– Azhar, ¿necesito aclararte la pregunta?
El hombre se volvió hacia ella.
– Tanto Haytham como Sahlah habían aceptado el compromiso matrimonial -dijo, mientras daba vueltas a la punta del cigarrillo sobre el cenicero de la mesa, aunque la ceniza aún no se había desprendido-. Si Haytham hubiera tomado la decisión de rechazar el acuerdo, en la práctica estaría repudiando a Sahlah, lo cual sería considerado un grave insulto a su familia. A mi familia.
– ¿Porque la familia concertó el matrimonio?
Barbara se sirvió una taza de té. Era viscoso, con el aspecto de un brebaje que hubiera hervido durante casi toda la semana. Lo engulló con un poco de leche y azúcar.
– Porque la acción de Haytham provocaría que mi tío quedara desprestigiado y, por consiguiente, perdiera el respeto de la comunidad. Sahlah quedaría marcada como una mujer repudiada por su futuro marido, de manera que otros posibles pretendientes no la considerarían deseable.
– ¿A qué se expondría Haytham?
– Al rechazar el matrimonio, desafiaría a su propio padre. El resultado podría ser la expulsión de su familia, si el matrimonio se había considerado una alianza importante. -El acto de inhalar y expeler el humo servía para ocultar la cara de Azhar, pero Barbara se dio cuenta de que la estaba observando a través del humo mientras hablaba-. Ser expulsado significa no tener contacto con la familia. Nadie se comunica con el expulsado por temor a ser expulsado a su vez. En la calle, le giran la cara. En casa, las puertas no se abren. Las llamadas telefónicas no se devuelven. El correo se devuelve como si fuera un desconocido.
– ¿Es como si estuviera muerto?
– Todo lo contrario. A los muertos se les recuerda, se les llora y se les reverencia. Es como si el expulsado nunca hubiera existido.
– Qué fuerte -dijo Barbara-. ¿Habría representado un problema para Querashi? ¿Su familia no está en Pakistán? Tampoco les vería, ¿verdad?
– La intención de Haytham habría sido traer a su familia a Inglaterra en cuanto tuviera el dinero suficiente. La dote de Sahlah le habría proporcionado ese dinero. -Azhar miró de nuevo hacia las puertas cristaleras. Hadiyyah estaba corriendo por el jardín y dando cabezazos a la pelota. Sonrió al verla y no apartó los ojos de ella mientras continuaba-. Por lo tanto, Barbara, considero improbable que intentara romper su matrimonio con Sahlah.
– ¿Y si se había enamorado de otra? Comprendo todo ese rollo del matrimonio de conveniencia, que alguien lo considere como un deber y todo eso. Cono, sólo hay que pensar en la jodida monarquía y el escándalo continuo en que han convertido sus vidas en nombre del deber, pero ¿y si apareció otra y se enamoró de ella antes de que se diera cuenta? Suele pasar, como sabes.
– Es cierto -dijo Azhar.
– Exacto. Bien, ¿y si fue a encontrarse con su amante la noche que murió? ¿Y si la familia se enteró? -Azhar frunció el ceño con expresión dudosa-. Llevaba tres condones en el bolsillo, Azhar. ¿Qué te sugiere eso?
– Un preparativo para el acto sexual.
– ¿No sería una relación amorosa, lo bastante importante para que Querashi quisiera anular sus planes de boda?
– Cabe la posibilidad de que Haytham se hubiera enamorado de otra mujer -contestó Azhar-, pero amor y deber son ideas que se excluyen mutuamente en mi pueblo, Barbara. Los occidentales consideran el matrimonio la consecuencia lógica del amor. Para la mayoría de asiáticos no es así. Es posible que Haytham se hubiera enamorado de otra mujer, y la posesión de los condones sugiere que fue al Nez con el propósito de hacer el amor, estuviera enamorado o no, estoy de acuerdo, pero eso no significa que fuera a romper el compromiso de casarse con mi sobrina.
– De acuerdo. Aceptaré eso de momento.
Barbara dejó caer un cuadrado de tostada en el plato y lo mojó con los restos de yema de su huevo. Le añadió un poco de beicon y masticó con aire pensativo, mientras reflexionaba sobre diferentes teorías. Cuando se decidió por una, habló, consciente de que Azhar tenía el ceño fruncido. No cabía duda de que estaba analizando sus modales en la mesa, que a la hora del desayuno dejaban mucho que desear. Estaba acostumbrada a comer a kilómetro lanzado, y nunca había perdido el hábito de engullir su desayuno como si la persiguiera una banda de matones de la mafia.
– Tal vez dejó a una mujer embarazada. Los condones no siempre funcionan como uno quisiera. Tienen agujeros, se rompen, no se ponen a tiempo.
– Si estaba embarazada, ¿por qué llevaba condones esa noche? No habrían sido necesarios.
– De acuerdo. Ya habría sido demasiado tarde -admitió Barbara-. Pero tal vez no sabía que la había dejado bombada. Fue preparado como de costumbre, y ella le soltó la buena nueva nada más llegar. Ella está embarazada y él está comprometido con otra. ¿Qué pasa?
Azhar apagó su cigarrillo. Encendió otro antes de contestar.
– Sería un caso de mala suerte.
– De acuerdo. Estupendo. Imaginemos lo que pasó. Los Malik…
– Pero Haytham aún se habría considerado comprometido con Sahlah -dijo Azhar con paciencia-. Y la familia habría considerado que el embarazo era responsabilidad de la mujer. Como debía de ser inglesa…
– Alto ahí -interrumpió Barbara, irritada ante la mera sospecha-. ¿Por qué suponer eso? ¿Cómo iba a conocer a mujeres inglesas, además?
– Es tu conjetura, Barbara, no la mía. -Estaba claro que Azhar adivinaba el motivo de su indignación. También estaba claro que se le daba una higa-. Lo más probable es que fuera inglesa, porque las jóvenes asiáticas cuidan su virginidad como ninguna inglesa. Las chicas inglesas son fáciles y accesibles, y los hombres asiáticos ansiosos de experiencias sexuales las buscan con ellas, no con asiáticas.
– Muy amable por su parte -comentó con acritud Barbara.
Azhar se encogió de hombros.
– Los valores de la comunidad predominan en lo relativo al sexo. La comunidad valora la virginidad de las mujeres antes del matrimonio y la castidad de las mujeres después del matrimonio. Un joven que quiera echar una cana al aire buscará chicas inglesas, porque éstas no consideran importante la virginidad. Están disponibles.
– ¿Y si Querashi se topó con una chica inglesa que no compartía esta fascinante actitud? ¿Y si se topó con una chica inglesa convencida de que echar un polvo con un tío, fuera cual fuera su color, raza o religión, equivalía a comprometerse con él?
– Estás enfadada -dijo Azhar-, pero no era mi intención ofenderte con esta explicación, Barbara. Si haces preguntas sobre nuestra cultura, recibirás respuestas que entrarán en conflicto con tus creencias.
Barbara apartó el plato a un lado.
– Y tú deberías olvidar la idea de que mis creencias, como las llamas, reflejan las creencias de mi cultura. Si Querashi dejó preñada a una chica inglesa, y después fue con el cuento de que debía cumplir su deber con Sahlah Malik, y perdona, pero da igual que estés en una situación desesperada porque eres una inglesa de mierda, ¿cómo crees que reaccionaría su padre o su hermano ante la noticia?
– Mal, supongo -dijo Azhar-. De hecho, tal vez con intenciones asesinas. ¿No estás de acuerdo?
Barbara no estaba dispuesta a permitir que Azhar condujera la conversación hacia el objetivo de su elección: la culpabilidad de un inglés. Era veloz como el rayo, pero ella era muy obstinada.
– Tal vez los Malik lo descubrieran todo: la relación, el embarazo. ¿Y si la mujer, quienquiera que fuera, les informó antes de avisar a Malik? ¿No crees que tal vez perdieron los estribos?