casa de tres plantas también estaba iluminado. La deslumbrante luz mostraba un amplio sendero con una vista panorámica de North y East Rivers, así como de la bahía de Nueva York. Ya había estado antes allí. Era como si hubiera abandonado su cuerpo y se observara a sí mismo cuando era más joven.

El jinete que se hallaba al lado de Tonneman murmuró algo que éste no logró entender. Mirándolo bajo la cegadora luz, tampoco distinguió de quién se trataba. Desmontaron. Un mozo cogió las riendas de Tonneman y su compañero misterioso. Era evidente que los esperaban.

Entraron en un gran vestíbulo. Más adelante había una espléndida y amplia escalinata con pasamanos y balaustrada de caoba. Un mayordomo con peluca y sin rostro, vestido con calzones de satén blanco, chaqueta a juego y pechera de volantes, los condujo por un espacioso pasillo central hasta una estancia a la izquierda. Ésta se hallaba iluminada por elegantes candelabros de cobre y una gran chimenea con repisa de mármol. Detrás de la pantalla ardía un gran fuego. Cuando el mayordomo abrió las puertas dobles, las llamas parpadearon, proyectando sombras siniestras sobre las relucientes cortinas de damasco dorado, los escotados vestidos de tafetán y seda de vivos colores de las damas, el terciopelo, satén y seda de los atuendos de los caballeros, así como sobre los rostros extraños y malevolentes que lo miraban expectantes. Tonneman no podía distinguir los rasgos de los presentes, aunque tenía la sensación de haber estado allí antes.