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Sam recibió la llamada en su móvil. El hombre dijo que era abogado y se ponía en contacto con él por algo relacionado con el deporte y el marketing. Hablaba muy rápido en italiano, y por teléfono aún lo parecía más. A veces Sam se ayudaba leyendo los labios y los gestos de su interlocutor.

El abogado por fin fue al grano: representaba a Fabrizio. Lo primero que pensó Sam fue que el crío se había metido en problemas. Nada más lejos. El abogado también era agente deportivo y contaba con muchos jugadores de fútbol europeo y de baloncesto en su cartera. Quería negociar un contrato para su cliente.

Sam se quedó boquiabierto. ¿Agentes? ¿En Italia?

Adiós al juego.

– Ese hijo de puta se fue del campo en medio de un partido -dijo Sam en el brusco equivalente italiano. -Estaba alterado y lo siente. Es obvio que no podéis ganar sin él.

Sam se mordió la lengua y contó hasta cinco. Calma, se dijo. Un contrato significaba dinero, algo que ningún Panther italiano había pedido nunca. Corrían rumores de que los italianos del Bérgamo cobraban una nómina, pero era el único caso de toda la liga.

Síguele el juego, pensó Sam.

– ¿En qué tipo de contrato está pensando? -preguntó, muy serio.

– Es un gran jugador, eso ya lo sabe. Seguramente el mejor jugador italiano de todos los tiempos, ¿no cree? Yo diría que unos dos mil euros al mes.

– Dos mil -repitió Sam, antes de oír la típica réplica de los agentes.

– Y estamos en tratos con otros equipos.

– Bien, pues sigan tratando. No nos interesa.

– Podría conformarse con menos, pero no demasiado.

– La respuesta es no, amigo. Y dígale al chaval que no se acerque por el campo a no ser que quiera salir con una pierna rota.

Charley Cray, del Cleveland Post, se presentó en Parma ya entrada la tarde del sábado. Uno de sus muchos lectores había topado con la página web de los Panthers y le había llamado la atención la noticia de que el Mayor Asno de la lista de Cray se escondiera en Italia.

La historia era demasiado suculenta para desaprovecharla.

El domingo, Cray cogió un taxi en el hotel e intentó explicarle al conductor adonde quería ir. El taxista no estaba familiarizado con ú football americano y no sabía dónde se encontraba el campo. Genial, pensó Cray, los taxistas ni siquiera son capaces de encontrar el campo. La historia mejoraba por momentos.

Al final llegó al Stadio Lanfranchi treinta minutos antes de la patada inicial. Contó 145 personas en las gradas, 40 Panthers de negro y plata, 36 Warriors de blanco y azul y un jugador negro en cada equipo. Calculó que habría unas 850 personas al inicio del partido.

Esa noche, ya tarde, acabó el artículo y lo comprimió para enviarlo a Cleveland con tiempo más que suficiente para que apareciera publicado en el especial deportivo de los lunes por la mañana. No recordaba la última vez que se lo había pasado tan bien. El artículo decía:

UN PEZ GORDO EN LA LIGA DE LA PIZZA

Parma, Italia. En su desastrosa carrera en la NFL, Rick Dockery completó 16 pases para 241 yardas, y eso en seis equipos diferentes a lo largo de cuatro años. Hoy, jugando con los Panthers de Parma en la versión italiana de la NFL, Dockery ha superado esas cifras. ¡En la primera parte!

21 pases completos, 275 yardas, 4 touchdowns y, lo más increíble de todo, ni una sola intercepción.

¿Es este el mismo quarterback que, sin ayuda de nadie, echó a perder el título de la AFC? ¿El mismo desconocido que fichó la pasada temporada por los Browns por motivos todavía desconocidos y quien ahora está considerado como el Mayor Asno del fútbol americano profesional?

Sí, es el signor Dockery. Y en este maravilloso día de primavera en el valle del Po ha estado simplemente magistraclass="underline" ha lanzado bellas espirales, ha aguantado como un valiente en la bolsa, ha adivinado la intención de la defensa -por llamarla de alguna manera- y, lo crean o no, se ha escabullido para yardas cuando ha sido necesario. Rick Dockery por fin ha encontrado su sitio. Es el hombre, con mayúsculas, jugando entre un montón de niños demasiado grandes.

Ante un ruidoso público que no llegaba al millar de espectadores y en un campo de rugby de 90 yardas, los Panthers de Parma han recibido a los Warriors de Bolonia. Hasta la Universidad de Slippery Rock les sacaría veinte puntos de ventaja, pero ¿eso qué más da? Según el reglamento italiano, todos los equipos pueden tener hasta un máximo de tres estadounidenses. Hoy, el receptor favorito de Dockery ha sido Trey Colby, un hombre esquelético, antiguo jugador de la Universidad de Mississippi, que no ha podido ser marcado por la línea secundaria del Bolonia bajo ningún esquema defensivo.

Colby corría como si lo persiguiera el diablo. ¡Ha anotado tres touchdowns en los primeros diez minutos!

Los demás Panthers son jóvenes alborotadores que han escogido este deporte como un pasatiempo. Ni uno solo podría ser titular en el equipo de tercera regional de un instituto de Ohio. Son blancos, lentos, bajos y juegan al fútbol americano porque no saben jugar al europeo o al rugby.

(Por cierto, el rugby, el baloncesto, el voleibol, la natación, las motos y el ciclismo están mucho mejor considerados que el football americano en esta parte del mundo.)

Sin embargo, los Warriors no han sido pan comido. Su quarterback jugó en la Universidad de Rhodes (¿dónde?, en Memphis, tercera división)_y su corredor de habilidad hizo una carrera con el balón en una ocasión (58 veces en tres años) para la de Rutgers. Se llama Ray Montrose y hoy ha conseguido doscientas yardas y tres touchdowns, incluido el punto ganador del partido a un minuto del final.

Exacto, ni siquiera aquí, en Parma, Dockery consigue deshacerse de los fantasmas del pasado. Con una ventaja de 27 a 7 en la media parte, una vez más se las ha arreglado para arrancarle la derrota a la victoria. Sin embargo, para ser justos, él no ha tenido toda la culpa. En la primera jugada de la segunda parte, Trey Colby tomó altura para intentar atrapar un pase errado (menuda sorpresa) y aterrizó mal. Lo sacaron del campo con una fractura expuesta en la pierna izquierda. El equipo atacante hirvió de indignación y el señor Montrose empezó a campar a sus anchas por el campo. Los Warriors consiguieron un avance espectacular cuando el tiempo se agotaba y ganaron por 35 a 34.

Rick Dockery y sus Panthers han perdido los dos últimos partidos y, a falta de cinco encuentros, sus posibilidades de llegar a los playoffs parecen escasas. Se disputa una Super Bowl italiana en julio y es evidente que los Panthers creían que Dockery podía llevarlos a ella.

Deberían haberle preguntado a los seguidores de los Browns. Les habríamos dicho que se deshicieran de ese paquete y que se buscaran un quarterback de verdad, uno de una escuela universitaria. Y rápido, antes de que Dockery empiece a lanzar pases al otro equipo.

Nosotros sabemos lo que este pistolero es capaz de hacer. Pobres Panthers de Parma.

18

Rick y Sam esperaban como futuros padres al final del pasillo de la segunda planta del hospital. Eran las once y media de la noche del domingo y Trey llevaba en el quirófano desde poco después de las ocho de la tarde. La jugada había consistido en un pase de treinta yardas al medio campo, cerca del banquillo de los Panthers. Sam había oído el chasquido del peroné. Rick no, aunque había visto la sangre y el fragmento de hueso que asomaba a través del calcetín.

Apenas dijeron nada mientras mataban el tiempo leyendo revistas. Sam opinaba que todavía podían clasificarse para los playoffs si ganaban los cinco partidos restantes, una gesta nada fácil puesto que todavía tenían que enfrentarse al Bérgamo. Y Bolzano volvía a estar en forma: acababan de perder ante el Bérgamo por solo dos puntos. Sin embargo, ganar parecía muy poco probable con los pocos atacantes que les quedaban y sin un solo estadounidense en la secundaria para neutralizar las jugadas de pase.