– Pero Europa se encrespa. El paro puede llevar a la protesta social y a nuevas rebeliones primitivas -objetó la rubia tornasol mientras cruzaba las piernas enfundadas en medias negras.
– Europa se encrespa, dice usted. ¿De qué Europa me habla como supuesto sujeto colectivo encrespado? De momento todo eso es carnaza informativa, materiales de deshecho mediático. Con el tiempo el mal sueño depredatorio capitalista termina. Los obreros europeos se rendirán y volverá a ser más rentable producir en Europa que en Corea. Los inversores iremos viajando como los apátridas o los jugadores de ruleta, poniendo nuestro dinero en los números más propicios.
La morena izó la bandera generacional.
– ¿Vamos a vivir instalados en la perpetua incertidumbre? A nosotros nos llaman la generación X, al parecer estamos condenados a sufrir esa incertidumbre, a ser una perpetua incógnita por despejar, ¿qué podemos esperar?
– Con ustedes no termina el alfabeto. Peor lo tendrán las generaciones Y y Z. En cuanto a la incertidumbre, creo lo mismo que Galbraith, cada ideología se ha mezclado tanto con la otra que al final asistimos a la era de la incertidumbre, en contraste con las grandes certidumbres del pensamiento económico del siglo diecinueve. En el fondo participo de la calificación pesimista y melancólica de la economía como la viera Carlyle: los economistas son respetuosos profesores de la ciencia lúgubre. Lo importante es salvarse individualmente, ser el menos cadáver de un mercado de presuntos cadáveres.
Las dos suscribieron la misma duda atacante.
– Y eso es inalterable, ¿no se pueden cambiar las tendencias de la realidad?
– Los instrumentos para transformar la realidad son los terremotos, la iniciativa privada, las instituciones internacionales, el Estado, el Cine y la Literatura. La iniciativa privada española en el terreno de la economía, la política y la sociedad civil constituye tres vías miserables, inoperantes y memas. Tal vez por eso me dedico cada vez más a la literatura, porque no es que transforme la realidad, la sustituye por otra, según la real gana del escritor y de ahí la financiación del premio Lázaro Conesal. Recuerden el himno a la Libertad de Schiller, musicado por Beethoven. Si no consigues la felicidad en la tierra, búscala en las estrellas. La literatura es el único instrumento solvente de reordenar la realidad sin empeorarla. Una vez estaba yo hablando con un gobernador del Banco de España, de cuyo nombre no quiero acordarme, y él me exponía la virtud del programa económico socialista. Le dije que podía ser idéntico a un programa económico de la nueva derecha y lo aceptó. Entonces, le pregunté: ¿en qué se diferencia un programa de derechas de uno de izquierdas? Me contestó que en que las izquierdas defienden el aborto y los conciertos de rock duro y las derechas no. Pero eso se ha terminado. Las derechas inteligentes, aunque digan lo contrario, son partidarias del aborto y de los conciertos de rock. Es cierto que la revolución conservadora es una involución redistributiva, pero aquel que no se sume, será devorado por ella. Siempre hay que subirse al carro de las revoluciones para sobrevivirlas. Quién sabe si esta revolución, que es una contrarrevolución, no será la última contrarrevolución y después llegue el momento de cambiar las cosas. Espero no vivir para verlo y si vivo prefiero estar entonces en situación de cambiarlas yo y no de que me las cambien.
– Pero eso consagra la legitimidad constante de la desigualdad.
– Puesto que hay un contrato social implícito o explícito, la desigualdad carece de legitimidad social, es una cuestión moral y por lo tanto estúpidamente condenable, como el estupro, pero existe y lo que hay que procurar es que afecte a los demás. El estupro existe, lo que tienen ustedes que procurar es no ser sus víctimas. Suena a chiste y probablemente lo sea. La desigualdad bien entendida empieza por uno mismo. Yo prefiero ser vencedor, sobre todo en una sociedad mansa en la que el pobre cada vez más piensa que lo es porque se lo merece y en cualquier caso que el Estado es quien debe resolverle la papeleta.
– ¿No teme una explosión social contra la corrupción, contra los escándalos económicos y morales derivados del terrorismo de Estado? ¿Ya era así cuando era niño? ¿Qué quería ser cuando fuera mayor?
– Yo no he traicionado nada ni a nadie. Soy un abogado del Estado y doctor en Derecho Administrativo con muy buenas notas que jamás se metió en líos rojeras mientras fui a la universidad. Los rojos me caían simpáticos pero me parecían condenados a dejar de ser rojos y simpáticos. El sistema se los acabaría tragando como si fueran donuts. Primero fueron comunistas de distinta marca y diseño que tenían soluciones totales y finales felices para todo. Los que no han cambiado de camisa, ahora se han convertido en moralistas y denuncian la maldad intrínseca del capitalismo sin ofrecer ninguna alternativa. Quieren un capitalismo con rostro humano después de haber fracasado en pos de un socialismo con rostro humano. El socialismo fracasó cuando trató de humanizarse. ¿Por qué ha de ser humano el capitalismo? ¿Qué es lo humano, señoritas? Navidad y los villancicos. Pero el capitalismo no tiene por qué ser humano, ni tener otra ética que la eficacia de la razón orientada hacia la acumulación de un máximo de beneficios en las manos más responsables. Los escándalos y las crisis se corresponden a la naturaleza del capitalismo, son la regla, no la excepción. Galbraith lo ha dicho claramente. La especulación y la cultura del pelotazo, tan cínicamente condenadas por todos los que la promueven y se benefician de ella, corresponden al corazón del sistema. ¿Sabe usted lo que es la tulipomanía? En la Holanda del siglo diecisiete los tulipanes eran escasos y podía cambiarse un tulipán por dos caballos nuevos, pero cuando desapareció la moda de poseerlos, los propietarios de tulipanes se encontraron con una simple flor sin valor de cambio. Sólo tenían valor de uso. Menos mal, porque gracias a aquel origen especulativo hoy día el tulipán forma parte de la cultura y de la economía holandesa.
– Y este egoísmo personal y de clase emergente, como la califica usted, convertido en una regla de conducta internacional, ¿no puede generar una tensión irreparable entre el Norte y el Sur?
A la rubia la encendía la relación de dominación Norte-Sur. Tenía la cara pecosa arrebolada y le brillaban unos ojos que iluminaban aquella barricada contra el ogro del capitalismo salvaje instalado en el piso veintiséis de la Torre Conesal. Alvarito se mesaba las manos y la sonrisa, mientras Carvalho sentía una progresiva ternura por aquella rubia que vivía en la clandestinidad, sin atreverse a asumir, gozar su rubiez. Lázaro Conesal dirigió la respuesta hacia ella, definitivamente desentendido del magnetofón.
– Me excluyo de esa conjura expiatoria de oponer el Sur lacerado al Norte lacerador. No me interesa el Sur lleno de monos portadores de Sida. Ni siquiera me interesa el plato predilecto de algunas etnias: comer sesos de mono a la brasa, una barbacoa de primates. Me interesa el Este, que ofrece profesores de música como criados y licenciadas en Ciencias Exactas como criadas o entretenedoras de cabaret en Estambul. Han abandonado el zoológico comunista para entrar en la jungla capitalista. Vuelvo a interesarme exclusivamente por el Este y el Oeste. El Sur no existe. Es un imaginario o un cementerio de la buena conciencia de la izquierda. Hemos terminado. Supongo…
La rubia cerró el magnetofón crispada y dejó caer la espalda bruscamente contra el respaldo del sillón. Desde allí dirigió una mirada a la vez furibunda y desnuda contra el tiburón de las finanzas y Conesal en cambio le sonrió desvalidamente al tiempo que le tomaba una mano, gesto que desconcertó a la morena, en pleno ajetreo subalterno de recoger los útiles de la entrevista. El financiero miró y remiró la mano de la muchacha.
– ¿Juegas a paddle-tennis?
– ¿Cómo lo sabe?
– ¿Tienes una pista de paddle-tennis en tu casa?
La rubia estaba desconcertada y a la morena se le escapaban los cables y las risitas de complicidad. Conesal cejó en su acoso y se recostó en su sillón gerencial. Desde allí dijo con un hilo de voz grave:
– Me gustaría volver a hablar de todo lo hoy hablado, pero de tú a tú, sin tener que asumir el tipo de animal de zoológico en que me habéis encasillado. ¡Vamos a ver al tiburón de Conesal! ¿Qué tal he hecho de tiburón?
– Yo diría que lo es -dijo la rubia secante, en pie, iniciando la retirada, pero antes de seguir a su compañera sacó una tarjeta de un bolsito demasiado raído para ser cierto y la dejó ante los ojos del financiero.
– Ahí tiene mis señas. Le haré llegar la primera versión de la entrevista, por si quiere comentárnosla.
– Gracias por la tarjeta, pero sé dónde vives.
Reflexionaba al parecer desentendido Conesal mientras las muchachas se marchaban, pero cambió de opinión y de posición inmediatamente para levantarse y casi abalanzarse sobre las chicas, retener a la rubia e intercambiar con ella unas frases secretas que primero la pusieron a la defensiva y luego la hicieron reír antes de asumir un compromiso. Quedó pensativo el financiero y Álvaro intervino de gesto y palabra, poniéndose en pie para tomar la tarjeta y opinando:
– No paras de ligar.
– Ya me conoces. Es pura imaginación. Además, esta muchacha me recordaba a tu madre cuando la conocí en la Ciudad Universitaria. La Pasionaria de Derecho la llamaban y a mí me divertía escandalizarla con mi sistemático pensamiento de derechas. Mujeres. Siempre quieren redimir a alguien. A un tío de izquierdas. A otro de derechas. Al mundo entero. Me han dicho que ha estado aquí Beba.
– Ha estado y le he dicho lo que me dijiste.
Ahora Conesal fingía descubrir la presencia de Carvalho en el despacho e interrogaba a su hijo sobre la sustancia o accidente del intruso.
– Pepe Carvalho, el detective de Barcelona.
Carvalho tuvo la posibilidad de oponer un tour de force entre la mano posesiva, ancha, dura pero no cálida del financiero y la propia, que salió bastante bien del intento de estrujamiento.
– No puedo perder ni un minuto. Me espera el gobernador del Banco de España, aún he de considerar los últimos detalles del premio y luego vendrá lo que vendrá. Charlaremos mientras almorzamos. ¿Ya está el almuerzo en marcha?
– Lo está. ¿Te interesa saber de qué restaurante?
– Un zumo de pomelo y un filete, vuelta y vuelta. No puedo distraer el paladar. He de morder mucho esta tarde.
– Pues para ese viaje…