– Nada. ¿Dónde me he metido?
– Es normal, aunque la primera impresión se pasa rápido. En cuanto metas la primera y empieces a anotar, te sentirás como en casa.
Yo no anoto, se vio tentado a decir Rick, pero se lo pensó dos veces.
– Entonces, ¿el Bérgamo es el equipo a batir?
– Sí, han ganado ocho Super Bowls consecutivas y sesenta y un partidos seguidos.
– La Super Bowl italiana, ¿cómo no he oído hablar antes de ella?
– Hay mucha gente que no sabe ni que existe. En las páginas de deportes salimos al final de todo, después de la natación y las motos, aunque la Super Bowl se emite por televisión. Claro que en uno de los canales minoritarios.
Tan aterrorizado estaba ante la idea de que sus amigos descubrieran que estaba jugando a un fútbol para escolares en Italia, que la perspectiva de que no hubiera prensa ni partidos televisados era bastante atractiva. Rick no buscaba la gloria en Parma, solo una pequeña paga mientras Arnie y él esperaban a que ocurriera un milagro en casa. No quería que nadie supiera dónde estaba.
– ¿Con qué frecuencia se entrena?
– Nos dejan el campo los lunes, miércoles y viernes, a las ocho en punto de la tarde. Estos tipos trabajan durante todo el día.
– ¿De qué trabajan?
– De todo. Hay un piloto de aerolínea, un ingeniero, varios camioneros, un agente inmobiliario, contratistas, uno de los chicos tiene una quesería, otro es dueño de un bar, un dentista, un par o tres trabajan en un gimnasio, dos albañiles y un par de mecánicos.
Rick repasó la lista mentalmente, poco a poco. La impresión inicial empezaba a desvanecerse.
– ¿Qué tipo de ofensiva utilizan?
– Nos atenemos a lo básico. Formación Power I, mucho movimiento y despistar al contrario. El quarterback que teníamos el año pasado no sabía lanzar, lo que limitaba bastante nuestro ataque.
– ¿El quarterback no sabía lanzar?
– Bueno, saber, sabía, pero no mucho.
– ¿Tenemos un corredor?
– Sí, por supuesto: Slidell Turner. Un jovencito negro de Colorado, seleccionado en el último momento por los Coks hace cuatro años. Luego se deshicieron de él, dijeron que era demasiado bajo.
– ¿Cuánto mide?
– Uno ochenta. Demasiado bajo para la NFL, pero perfecto para los Panthers. Aquí tienen problemas para alcanzarlo.
– ¿Qué cono está haciendo un tipo negro de Colorado en Parma?
– Jugar al fútbol americano mientras espera la llamada. Lo mismo que tú.
– ¿Tengo receptor?
– Sí, Fabrizio, uno de los italianos. Grandes manos, grandes pies, gran ego. Cree que es el mejor jugador italiano de fútbol americano de todos los tiempos. Muy absorbente, pero es un buen tipo.
– ¿Sabrá atrapar mis pases?
– Lo dudo. Para ello tendría que entrenar mucho más. No te lo cargues el primer día.
– Tengo frío -dijo Rick, poniéndose en pie de un salto-. Movámonos un poco.
– ¿Quieres ver el vestuario?
– Claro, ¿por qué no?
Los vestuarios estaban junto a la zona de anotación norte, y mientras se dirigían hacia allí un tren pasó cerca de ellos, a un tiro de piedra. El interior del alargado y achatado edificio estaba adornado con gran cantidad de pósters de propaganda de los patrocinadores. El rugby acaparaba casi todo el espacio, pero los Panthers disponían de una pequeña habitación llena de taquillas y equipamiento.
– ¿Qué te parece? -preguntó Sam.
– Un vestuario -contestó Rick.
Intentó evitar las comparaciones, pero por un instante no pudo evitar recordar las lujosas dependencias de los flamantes estadios de la NFL. Alfombras, taquillas forradas de madera lo bastante grandes para aparcar un coche pequeño en su interior, asientos reclinables de cuero para los jugadores de las líneas defensiva y ofensiva y compartimentos privados en unas duchas más grandes que aquello. En fin. Se dijo que podría soportar cualquier cosa durante cinco meses.
– Esta es la tuya -dijo Sam, señalando una taquilla.
Rick se acercó a su consigna, una vieja caja de metal en la que solo había un casco blanco de los Panthers colgando de un gancho. Había pedido el número ocho, el mismo que estaba dibujado en la parte trasera del casco. Talla siete y medio. La taquilla de Slidell Turner estaba a la derecha y Trey Colby era el nombre que aparecía en la de la izquierda.
– ¿Quién es este? -preguntó Rick.
– Colby es nuestro profundo libre. Jugaba en el Universidad de Miss. Comparte piso con Slidell, son los dos únicos jugadores negros del equipo. Este año solo tenemos tres estadounidenses. El año pasado eran cinco, pero volvieron a cambiar las normas.
Las camisetas y los pantalones del equipo estaban doblados y apilados con sumo cuidado en una mesa en el centro. Rick los inspeccionó con detenimiento.
– Son buenos -dijo al fin.
– Me alegro de que te gusten.
– Antes mencionó algo de cenar. No sé si es una cena, una comida o un desayuno lo que mi cuerpo necesita ahora, pero sea lo que sea será bienvenido.
– Conozco el lugar perfecto. Es una vieja trattoria que llevan dos hermanos. Cario se encarga de la cocina y de los fogones mientras que Niño es el que está de cara al público y se asegura de que todo el mundo esté bien servido. Niño también es tu centro, y no te sorprendas cuando lo conozcas. Seguramente el centro de tu instituto era más grande que él, pero en el campo es duro como una roca y machacar a la gente un par de horas a la semana es lo que él entiende por pasárselo bien. También es el traductor de la ofensiva. Tú comunicas las jugadas en inglés, Niño hace una rápida versión en italiano, tú deshaces el agrupamiento y rezas para que Niño no se haya equivocado con la traducción mientras caminas hacia la línea. La mayoría de los italianos se defienden más o menos en inglés y no dudan en dejarse llevar por el primer impulso. A menudo ni siquiera esperan a que Niño acabe de hablar. Hay jugadas en que cada uno va por su lado y tú no tienes ni idea de lo que está pasando.
– Y cuando eso ocurra, ¿qué hago?
– Correr como si te fuera la vida en ello.
– Puede ser divertido.
– Tal vez, pero esta gente se lo toma en serio, sobre todo en el fragor de la batalla. Les encanta golpear, tanto antes como después de que suene el silbato. Despotrican y pelean, pero luego se dan un abrazo y se van a beber juntos. Puede que esta noche nos acompañe durante la cena un jugador llamado Paolo que habla muy bien el inglés, igual que tal vez uno o dos más. Tienen muchas ganas de conocerte. Niño se encargará de la comida y el vino, así que no te preocupes por el menú. Te chuparás los dedos, créeme.
6
Fueron en coche hasta cerca de la universidad y aparcaron en una de las infinitas callejuelas. Ya había oscurecido y varios grupos de estudiantes paseaban por las calles charlando a voz en grito. Rick estaba muy callado, así que Sam tomó las riendas de la conversación.
– Una trattoria, por definición, es un local familiar, modesto, donde sirven platos deliciosos y vinos del lugar, las porciones son generosas y no suele ser demasiado caro. ¿Estás escuchándome?
– Sí, claro -contestó Rick. Caminaban a paso apresurado por la acera-. ¿Va a darme de comer o a matarme de aburrimiento?
– Estoy intentando ayudarte a entender la cultura italiana.
– Con una pizza bastaría.
– ¿Por dónde iba?
– La trattoria.
– Ah, sí, que sería lo contrario a un restaurante, que suele ser más elegante y caro. Luego está la osteria. Tradicionalmente era un comedor de taberna, aunque ahora se utiliza para designar casi todo. Y el bar, por el que ya hemos pasado. Ah, y la enoteca, que suele hacer las veces de vinatería, donde sirven queso y embutido con la copa de vino. Creo que con eso estaría todo.
– Veo que aquí nadie se queda sin comer.