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– Mire, Sam, hace seis meses me sacaron en camilla del campo de Cleveland. Me desperté veinticuatro horas después en un hospital, tras mi tercera conmoción cerebral. El médico me sugirió que dejara el fútbol y mi madre me suplicó que hiciera otro tanto. El pasado domingo me desperté en el vestuario. Me puse en pie, salí al campo y supongo que lo celebré con los demás, pero no lo recuerdo, Sam, volvía a estar grogui. La cuarta. No sé cuántas más podré soportar. -Te entiendo.

– Esta temporada me he llevado unos cuantos golpes. No deja de ser fútbol, y Maschi me golpeó con tanta fuerza como cualquiera de la NFL. -¿Vas a dejarlo?

– No lo sé. Déme un tiempo para pensarlo, para aclarar las ideas. Me voy a la playa unas semanas. -¿Adonde?

– Mi agente de viajes ha decidido que a Apulia, en el sur, en el tacón de la bota italiana. ¿Ha estado allí? -No. ¿Es cosa de Livvy?

– Sí.

– ¿Y lo del visado?

– No le preocupa.

– ¿Vas a raptarla?

– Es un rapto conjunto.

Subieron al tren temprano y ocuparon sus asientos mientras los demás pasajeros se apresuraban a subir en medio de un calor sofocante. Livvy se sentó delante de él, se descalzó y apoyó los pies en el regazo de Rick. Esmalte de uñas naranja. Minifalda. Kilómetros de pierna.

Livvy desdobló un horario de trenes del sur de Italia. Le había preguntado por sus preferencias, por lo qué tenía pensado y le apetecía. La escueta respuesta de Rick dejó a Livvy más que satisfecha. Pasarían una semana en Apulia, luego tomarían un ferry hasta Sicilia, donde pasarían diez días más, y a continuación cogerían un barco hasta la isla de Cerdeña. A medida que se acercara agosto, se dirigirían hacia el norte, lejos de los veraneantes y el calor, y explorarían las montañas del Véneto y Friuli. Quería ver las ciudades de Verona, Vicenza y Padua. Quería verlo todo.

Se alojarían en hostales y hoteles baratos y utilizarían el pasaporte solo cuando el pequeño problema del visado estuviera resuelto. Franco se estaba empleando a fondo para salvar aquel escollo.

Tomarían trenes y ferrys, pero taxis solo cuando fuera necesario. Tenía planes, planes alternativos y más planes. La única condición de Rick había sido el límite de iglesias por día: dos. Livvy intentó negociar la cifra, pero claudicó al final.

Sin embargo, la joven no tenían planes para después de agosto. La sola mención de su familia hacía que Livvy se pusiera de mal humor, por lo que intentaba olvidar la complicada situación que tenía en casa. Cada vez hablaba menos de su familia y más de retrasar el último año de universidad.

Rick estaba conforme. Mientras le masajeaba los pies, se dijo que seguiría aquellas piernas a donde fuera. El tren iba medio vacío. Los hombres que pasaban por el lado no podían evitar que se les fueran los ojos detrás de aquellas piernas. Livvy estaba ausente estudiando el sur de Italia, maravillosamente ajena a la atención que sus pies desnudos y sus piernas bronceadas despertaban.

Al tiempo que el Eurostar partía del andén, Rick miró por la ventanilla y esperó. Pronto pasaron junto al Stadio Lanfranchi, a menos de sesenta metros de la zona de anotación norte o como lo llamaran en el rugby.

Se permitió una sonrisa de profunda satisfacción.

Nota del autor

Hace unos años, mientras investigaba para otro libro, descubrí por casualidad el fútbol americano en Italia. Existe una verdadera NFL italiana, con equipos de verdad, jugadores de verdad e incluso una Super Bowl de verdad, por lo que la ambientación de este libro es razonablemente precisa, aunque, como es habitual, no vacilé en tomarme ciertas libertades cuando tuve que enfrentarme a una investigación posterior.

Los Panthers de Parma existen. Los he visto jugar contra los Dolphins bajo la lluvia en el Stadio Lanfranchi. Su entrenador se llama Andrew Papoccia (Illinois State), cuya aportación ha sido inestimable. También han sido de gran ayuda el quarterback, Mike Souza (Illinois State), el receptor Craig Mclntyre (Eastern Washington) y el coordinador de defensa Dan Milsten (Universidad de Washington). En lo relativo al fútbol americano, estos estadounidenses respondieron a todas mis preguntas. En lo relativo a la comida y el vino, se mostraron incluso más entusiastas.El dueño de los Panthers se llama Ivano Tira, una persona muy cordial que se aseguró de que disfrutara de mi estancia en Parma. David Montaresi me acompañó a visitar esta magnífica ciudad. Paolo Borchini y Ugo Bonvicini, antiguos jugadores, colaboran en la dirección del equipo. Los Panthers son un grupo de recios italianos que salen al campo por amor al juego y por la pizza de después. Una noche me invitaron al Pólipo después de un entrenamiento y reí hasta que se me saltaron las lágrimas.

Sin embargo, todos los personajes de estas páginas son ficticios. He hecho todo lo posible por alejarme de las personas reales, por lo que cualquier similitud es pura coincidencia.

Gracias también a Bea Zambelloni, Luca Patouelli, Ed Pricolo, Llana Young Smith y Bryce Miller, y mi agradecimiento especial al alcalde de Parma, Elvio Ubaldi, por las entradas para la ópera. Fui su invitado de honor en su palco y disfruté de un maravilloso Otello en el Teatro Regio.

John Grisham, 27 de junio de 2007.

John Grisham

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