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Sashka Veyyil parecía tan serena y hermosa como en el momento en que él la había besado y la había dejado para iniciar el rito que significaría la destrucción de Tarod. Vistiendo un traje de terciopelo y, sobre éste, una chaqueta forrada de piel para resguardarse del frío, y con sus cabellos castaños cuidadosamente peinados y adornados, era la viva imagen de la aristócrata tranquila y segura de sí misma, y Keridil se sentía orgulloso de ella. Una y otra vez, le daba Sashka pruebas de lo valiosa que era para éclass="underline" anotaba los asuntos que él habría de estudiar más tarde; daba órdenes en su nombre; hacía frente al incesante alud de mensajeros del Sur. Y más tarde, cuando había terminado el trabajo, iba al encuentro de él en sus habitaciones particulares y le dejaba paladear una vez más sus dóciles y voraces encantos, mientras mitigaba los estragos que en él había causado la jornada.

La propia Sashka estaba intrigada por el rumbo que habían tomado los acontecimientos. Cuando le contaron lo que había dicho Drachea Rannak, había abierto mucho los ojos con incredulidad, pero Keridil lo había confirmado lo bastante para convencerla. Se felicitaba de su propia fuerza de carácter al haberse tomado con calma el regreso desde la dimensión sin Tiempo, a pesar de que su única experiencia de ello había sido el impacto que había sacudido a todo el Castillo al llegar el Péndulo del limbo, y ahora especulaba al darse cuenta de que Tarod estaba todavía vivo. Cuando éste era Adepto de séptimo grado del Círculo, se había prometido a él..., pero cuando se había sabido la verdad sobre Tarod, había tenido afortunadamente el acierto y la previsión de pasarse al otro bando antes de que pudiese mancillarse su prestigio. Y los dioses la habían recompensado haciendo que llamase la atención a un hombre cuyo rango jamás hubiese podido igualar Tarod; un hombre al que, además, le resultaba más fácil engatusar y someter a su voluntad. Como amante del Sumo Iniciado gozaba de una posición en la que no había podido soñar... y sin embargo, en lo más hondo de su ser, había algo que la inquietaba y que seguiría inquietándola mientras Tarod estuviese vivo. Le despreciaba, le odiaba... , pero no podía olvidarle por completo. Y a causa de estos sentimientos, quería verle sufrir. Antes había tenido la satisfacción de creer que él la amaba y deseaba todavía, pero ahora parecía que las cosas habían tomado otro rumbo. El joven de Shu-Nhadek había hablado de una muchacha de las Llanuras del Este que se había empeñado en defender la causa de Tarod y que estaba ahora encerrada en el Castillo. Sería interesante, pensaba Sashka, averiguar algo más acerca de ella...

Se inclinó hacia delante y tocó ligeramente el hombro de Keridil. Este se volvió, le sonrió, le asió los dedos y se los llevó a los labios para besarlos, — Debes de estar cansada, amor mío — dijo, con solicitud.

Ella sacudió la cabeza.

—Cansada, no..., pero un poco entumecida por haber estado tanto tiempo sentada. ¿Me disculparás si te dejo solo?

—Desde luego. —Le besó de nuevo la mano—. Mira si tus padres necesitan algo. Y salúdales de mi parte.

—Así lo haré.

Entró en el comedor y se deslizó ágilmente por el estrecho pasillo entre las mesas. Una mujer mayor, con el hábito de las Hermanas, le dirigió una mirada fulminante al cruzarse con ella, pero Sashka no le hizo caso. La Hermana Erminet Rowald había sido una de sus superiores en la Residencia de la Tierra Alta del Oeste cuando ella era oficialmente Novicia, y no trataba de disimular su antipatía por Sashka. A ésta le importaba un comino la opinión de la Hermana Erminet, pues la consideraba una arpía arrugada y frustrada que tenía celos de las que habían tenido más fortuna que ella. Y nada tenía que temer de la vieja, pues, si todo iba bien, era muy improbable que tuviese que volver a la Residencia para continuar sus estudios.

Irguiendo con arrogancia la cabeza, pasó junto a la Hermana Erminet y miró a su alrededor. Casi inmediatamente, vio a su presa sentada entre un grupo de jóvenes Iniciados a los que parecía estar contando una historia. Drachea Rannak era una celebridad, pero Sashka estaba segura de que podría persuadirle de que le dedicase un poco de su tiempo...

Se acercó a la mesa y dijo:

— Discúlpame...

Drachea levantó la cabeza y se sorprendió al ver que le estaba sonriendo la bella y noble joven que había estado sentada toda la mañana al lado del Sumo Iniciado. No conocía su nombre ni su posición, pero su cara era más que suficiente para despertar su interés. Se levantó y le hizo una reverencia.

— Señora, temo que no he tenido el privilegio de serle presentado.

Sus modales eran impecables. Sashka inclinó la cabeza.

—Soy Sashka Veyyil, de Veyyil Saravin, provincia de Han. — Se alegró al ver que el nombre del clan parecía serle conocido—. Creo que tú eres Drachea Rannak, heredero del Margrave de Shu.

—Para servirte.

Los Iniciados se habían levantado también y escuchaban con interés la conversación. Sashka les miró con expresión altiva.

—Caballeros, el Sumo Iniciado me ha pedido que dé cierta información confidencial al heredero del Margrave. Si queréis disculparme...

El truco resultó eficaz y los Iniciados se alejaron cortésmente, dejando solos a Sashka y Drachea. Ella se sentó, invitando a Drachea a hacer lo propio, y dijo si preámbulos.

—Me interesó muchísimo tu historia, Drachea... ¿Puedo llamarte Drachea?

El se sonrojó.

— Lo consideraré un honor.

—Gracias. En particular, quisiera saber algo más acerca de la muchacha que dices que estaba confabulada con Tarod.

— Cyllan.

No acababa de comprenderla. ¿Qué interés podía tener ella en el bienestar de Cyllan?

Sashka hizo caso omiso de su visible perplejidad.

— ¿Puedes decirme algo de ella? — preguntó con voz dulzona— Sus antecedentes, su pasado... Creo que procede de las Grandes Llanuras del Este.

Drachea estudió durante un momento sus manos cruzadas y después dijo con súbita ira:

— Cyllan Anassan no es más que una mujerzuela ignorante y del arroyo que todavía no ha aprendido a permanecer en el sitio que le corresponde.

Sashka arqueó sus perfectas cejas.

— ¿De veras? Eres muy... vehemente, Drachea.

El sonrió.

—Entonces debo pedirte disculpas. Tengo una cuenta personal que saldar con esa ramera y su amante; el recuerdo de lo que he tenido que sufrir por su causa hace que no sea.., delicado el expresar mis sentimientos.

Ella alargó una mano y la apoyó en su brazo.

— Debió de ser una ingrata experiencia para ti.

Los ojos de Drachea se inflamaron.

— Sí...

Por los dioses que ésta era un joven exquisita... , una buena pareja para el hombre que tuviese el valor de camelarla...

—Dijiste —prosiguió Sashka, sin retirar la mano— que era la amante de Tarod.

— Amante, amiga, barragana... — Drachea esbozó de pronto un sonrisa lobuna—. Elige el nombre que quieras, pero él fue lo bastante imbécil para sacrificarse por ella.

—¿El la ama...?

— No sé si una sabandija sin alma como Tarod puede saber el significado de esta palabra. Pero hizo un pacto con el Sumo Iniciado para salvarla; tanto aprecia a su manera a esa pequeña bruja. —Hizo una pausa—. ¿Puedo preguntarte si conocías a Tarod?

— Si —dijo con indiferencia Sashka—. Todos conocíamos a Tarod hasta cierto punto. Solamente quería aclarar una o dos cuestiones que Keridil no veía claras. —Se levantó, divertida por la prisa con que siguió él su ejemplo y complacida por su evidente afán de serle simpático—. Gracias, Drachea. Me has sido sumamente útil.

Drachea comprendió que las probabilidades de poder hablar de nuevo a solas con ella eran remotas, y por eso, antes que ella tuviese tiempo de alejarse, dijo en tono calsual—Este salón es un poco opresivo. ¿Me permites que te acompañe a respirar aire fresco durante un rato?