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Bien, el estado del paciente es estable; está muerto. Más estable no se puede estar, ¿no? Bueno, sí, la descomposición y eso; era una broma. Dios, hay personas que no tienen sentido del humor, de acuerdo, venga, vamos a calmarnos ahí detrás.

Me muevo de nuevo, tíos. ¿De dónde a dónde? Buena pregunta.

Me alegro de que me hagáis esa pregunta. ¿Alguien sabe la respuesta? ¿No?

Mmmierda. Vaya.

¿Adónde me llevan? ¿Qué he hecho para merecer todo esto? ¿Acaso me habéis preguntado, cabrones? ¿Eh? ¿Alguien se ha molestado en decir: «te molesta si te muevo, como te llames»? Pues... no. A lo mejor estaba bien donde estaba, ¿a nadie se le ha ocurrido?

Vale, podéis toquetearme las tripas y eso, y darme la vuelta como a una tortilla y hurgar dentro de mí y perder el tiempo y arreglar trocitos y meterme quién sabe qué y pellizcarme, pero no podéis cogerme, no podéis encontrarme, no podéis entrar en mí. Estoy aquí arriba; al mando, controlando todo, invulnerable.

Y qué truco más guarro, qué gran malentendido indecente, indignante e indigno por parte de la propia reina mala. ¿Cómo ha podido caer tan bajo? (Bueno, solo hay que agacharse, tal que así.) Provocar a los putos bárbaros contra mí, ¡ja! ¿Fue lo más ingenioso que se le ocurrió?

Seguramente. Nunca tuvo demasiada imaginación. Bueno, menos en la cama (o donde fuera), creo. No, eso no es verdad. Es porque estoy de mala leche; lo justo es justo (a menudo con una pizca, un matiz, una ínfima nota de rojo, normalmente, he visto... bueno, eso no importa).

No obstante, qué osadía, levantar una rebelión así. Nada que hacer, por supuesto, pero ya estamos. Y ahora, ¿qué? Dios, ¿acaso un tío no puede tener una pequeña charla consigo mismo sin

¡Otra vez!

¿Qué cojones está pasando aquí? ¿Qué pensáis que soy, cabrones chapuceros? Es parte de

¿Queréis parar? ¡Vale ya de sacudidas!

¡Me hacéis daño! Es parte del tratamiento, ¿no? Si de verdad quisiera, me levantaría y os daría un buen susto a todos. Cabrones. Cose ahí, Jimmy.

Gracias a Dios, por fin se ha acabado. Un pequeño movimiento lateral, nada de qué preocuparse; podría estar en una barca o algo. No sabría decirlo.

No, no es una barca. El balanceo es acuoso; algo con suspensión, con amortiguadores. ¿Chillidos? ¿Oigo voces? (Todo el tiempo, doctor. Me lo ordenan. No es culpa mía. La coartada perfecta, inexpugnable defensa).

¡Violación! ¡Maldito valor! Pienso denunciar (¿cierras eso? Pienso denunciar. No, lo siento, no tiene gracia, pero es así. Qué libertad más cojonuda, ¿eh?).

Nunca significó nada para mí. O para ella, seguramente. Era una mujer de letras y eso. Sí. Se lo dije una vez y se echó a reír, y lo calculamos todo. No solo letras, también signos. La cosa es así.

Tras cada rodilla, una «H», detrás del trasero un +, la nariz era ,s (espero que esto no resulte demasiado confuso), su cintura era) (, y el puesto de honor era para la «V» (en plano, boca abajo), y ! (en el plano frontal). Por supuesto, lo asimiló todo y señaló que también tenía : y un buen . s (eran juegos de palabras, no signos. Como decía, era una mujer de letras). Da igual, en ese . yo era yo, y ella «O».

Vaya, allá vamos. Nos movemos. Brum, brum, parte de la máquina de nuevo, con todas las conexiones y en marcha (ni-no, ni-no, nunca vendo helados a semejante velocidad, tío. Bocata de mermelada, por favor. Con mucha frambuesa). Qué risa si chocáramos. No vía puente, espero (ay, Caronte, me sabe mal, pero con el aumento del tráfico estos días...). No sé, tal vez ya estoy muerto o quizá piensan que lo estoy. Es difícil de decir (no, no lo es); me he perdido un poco. Esto es un poco traumático (¿traumatismo? ¿Trauma? Más letras. Re velación re volución re ceptor bla bla bla...).

(¿Qué está diciendo?

«bla bla bla»

una mejoría).

Para haberme visto antes. Estaba impresionante. Bueno, eso pensaba. Hay pendiente en el acoplamiento. Tenía dos oo. No dos o. Dos ojo. Dos ojos (se puede tener ojo y tener ojos, y dos ojos, no me lo hagan pasar tan mal, ahora no estoy bien). Sí, sí. Tan fácil como eso.

Vaya, esta cosa chirría. Tenía que haberlo sabido. Es la historia de mi puta vida. No hay justicia en este mundo (bueno, sí, pero ha caído como la lluvia que dejan caer los nimboestratos, erráticamente, con inundaciones y sequías ocasionales en estas últimas décadas).

En fin, ¿por dónde iba? Ah, sí. Aquí estamos, en la máquina. Encerrado y eso, a la deriva. Esperemos no ir vía ya-sabemos-qué. Esto me recuerda una historia. Una historia de lo más vulgar; nada especial, sin disparos ni persecuciones ni nada parecido (lo siento). Una historia mundana y real de hecho, según mi opinión sincera; más que una historia, una biografía... pero de todas formas, es

Ella se

tranquilo, tío, estaba empezando a contarlo y eso, déjanos un rato, ¿eh? Joder, no se puede terminar de hablar sin

Ella se li

enseguida, enseguida, pero cállate la

Ella se licenció

soy yo, ¿eh? ¿Sí? ¿No se oye mi voz y eso?

Ella

sí, ella se licenció, ya lo sabemos. Venga, va. Déjame ser tu anfitrión. Dios, hay gente tan jodidamente

Ella se licenció en literatura. Él había dejado su habitación de Sciennes Road para trasladarse a un pequeño apartamento de alquiler en Canonmills. Andrea vivía a caballo entre él y su casa, aunque mantuvo el piso de Comely Bank. Una prima suya de Inverness, cuyo nombre era Shona, vivía allí mientras estudiaba Educación Física en Cramond, lugar de origen de la familia de Andrea.

Él tuvo que seguir trabajando durante sus vacaciones, y ella seguía pasando las suyas en el extranjero, con la familia y los amigos, lo que despertaba en él los celos y la envidia. Pero cada vez que volvían a reunirse era como si no hubiera pasado el tiempo y, en cierto momento (nunca pudo determinar exactamente cuándo), él empezó a pensar en su relación como en algo que podría prolongarse más allá del siguiente curso académico. Incluso pensó en pedirle en matrimonio, pero un punto de orgullo en su interior no toleraba la idea de someterse al Estado (y mucho menos a la Iglesia) de esa forma. Lo que realmente importaba residía en sus corazones (o más bien en sus cerebros), no en un registro. Además, tenía que reconocer ante sí mismo que, probablemente, la respuesta de ella hubiera sido no.

Ahora eran ex hippies, según él pensaba; si es que en algún momento fueron hippies realmente. La presunta fuerza de las flores... bueno, cada cual escoge su eslogan, se había marchitado, la semilla había brotado, crecido y muerto (él sugirió en una ocasión que el problema era el cansancio de los pétalos).

Ella había trabajado mucho para licenciarse con buenas calificaciones, tras lo que decidió tomarse un año sabático, mientras él terminaba sus estudios. Se tomó unas vacaciones breves para visitar a otras personas de otras partes de Escocia e Inglaterra, también se marchó a París, y emprendió viajes más largos a Estados Unidos, el resto de Europa y la Unión Soviética. Aprovechó para contactar de nuevo con sus amigos de Edimburgo, cocinó para él mientras estudiaba, visitó a su madre, en ocasiones jugó al golf con su padre (quien, para su sorpresa, descubrió que podían charlar de forma distendida) y leyó novelas en francés.

Cuando regresó de la Unión Soviética, tomó la firme decisión de aprender ruso. Él llegaba muchas noches y la encontraba en el apartamento, sumergida en novelas y libros de texto con el extraño y medio familiar alfabeto cirílico, el ceño fruncido y un lápiz junto al bloc de notas. Ella levantaba la mirada, miraba con expresión incrédula su reloj y se disculpaba por no haber preparado nada para comer; él le decía que no fuera ridícula, y se hacía él mismo la cena.