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No me acuerdo de dónde escuché hablar de esa Bella Durmiente. Llevo unos días dando vueltas por una feria con toda esa magia y eso; todos los sitios están llenos de magos y brujos y brujas estos días, no se puede entrar en algunas ciudades sin ver a uno de esos capullos haciendo hechizos y convirtiendo a alguien en una rana, en un sapo y eso. Pero por muy listos que sean y mucha magia, también tienen que construir casas y plantar huertos, que la magia no da de comer y eso. Porque la magia vale para esconder oro y convertir a la gente en cosas y borrarla memoria de las personas y eso, pero no vale para arreglar una rueda o para sacar el agua de tu casa cuando se ha inundado. No sé cómo funciona la magia, a lo mejor cada mago hace cosas que no hacen los otros, o a lo mejor no pueden meterse en las cosas de los otros, porque si no el mundo sería maravilloso y toda la gen te estaría contenta y feliz y eso. Pero las cosas no son así y para mí mejor, porque si no nadie necesitaría a gente como yo (y el mundo sería un coñazo y eso).

Estos días estoy haciendo bastantes cosas, la faena va bien, sobre todo porque todos estos brujos son tan sofisticados que no se acuerdan de que una espada hace cosas que no hacen los hechizos, sobre todo si el enemigo se espera un hechizo y no una espada. Bueno, yo tengo una armadura mágica y una daga encantada, pero no me gusta usar esas cosas, yo siempre digo que es mejor usar una espada bien afilada y eso.

Adivina, adivinanza. Está en dantesca y también en larga, aunque en verdad es corta y muy afinada. Si la usas bien, la vida te salva. Si la usas mal, la misma te mata.

Ni caso, es la daga, que es que resulta que habla. Y la respuesta es daga, no te jode. Tiene una voz de pito que me pone de los nervios, pero a veces es útil, porque puede ver en la oscuridad y eso, y decir quién es amigo o enemigo, y a veces hasta ha saltado al cuello de algunos malos que me han tocado mucho los cojones. Es útil, sí. Es que había una bruja joven y guapa, que un brujo se la quería tirar y ella no quería, y a mí me contrataron para cargarme al brujo y la chica me regaló la daga para darme las gracias y eso. Me dijo que solo era una copia, pero que venía del futuro y podría servirme. Y también hizo más cosas para darme las gracias, la guarrilla. Las brujitas también hacen magia en la cama. A ver si vuelvo a verla otro día.

A lo que íbamos. Eso. Que me enteré de lo de la Bella Durmiente no sé dónde y empecé a buscarla, pero no era fácil. Y por fin el viejo cabrón me dijo eso de la Isla de la Muerta, o de la Muerte, o lo que sea, pero va y me lo cargo antes de que me lo diga todo. Es que no tengo paciencia y eso, pero qué le vamos a hacer. No sé qué dicho hay sobre no sé qué del perro viejo. Vaya, que no es que yo sea viejo, porque hay que estar joven y cachas para ser un caballero de la espada (a lo mejor por eso la bruja... bueno, da igual). ¿Dónde estaba? Ah, sí. La Isla de la Muerte.

Bueno, al grano. Después de muchas aventuras emocionantes y eso, me encontré con un brujo al que pedí que hiciera un conjuro para ir a un sitio que se llama el Inframundo, y me tuvo asando gatos vivos a fuego lento durante tres semanas o así, pero funcionó. El brujo me dio instrucciones y unos consejos y eso, pero yo tenía la cabeza como un bombo porque había bebido vino la noche antes y no capté todo lo que decía el brujo y además estaba nervioso porque por fin iba al Inframundo. «¡Cuidado con el Leteo, las aguas del olvido!», dijo el brujo, y yo ahí de pie, en la bodega de su castillo, con la cabeza dándome vueltas y eso, y pensando que ojalá me lo hubiera dicho antes de empezar a pimplar ayer. «¿Cuidado con qué? ¿El lechero?», le pregunto. «¡Leteo!», grita. Vale, tío. Me metí en esa cosa con forma de estrella que ha pintado en el suelo de la bodega.

Menudo sitio este. Hay un montón de gente gritando y llorando yeso, todos encadenados a las paredes y los túneles, vaya panorama para un resacoso. Me estaban hartando y quería matar a unos cuantos, pero aunque los rajaba seguían gritando y chillando y eso, así que era una pérdida de tiempo. Seguí bajando por los túneles y vi fuegos en agujeros y charcos de hielo con gente gritando dentro, y me preparé la espada y ojalá hubiera traído una botella de whisky porque me moría de sed.

Tuve que andar muchos kilómetros, pensando que encontraría una estación de tren enseguida, pero no tuve suerte, solo había esos cabrones gritando y aullando todo el tiempo y mucho humo y fuego y hielo y viento y eso. Pensé que podría beber un poco de agua de esos charcos, pero me acordé del agua esa del Lechero, o Letero, o lo que sea, y no bebí.

Al cabo de un rato, el ambiente se hizo más tranquilo; subí por un túnel muy largo hasta un sitio más claro, pero que seguía siendo bastante oscuro y triste, y llegué al final de un acantilado y vi debajo un río con nubes y niebla y eso. Ni un alma, ni siquiera uno de esos cabrones encadenados que gritaban. Ya pensaba que el brujo me había tomado el pelo. Menuda sed tenía, y parecía que no habría ningún bar por allí, solo las rocas y el río. Caminé por el borde del río un rato y me encontré a un tío que arrastraba una piedra redonda enorme hacia arriba de la colina. Parecía que lo hacía mucho, porque había un surco en el lado de la colina. «¿Qué pasa? Estoy buscando el ferry. ¿Hay algún puerto o algo por aquí cerca?», le pregunto. El tío ni me mira y sigue con su roca para arriba y cuando llega la roca se cae rodando abajo, y el muy burro baja corriendo a buscarla y la vuelve a subir. «¡Oye, tú!», le digo, pero no me hace caso, «¡Eh, el de la roca! ¿Dónde está el puerto para pillar el barco?». Le doy con la espada plana en el culo y me pongo delante de la roca para pararlo.

Qué mala suerte tengo, el subnormal no sabe ni hablar, dice cosas raras en un idioma raro y no pillo una mierda. A ver, déjame pensar. Intenté decirle por señas lo que estaba buscando, y me pareció que me entendía pero no dijo ni mu, y le dije que lo ayudaría a arrastrar la roca si él me ayudaba. El muy capullo me hizo subir la roca primero. Cuando llegamos arriba hice unos boquetes para que la piedra no se escape y eso. El tío estaba contento y señaló abajo, al río, y dijo: «Cabronte», o algo así, y luego desapareció en la niebla y la roca se quedó arriba de la colina.

Seguí caminando por el borde del río y vi un pájaro tremendo, enorme, volando en la niebla y aterrizando en una roca donde hay un tío atado, y el pájaro se le pone encima y se lo empieza a zampar y el tío gritaba y gritaba como un loco, pero cuando me acerco el pájaro se asusta o algo, porque se larga volando. Me subí a la roca para ver cómo está el tío, pero se curó rápido, porque no tenía ningún rasguño donde el pajarraco o el águila o lo que sea había empezado a merendar.

—Perdona, tío. ¿Voy bien para pillar el barco?

Otro espabilado. Intenté hablarle por señas, pero el tío ni caso. Seguía gritando y agitando las cadenas. Menuda pérdida de tiempo, como intentar cogerse la nariz con manoplas. El pajarraco volvió y empezó a arañarme en la cabeza, y yo no tenía el cuerpo para historias y cogí la espada y le corté una de sus alas; el pájaro se cayó al río y se fue flotando y pataleando. El tío de la roca empezó a patalear también y a mover las cadenas.