Paseó la vista entre Emily y Barbara, como si esperara a que una de ellas le diera la razón. Como ninguna lo hizo, encadenó con su idea anterior.
– No había nadie, de veras. Si buscan un móvil entre nuestros trabajadores, no creo que encuentren ninguno. Hace sólo unas horas que he vuelto, y por lo que he visto, su muerte ha causado un sentido dolor entre los suyos.
– ¿Conoce a alguien llamado Kumhar? -preguntó Barbara después de sentarse a la mesa.
– ¿Kumhar?
Armstrong frunció el ceño.
– F. Kumhar. ¿Le suena el nombre?
– En absoluto. ¿Es alguien que trabaja aquí? Porque conozco a todo el mundo… Es por motivos de trabajo. A menos que lo contrataran durante la estancia del señor Querashi, y que aún no me lo hayan presentado…
– La señorita Malik piensa que podría ser alguien contratado por horas cuando el volumen de trabajo es muy grande. Habló sobre etiquetados.
– ¿Un empleado por horas? -Armstrong miró a Emily-. ¿Me permite…? -preguntó, como si se considerara bajo su supervisión. Se encaminó a una de las estanterías y bajó un libro mayor, que llevó a la mesa-. Siempre hemos sido muy cuidadosos con nuestros registros. En la posición del señor Malik, emplear a ilegales sería desastroso.
– ¿Existe ese problema por aquí? -preguntó Barbara-. Por lo que yo sé, los ilegales suelen dirigirse a las ciudades. Londres, Birmingham, lugares donde ya existe una comunidad asiática numerosa.
– Hummm…, sí. Supongo que sí -dijo Armstrong, mientras pasaba algunas páginas del libro y examinaba las fechas de la parte superior-. Pero no estamos lejos de los puertos, ¿sabe? Los ilegales saben burlar la vigilancia, y el señor Malik insiste en que andemos siempre atentos.
– Si el señor Malik tuviera contratados a inmigrantes ilegales, ¿es posible que Haytham Querashi lo descubriera?
Armstrong alzó la vista. Comprendió la dirección que estaba tomando el interrogatorio, y pareció aliviado de que la atención se desviara de él. Sin embargo, no intentó falsear su respuesta.
– Puede que lo hubiera sospechado, pero si alguien le presentó papeles bien falsificados, no sé cómo lo hubiera descubierto. Al fin y al cabo, no era inglés. ¿Cómo iba a saber lo que debía buscar?
Barbara se preguntó qué más daba ser o no inglés.
Él examinó una página que había seleccionado. Después, repasó otras dos.
– Éstos son los trabajadores por horas más recientes -dijo-, pero no hay ningún Kumhar entre ellos. Lo siento.
Entonces, Querashi le había conocido en otro contexto, concluyó Barbara. Se preguntó cuál. La organización paquistaní fundada por Muhannad Malik? Cabía la posibilidad.
– Si Querashi hubiera despedido a alguien, temporal, fijo o por horas, ¿constaría en esa lista? -preguntó Emily.
– Los empleados despedidos tienen fichas personales, claro está -dijo Armstrong, al tiempo que indicaba los archivadores que ocupaban una pared, pero su voz enmudeció mientras hablaba, y volvió a sentarse en su silla, con aire pensativo. Al parecer, lo que estaba pensando sirvió para calmar su mente, porque sacó un pañuelo y se secó la cara.
– ¿Se le ha ocurrido otra cosa? -preguntó Emily.
– ¿Un empleado despedido? -dijo Barbara.
– Tal vez no sea nada. Lo sé porque me lo dijo uno de sus compañeros del departamento de envíos, después de que pasara. Fue sonado, claro.
– ¿A qué se refiere?
– Trevor Ruddock, un chico de la ciudad. Haytham le despidió hace tres semanas. -Armstrong se acercó a uno de los archivadores y buscó en un cajón. Extrajo una carpeta y la llevó a la mesa, mientras leía la documentación que contenía-. Sí, aquí está… Oh, cielos. Bien, no es muy agradable. -Levantó la vista y sonrió. Sin duda había leído buenas noticias para él en el expediente de Trevor Ruddock, y estaba celebrando el hecho-. Trevor fue despedido por robar, según consta aquí. El informe está escrito con la letra de Haytham. Al parecer, le pilló con las manos en la masa, es decir, con una caja de existencias que debía enviarse. Le despidió en el acto.
– Un chico, ha dicho -comentó Barbara-. ¿Cuántos años tiene?
Él consultó el expediente.
– Veintiuno.
Emily apoyó a Barbara.
– ¿Está casado? ¿Tiene hijos?
Armstrong se apresuró a complacerlas.
– No -dijo-, pero vive en su casa, según la solicitud de empleo. Y sé que allí viven cinco niños, además de Trevor y sus padres. Y a juzgar por la dirección que dio… -Miró a las dos policías-. Bien, no es la mejor zona de la ciudad exactamente. Yo diría que su familia necesitaba todo el dinero que él ganaba. Así son las cosas en esa parte de la ciudad.
Una vez dicho esto, pareció darse cuenta de que cualquier intento de desviar las sospechas hacia otra persona sólo serviría para fortalecer las sospechas sobre él. Se apresuró a continuar.
– El señor Malik intercedió por el muchacho. Aquí hay una copia de la carta que escribió, solicitando a otro hombre de negocios de la ciudad que diera una oportunidad de redimirse a Trevor mediante un empleo.
– ¿Dónde? -preguntó Barbara.
– En el parque de atracciones. Allí le encontrarán, sin duda. Si quieren hablar con él sobre su relación con el señor Querashi, me refiero.
Emily extendió la mano y apagó la grabadora. Armstrong compuso una expresión de alivio, liberado por fin, pero cuando Emily habló, le devolvió a la realidad.
– No pensará abandonar la ciudad durante los próximos días, ¿verdad? -le preguntó con tono afable.
– No he pensado ir…
– Estupendo -dijo Emily Barlow-. No me cabe duda de que tendremos que hablar otra vez con usted. Y también con sus suegros.
– Por supuesto. En cuanto a este otro asunto… lo de Trevor, lo del señor Ruddock… Supongo que querrán…
No terminó la frase. No se atrevió. «Ruddock tiene un móvil» eran las palabras que Armstrong no podía decir. Pues aunque Haytham Querashi les había dejado sin trabajo a los dos, sólo uno de ellos se había beneficiado al instante de la muerte del paquistaní. Y todos los que estaban sentados a la mesa sabían que el principal beneficiario de la primera muerte violenta acaecida en la península de Tendring en cinco años también estaba sentado en la ex oficina de Querashi, y había recuperado el trabajo que la llegada de Querashi a Inglaterra le había arrebatado.
Capítulo 9
Cliff Hegarty las vio salir juntas de la fábrica de mostazas. No las había visto entrar al mismo tiempo. Sólo había visto a la mujer baja y regordeta de pelo imposible bajar de un Austin Mini hecho polvo, con un bolso del tamaño de un buzón. No le había prestado mucha atención, aparte de preguntarse por qué una mujer con su cuerpo llevaba pantalones morunos, que sólo servían para destacar su ausencia de cintura. La había visto, analizado su apariencia personal, considerando improbable que alguien como ella entrara a curiosear en Distracciones para adultos Hegarty, y la había borrado de su mente. Sólo cuando la vio por segunda vez comprendió quién, o mejor dicho, qué era. Y después llegó a la conclusión de que el día, que ya había empezado mal, tenía todos los números para empeorar.
La segunda vez que vio a la mujer iba acompañada de otra. Ésta era más alta, tan fornida que parecía capaz de tirar al suelo a un oso polar, y exhibía un aura de autoridad que sólo podía existir una explicación para lo que estaba haciendo en Mostazas Malik poco después de lo ocurrido en el Nez. Era la bofia, comprendió Cliff. Tenía que serlo. Y la otra, con la que conversaba de una forma que sugería intimidad profesional, cuando no personal, debía ser también de la pasma.
Mierda, pensó. Lo último que necesitaba era policías rondando en la zona industrial. No había bastante con el consejo municipal. Les encantaba acosarle, y pese a sus repetidas afirmaciones de que iban a rescatar a Balford de la penuria económica, estarían encantados de acabar con su negocio. Y era muy probable que aquellas dos polis se unieran a la oposición contra él en cuanto echaran un vistazo a sus rompecabezas. Y no cabía duda de que los verían. Si se dejaban caer para charlar, como harían con todos aquellos que hubieran visto al cadáver antes de convertirse en cadáver, acabarían echando un vistazo. Esa visita, aparte de las preguntas que haría lo posible por evitar contestar, era uno de los varios acontecimientos inminentes que Cliff no aguardaba con alegría incontenible.