La habitación estaba iluminada, pero vacía. La mirada de Sashka captó una cama deshecha, un plato de comida a medio consumir.. , y un vestido rojo tirado sobre un sillón. Recordando la vez que había visto a Cyllan, cuando Keridil había tratado inútilmente de infundirle un poco de sentido común, reconoció inmediatamente el vestido y su corazón empezó a palpitar con fuerza. La zorra había escapado... ¡y la Hermana Erminet estaba complicada en el asunto!
Una sensación peculiar de regocijo invadió a Sashka. Podía dar ahora la alarma y, en pocos minutos, Cyllan sería aprehendida; pero sería mejor esperar un poco. Estaba segura de que la fuga de Cyllan no era el resultado de un simple error por parte de Erminet; la anciana estaba de algún modo comprometida en un complot, y Sashka tenía la seguridad de que ello se debía a un deseo de perjudicarla personalmente. Sin embargo, sin una prueba directa, nada podría demostrar. Por tanto, sería mejor tomarse un poco de tiempo, hasta que pudiera inducir a Erminet a decir algo que la condenara cuando se enfrentase con la verdad. El banquete sería una oportunidad perfecta para ello; le proporcionaría más testigos de los que podía desear, y entonces podría asegurarse el doble triunfo del prendimiento de Cyllan y el descubrimiento de una traidora en medio de ellos. Ser cómplice de un servidor del Caos era un delito grave... Seguramente, Keridil ya no podría argüir en favor de la vaquera, y la idea de que la Hermana Erminet podría sufrir mucho junto a Cyllan producía a Sashka gran satisfacción.
En cuanto a Tarod..., sus esperanzas de escapar se verían frustradas y moriría tal como pretendía Keridil. Bien mirado, Sashka pensó que era una solución más que satisfactoria...
Salió rápidamente de la habitación vacía, cerró la puerta a su espalda y se encaminó pausadamente a la escalera principal.
Gyneth Linto, el mayordomo de Keridil, se inclinó para escanciar vino en las dos adornadas copas de plata que se hallaban juntas en la mesa principal. Hacía más de treinta años que se habían utilizado por última vez estos antiguos cálices para brindar por el noviazgo o el matrimonio de un Sumo Iniciado del Círculo, y Gyneth había insistido en encargarse personalmente de esto, a pesar de que algunos pudiesen considerarlo un acto servil. Los reunidos guardaron silencio mientras él terminaba su tarea con un ostentoso ademán y daba un paso atrás. Keridil miró a Sashka y ambos levantaron las copas al unísono, haciendo chocar los bordes mientras todos los demás se ponían de pie. Todas las miradas del salón estaban fijas en ellos y Sashka sintió un escalofrío de excitación cuando, pausada y claramente, pronunció Keridil las palabras rituales de los desposorios.
—Pongo a Aeoris por testigo de que yo, Keridil Toln, Sumo Iniciado del Círculo de la Península de la Estrella, prometo y juro, Sashka Veyyil de la provincia de Han, ser tu protector y cuidar de ti desde el día de nuestra boda hasta el final de mi vida.
Sashka bajó los ojos y su voz mesurada de contralto resonó en todo el salón.
—Y yo, Sashka Veyyil, prometo y juro, Keridil Toln, ser tu compañera y tu consuelo desde el día de nuestra boda hasta el final de mi vida.
Durante un momento, reinó el silencio, mientras Keridil y Sashka levantaban sus copas y bebía cada uno de la copa del otro. Era una señal para que los invitados les imitasen, y todos, hombres y mujeres, levantaron sus vasos.
«¡Keridil y Sashka!», brindaron todos, y sus voces atronaron el salón, junto con algunas aclamaciones de los Inicia dos más jóvenes y atrevidos. La bella cara de Sashka sonrió benévola a la multitud, y los músicos situados en la alta galería empezaron a tocar de nuevo ahora que había terminado la pequeña ceremonia, mientras los criados se apresuraban a servir la comida a los invitados.
La fiesta sería informal. Desde la muerte de su padre, Keridil había empezado, lenta y gradualmente, a introducir cambios en muchas de las más esotéricas prácticas del Círculo. Recordando desde sus propia infancia y adolescencia el aburrimiento de los banquetes ceremoniales — discursos interminables, horas pasadas rígida e incómodamente sentado en un banco duro, exigencias protocolarias que le permitían hablar solamente a sus vecinos más próximos—, creía inne cesaria tanta etiqueta y estaba resuelto a persuadir lo más delicadamente posible, incluso a los Adeptos más viejos, de que aceptasen su manera de pensar. La celebración de esta noche era la oportunidad ideaclass="underline" era sobre todo una fiesta personal, no tenía relación directa con el ritual del Círculo, y no ofendería a nadie prescindiendo de las tradiciones formales más familiares. Y así, mientras los invitados empezaban a comer, también empezaron a moverse y a mezclarse entre ellos en el salón, y el ruido de las conversaciones y las risas casi ahogó la sutil música de fondo. Eran muchos los que se acercaban en hilera a la mesa principal para felicitar a Keridil y a Sashka, y entre ellos se hallaba la Hermana Erminet, con un pequeño grupo de Hermanas que habían llegado por la mañana de la Tierra Alta del Oeste. El experimento del halconero Faramor había tenido éxito y, como resultado de ello, Kael Amion, la anciana Superiora de la Residencia de la Tierra Alta del Oeste, había enviado una delegación de mujeres al Castillo para transmitir sus buenos deseos personales a la pareja.
Sashka disimuló su diversión con un bostezo artificial al acercarse las Hermanas. Erminet sonreía, pero sus ojos la traicionaban y Sashka creyó que advertía envidia en su desdeñosa frialdad. Reprimió las ganas de reír. Si todo marchaba bien, la Hermana Erminet tendría pronto motivos para lamentar su actitud...
—Sumo Iniciado —dijo Erminet, estrechando la mano de Keridil—, esta es una ocasión muy satisfactoria. En nombre de la Señora Kael Amion y de las Hermanas de la Tierra Alta del Oeste, nos permitimos ofrecerte la más sincera felicitación.
Sashka dirigió a Keridil una mirada ligeramente compasiva al darse cuenta de que se contagiaba de los untuosos modales de Erminet. El dio las gracias a la vieja con gran cortesía, y entonces se volvió Erminet a la joven sentada a su lado.
— Mi querida Sashka, este es un día maravilloso para todas las de la Residencia. La Superiora está orgullosa de ti.
Sashka sonrió dulcemente.
— Gracias, Hermana; me complace mucho esta alabanza. — Su voz rezumaba modestia y Erminet inclinó la cabeza e hizo ademán de alejarse. Pero antes de que pudiese dar un paso, Sashka añadió, como si acabase de ocurrírsele la idea—: Oh..., Hermana Erminet..., no quisiera suscitar un tema desagradable, pero... —Parpadeó, aunque su mirada era firme —. Tengo entendido que estás ahora encargada de los dos presos que hay en el Castillo.
Keridil frunció el entrecejo, sorprendido; pero si Erminet estaba desconcertada, no dio muestras de ello.
—Sí —dijo serenamente—, es cierto.
Sashka sonrió de nuevo.
— Lo digo porque... apreciaría mucho que me dieses seguridades de que todo marcha bien y no hay peligro de que se produzcan contratiempos. —Alargó una mano y asió la de Keridil—. Estoy segura de que el Sumo Iniciado pensará que soy una tonta, pero esta noche disfrutaría mucho más si no tuviese miedo de que algo vaya mal.
Erminet vaciló. Sabía muy bien que Sashka no temía a Tarod, ni a Cyllan ni a cualquier otra criatura viviente, pero no podía imaginarse el motivo de una pregunta tan impropia de ella. Sin embargo, Keridil acudió inconscientemente en su ayuda.
—No tienes por qué dudarlo, amor mío —dijo, sonriendo cariñosamente a Sashka —. Comprendo tus sentimientos, dadas las circunstancias, pero puedo asegurarte que no hay la menor posibilidad de que nuestra felicidad se vea amenazada. —Miró a la anciana—. ¿No es verdad, Hermana Erminet?
Erminet inclinó la cabeza.
— Ciertamente, Sumo Iniciado. — Miró a la joven de cabellos castaños—. Vi a la joven Cyllan hace menos de media hora, y al Adepto, al ex Adepto, diría mejor, un poco antes. Ambos están a buen recaudo; en realidad, la muchacha estaba durmiendo cuando la dejé. Te lo aseguro.