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Malik se escabulló.

– Haytham vivía de acuerdo con las normas del islam. Era un buen hombre. Deseaba ser un haji. Era una cualidad que yo valoraba mucho en un marido para mi hija. Sahlah pensaba lo mismo.

– ¿Qué pensaba su hijo sobre la entrada del señor Querashi en la familia? Ocupa un cargo de responsabilidad en la fábrica, ¿verdad?

– Muhannad es nuestro director de ventas. Haytham era nuestro director de producción.

– ¿Cargos de igual importancia?

– En esencia. Como ya sé cuál será su siguiente pregunta, le aseguro que no existía ningún conflicto de competencias entre ellos. Sus trabajos no estaban relacionados.

– Supongo que los dos deseaban hacer bien su trabajo.

– Yo diría que sí, pero sus actuaciones individuales no iban a cambiar el futuro. Después de mi muerte, mi hijo será nombrado director gerente de la empresa. Haytham lo sabía. De hecho, era lo lógico. En consecuencia, Muhannad no debía albergar temores sobre la llegada de Haytham, si es eso lo que está insinuando. Sucedía todo lo contrario. Haytham aligeró un peso de las espaldas de Muhannad.

– ¿Qué clase de peso?

Malik desabrochó el último botón de su camisa y se pasó de nuevo la muñeca por la cara para secar el sudor. La habitación carecía de ventilación, y Emily se preguntó por qué no abría una de las dos ventanas.

– Antes de la llegada de Haytham, Muhannad supervisaba además el trabajo del señor Armstrong. El señor Armstrong era un empleado interino y no es miembro de la familia, así que necesitaba mayor supervisión. Como director de producción, era responsable del funcionamiento de toda la fábrica, y si bien su trabajo era excelente, sabía que su empleo era temporal, y por lo tanto no tenía motivos para ser tan meticuloso como alguien cuyo interés fuera permanente. -Alzó un dedo para impedir que Emily formulara la siguiente pregunta-. No estoy diciendo que consideráramos inaceptable el trabajo del señor Armstrong. De haber sido así no le habría llamado para cubrir la vacante de Haytham.

Aquél era el punto en que Barbara Havers había hecho hincapié. Armstrong había recibido la oferta de volver a Mostazas Malik.

– ¿Cuánto tiempo calcula que trabajará esta vez aquí el señor Armstrong?

– El que tarde en encontrar otro marido conveniente para mi hija, y que además pueda trabajar en la fábrica.

Lo cual exigiría cierto tiempo, pensó Emily, y consolidaría la posición de Ian Armstrong en la fábrica.

– ¿El señor Armstrong conocía al señor Querashi?

– Ya lo creo. Ian enseñó el trabajo a Haytham durante los cinco días anteriores a su marcha.

– ¿Cómo era su relación?

– Cordial, en apariencia, pero Haytham era un hombre afable. No tenía enemigos en Mostazas Malik.

– ¿Conocía a todos los trabajadores de la fábrica?

– Por fuerza. Era el director de la fábrica.

Lo cual significaba entrevistas con todo el mundo, pensó Emily, porque todo el mundo tenía enemigos, dijera lo que dijera Akram Malik. El problema residía en obligarlos a salir a la luz. Asignó mentalmente dos agentes a la tarea. Podrían utilizar la misma sala de conferencias. Serían discretos.

– ¿A quién más conocía el señor Querashi, fuera de la fábrica?

Akram pensó unos momentos.

– A muy poca gente. Frecuentaba la Cooperativa de Caballeros. Yo sugerí que ingresara, y lo hizo al instante.

Emily conocía la Cooperativa de Caballeros. Había ocupado un lugar preferente en el retrato de Akram Malik perfilado por la literatura de la campaña. Era un club social para hombres de negocios de la localidad, que Akram Malik había fundado poco después de abrir la fábrica. Se encontraban cada semana para comer y una vez al mes para cenar, y su propósito era fomentar el buen nombre de las empresas, la cooperación en el comercio y el compromiso de velar por el crecimiento de la ciudad y el bienestar de los ciudadanos. El objetivo consistía en descubrir y alentar puntos de interés comunes entre los miembros, pues su fundador defendía la filosofía de que los hombres que trabajan por un interés mutuo son hombres que viven en armonía mutua. Interesante, pensó Emily, observar la diferencia entre la Cooperativa de Caballeros, fundada por Akram Malik, y Jum'a, fundada por su hijo. Se preguntó hasta dónde llegaba el desacuerdo entre los dos hombres, y si esta situación había influido en el futuro yerno.

– ¿Su hijo también es miembro de este grupo? -preguntó, picada por la curiosidad.

– Muhannad no asiste con la frecuencia que yo desearía -dijo Malik-, pero sí, es miembro.

– ¿Menos devoto a la causa que el señor Querashi?

Malik compuso una expresión seria.

– Intenta relacionar a mi hijo con la muerte del señor Querashi, ¿verdad?

– ¿Qué pensaba su hijo sobre este matrimonio de conveniencia? -replicó Emily.

Por un momento, la expresión de Malik sugirió que no estaba dispuesto a contestar más preguntas sobre su hijo, a menos que Emily le explicara por qué las hacía, pero se contuvo.

– El propio matrimonio de Muhannad fue de conveniencia, y no le preocupaba que el de su hermana fuera igual. -Se removió en su silla-. No ha sido fácil educar a mi hijo, inspectora. Creo que ha recibido demasiada influencia de la cultura occidental, y tal vez le cuesta comprender mi postura ante esta situación, pero respeta sus raíces y está muy orgulloso de su linaje. Es un hombre de su pueblo.

Emily había oído con demasiada frecuencia la misma frase aplicada a defensores del IRA y otros extremistas políticos. Si bien era cierto que el activismo político de Muhannad en la ciudad apoyaba el punto de vista de su padre, la existencia de Jum'a sugería que lo que podía identificarse como orgullo de linaje de Muhannad también era susceptible de identificarse como cierta propensión a pasarse de rosca, así como cierta habilidad para manipular a la gente aprovechando su ignorancia y miedo. En cualquier caso, pensar en Jum'a la impulsó a preguntar:

– ¿El señor Querashi también pertenecía a la fraternidad de su hijo, señor Malik?

– ¿Fraternidad?

– Conoce la existencia de Jum'a, ¿verdad? ¿Era miembro de ella Haytham Querashi?

– Lo ignoro. -Desdobló el gorro con el mismo cuidado que había utilizado para doblarlo, y prestó atención a los movimientos de sus dedos delgados sobre el papel-. Muhannad podrá decírselo. -Frunció el ceño y alzó la vista-. Pero debo confesar que me preocupa la dirección que ha tomado con estas preguntas. Consigue que me pregunte si mi hijo, demasiado propenso a la ira y a la demagogia en lo que concierne a cuestiones raciales, para qué negarlo, está en lo cierto al asumir que usted hará la vista gorda a la posibilidad de qué el odio y la ignorancia sean los únicos móviles de este crimen.

– No pienso hacer la vista gorda a todo eso -replicó Emily-. Los crímenes racistas son problemas globales, y sería estúpido por mi parte negarlo. Pero si el odio y la ignorancia están detrás del asesinato de Querashi, iban dirigidos a un blanco concreto, y no al primer asiático que el asesino se encontró por la calle. Necesitamos saber los contactos que tenía el señor Querashi en las dos comunidades. Es la única forma de atrapar a su asesino. La Cooperativa de Caballeros representa una forma de vida en Balford-le-Nez. Jum'a representa otra, estará de acuerdo conmigo. -Se levantó-. Si me acompaña hasta el señor Armstrong…

Akram Malik la miró con aire pensativo. Debido a tal escrutinio, Emily fue consciente de las diferencias que les separaban, no sólo las normales entre hombre y mujer, sino las diferencias culturales que siempre les definirían. Se revelaban en su forma de vestir: top fino, pantalones grises, la cabeza descubierta. Se revelaban en la libertad que se le permitía: una mujer sola en un inmenso mundo al alcance de su mano. Se revelaban en el cargo que ocupaba: la figura dominante en un equipo compuesto en su mayoría por hombres. Era como si ella y Akram Malik, pese al amor que éste profesaba a su país de adopción, procedieran de universos diferentes.