Rick tendría que soportar oír aquel apodo varias veces durante el primer tiempo.
La segunda jugada consistió en otro quarterback sneak que no llegó a ninguna parte, de acuerdo con la estrategia.
Maschi cargó con dureza en todas las situaciones de tercera y larga sin excepción y algunos de sus derribos de quarterback eran verdaderas salvajadas. Sin embargo, tendía a «cargar alto», sin protegerse, tal vez por falta de experiencia o quizá porque le gustaba exhibirse. En la agrupación, Rick anunció la jugada especiaclass="underline" «KM Maschi». El equipo atacante llevaba una semana ensayándola. En formación de escopeta, sin corredor de habilidad y con tres receptores abiertos, Franco se puso detrás de Karl el danés, muy pegado, en la posición del bloqueador izquierdo, y se agachó todo lo que pudo para esconderse. En el saque, la línea de ataque dobló el mareaje sobre los bloqueadores, lo que dejó un enorme hueco para que el signor «L.T.» Maschi cargara a través de él y se dirigiera derecho hacia Rick. Picó el anzuelo y su velocidad casi acabó con él. Rick retrocedió para pasar con la esperanza de que la jugada funcionara antes de que el apoyador arramblara con él. Cuando Maschi irrumpió por el medio, muy incorporado, confiado y emocionado ante la oportunidad de cargar contra Rick tan pronto, de repente el juez Franco apareció de la nada y provocó una tremenda colisión entre los dos jugadores, ambos de cien kilos. El casco de Franco se encajó a la perfección justo por debajo de la barra del casco de Maschi, lo que le arrancó el barboquejo e hizo que el casco dorado del Bérgamo saliera disparado por los aires. Maschi perdió los estribos, tropezó con el casco y al caer de cabeza al suelo, Sam temió haberlo matado de verdad. Era una decapitación típica, uno de los momentos más destacados de todos los partidos, el tipo de jugada que repetirían hasta la saciedad en los canales deportivos de Estados Unidos. Completamente legal, completamente brutal.
Rick se lo perdió porque tenía el balón y estaba de espaldas a la jugada, aunque sí oyó el crujido y el chasquido de una contusión que no presagiaba nada bueno, un golpe igual de violento que los que se producían en la verdadera NFL.
Durante el posterior desarrollo de la jugada, las cosas se complicaron y cuando terminó, los árbitros necesitaron cinco minutos para decidir el resultado. Había al menos cuatro pañuelos en el campo junto con lo que parecían tres cuerpos sin vida.
Maschi no se movía y, no demasiado lejos de él, Franco tampoco. Sin embargo, no hubo ninguna sanción por esa jugada. La primera bandera recayó en la secundaria. El profundo era un pequeño matón llamado McGregor, un yanqui de la Gettysburg College que fantaseaba con pertenecer a la escuela de asesinos de safetys moreadores. En un intento por delimitar el territorio, intimidar, apabullar y encarrilar el partido en el camino correcto, derribó sin miramientos a Fabrizio con el brazo extendido cuando este corría sin hacerle daño a nadie por el campo, lejos de donde se encontraba la acción. Por fortuna, un arbitro lo vio. Por desgracia, Niño también y cuando este salió disparado hacia McGregor y lo derribó, aparecieron más banderas. Los entrenadores entraron corriendo en el campo y a duras penas consiguieron evitar una riña.
Los pañuelos ondearon en la zona donde Rick había sido derribado, tras un avance de cinco yardas. El esquinero, apodado el Catedrático, había jugado brevemente en la Wake Forest de joven y en esos momentos, ya con treinta y tantos, estaba intentando sacarse otra licenciatura en literatura italiana. Cuando no estaba estudiando o impartiendo clases, jugaba y entrenaba para los Lions de Bérgamo. Lejos de ser un académico remilgado, el Catedrático fue derecho a por la cabeza del quarterback del Parma y se felicitó por el golpe bajo. Si el ligamento de la corva le estaba dando problemas, no lo parecía. Tras el duro encontronazo con Rick, le gritó, como si estuviera fuera de sí:
– ¡Gran carrera, Asno! ¡Ahora lánzame un pase!
Rick le dio un empujón, el Catedrático se lo devolvió y hubo más banderas.
Mientras los árbitros se reunían desesperados sin saber qué hacer, los preparadores físicos aprovecharon para atender a los lesionados. Franco fue el primero en levantarse y corrió hasta la línea de banda, donde sus compañeros se le echaron encima. «Kill Maschi» había funcionado a la perfección. En el suelo, Maschi movía las piernas, por lo que en el estadio se respiró cierto alivio. A continuación dobló las rodillas, los preparadores físicos se levantaron y Maschi se puso en pie con un saltito. Caminó hasta la línea de banda, buscó un asiento libre en el banquillo y empezó a respirar oxígeno. Pronto regresaría al terreno de juego, aunque su entusiasmo a la hora de cargar no volvería a ser el mismo en todo el día.
Sam les estaba gritando a los árbitros que expulsaran a McGregor, quien se lo merecía, pero entonces también tendrían que echar a Niño por lanzarle un puñetazo. El acuerdo al que se llegó fue una penalización de quince yardas para los Lions, el primer down de los Panthers. Cuando Fabrizio vio que se marcaba la falta, se puso en pie despacio y fue al banquillo.
Nadie había sufrido lesiones permanentes, todo el mundo volvería a jugar. Ambos banquillos estaban furiosos y los entrenadores les gritaban a los árbitros en una acalorada mezcla de idiomas.
Rick echaba humo tras el encontronazo con el Catedrático, por lo que volvió a llamar su número una vez más. Barrió a la derecha, bordeó el extremo y fue a por él. La colisión fue impresionante, sobre todo para Rick, quien no estaba acostumbrado a golpear, pero cuando embistió al Catedrático delante del banquillo dejos Panthers, sus compañeros gritaron encantados. Avance de siete yardas. La testosterona corría a raudales. Tenía todo el cuerpo dolorido después de dos colisiones directas. La misma jugada, un barrido del quarterback a la derecha. Claudio lanzó un bloqueo sobre el Catedrático y cuando este dio media vuelta para esquivarlo, Rick cargó a toda velocidad, con la cabeza gacha y el casco dirigido hacia su pecho. Una nueva y deslumbrante colisión. Rick Dockery se había convertido en un cazador de cabezas.
– ¿Qué cono estás haciendo? -le gritó Sam cuando pasó por su lado.
– Moviendo el balón.
Si no cobrara, Fabrizio se habría dirigido a los vestuarios y habría abandonado, pero el salario conllevaba una responsabilidad que el joven había aceptado con madurez. Además, todavía seguía queriendo jugar a nivel universitario en Estados Unidos y abandonar no le ayudaría a conseguir ese sueño. Regresó corriendo al campo, junto con Franco, y el equipo atacante volvió a estar intacto.
Además, Rick estaba cansado de correr. Con Maschi en el banquillo, trabajó dentro del campo con Franco, quien había jurado sobre la tumba de su madre que no perdería el balón, y le lanzó un pase corto a Giancarlo bordeando los extremos. Rick amagó una entrega, salió corriendo con el balón dos veces y realizó un bonito avance. En segunda y dos desde las diecinueve yardas, hizo un amago hacia Franco, hizo un amago hacia Giancarlo, salió corriendo con el balón, luego se detuvo en seco en la línea y le lanzó a Fabrizio en la zona de anotación. McGregor estaba cerca, pero no lo suficiente.
– ¿Tú qué crees? -le preguntó Sam a Rick mientras miraban a los equipos alinearse para el saque.
– Hay que vigilar a McGregor. Intentará romperle las piernas a Fabrizio, se lo garantizo.
– ¿No estará afectándote la mierda esa del «Asno»?
– No, Sam, estoy sordo.
El corredor de habilidad del Bérgamo, el mismo a quien según los informes no le gustaba golpear, atrapó el balón en la tercera jugada y consiguió golpear (con dureza) a todos los miembros de la defensa de los Panthers mientras realizaba una bella carrera de setenta y cuatro yardas que puso en pie a los seguidores e histérico a Sam.