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El corazón de Beth latió al unísono con el de él.

– Tienes formas muy retorcidas de conseguir lo que quieres -murmuró. No podía ser. Michael no podía amarla realmente.

– Vamos, cariño -dijo él, acariciándole el pelo-. ¿No puedes creer que alguien te quiera? Porque yo te quiero. Te quiero mucho.

¿Alguien la quería? ¿Michael? Resultaba difícil de creer. ¿Beth Masterson, llamada así por la enfermera que la encontró abandonada ante la entrada del hospital Masterson, podía ser amada, realmente amada?

Era lo que había buscado toda su vida.

Y allí estaba el amor, ante ella, como un juguete brillante que no podía tener.

«Si quieres algo más que nada en el mundo, estate preparada para jugártelo todo». Alice también había dicho eso. Y ella quería al maravilloso hombre que estaba a su lado, con su bebé en brazos, más que a nada en el mundo.

– Si te doy mi amor… -si se lo daba todo, ¿cómo la correspondería él? ¿Con coches nuevos, abrigos nuevos, cosas para hacerla supuestamente feliz?

– Te corresponderé con el mío -replicó Michael.

Los ojos de Beth se llenaron de lágrimas, pero sonrió.

– Es cierto que me quieres.

Michael sonrió, feliz.

– Claro que te quiero -se inclinó hacia ella y le dio un rápido beso-. ¡Puf! El tronco se convierte en cocodrilo -su sonrisa se ensanchó-. Es una nueva versión de la rana y el príncipe.

Beth rió, luego lloró y después secó sus lágrimas en el hombro de Michael cuando éste la tomó entre sus brazos. Cuando Mischa protestó al empezar a sentirse el interior de un sándwich entre sus padres, éstos se apartaron y fueron al hospital. Ese día estaban teniendo lugar muchos asuntos importantes.

Tomados del brazo, fueron a la sala de espera de maternidad. Joseph Wentworth y Josie estaban allí, con sus rostros relucientes.

Beth sonrió a ambos. Eran su familia.

Se volvió hacia Michael, que llevaba a Mischa en brazos. Sus hombres.

– Me ha gustado esa sonrisa -murmuró su marido.

– Te quiero -contestó ella.

Un click y un destello acompañaron el beso de Michael, aunque pasaron desapercibidos para Beth.

Y el momento hizo una bonita foto en la siguiente edición del Freemont Springs Daily. El día de San Valentín había estado lleno de excitantes acontecimientos para la familia Wentworth.

Los habitantes de Freemont suspiraron viendo el amor que manifestaba el ex playboy Michael Wentworth por su reciente esposa.

Bea y Millie se sintieron felices por la joven que habían tomado bajo su protección.

El doctor Mercer Manning, especialista en cirugía dental, inspeccionó detenidamente las encías del bebé de Michael y Beth, que sonreía a la cámara. ¡Y pensar que ese mismo día había nacido otro niño Wentworth, el hijo de Jack! El doctor Manning se frotó las manos y sonrió para sí. Ah. Otra generación de trabajo dental.

La vida era maravillosa.

Christie Ridgway

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