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Instinto de supervivencia, ¿no se supone que ese es el principio más importante?

De todas formas, no puedes dejarla así. No puedes hacerle eso. Ella no lo merece. Nadie lo merece. Tú no perteneces a ella, ni ella te pertenece a ti, pero ambos sois parte del otro; si ella se levantase ahora y se marchase, y nunca en vuestras vidas os volvierais a ver, o si vivierais una existencia anodina durante cincuenta años más, incluso en tu lecho de muerte seguirías sabiendo que ella formaba parte de ti.

Habéis dejado señales el uno en el otro, os habéis ayudado a daros forma; cada uno le ha dado al otro una nota de vida que nunca se perderá, pase lo que pase.

Tienes más atención suya que el otro, pero solo mientras estás más cerca de la muerte. Si te recuperas, tal vez ella volverá a su lado. Eh, oye, habías decidido no guardarle rencor a él por eso, ¿o simplemente, lo dijiste durante una borrachera?

No, no fue...

Más alto.

He dicho: no, no fue la bebida...

Todavía no te oigo. Habla más alto.

¡De acuerdo! Lo dije en serio. ¡Lo dije en serio!

Sí, así fue. Y otra cosa: ella sigue pensando que no hay dos sin tres. Primero su padre murió en accidente de tráfico, después Gustave fue sentenciado a deteriorarse lentamente... y luego yo. Otro coche, otro accidente de coche; otro hombre al que ella quiere. Ahora no tengo ninguna duda de que Gustave y yo nos parecemos, y de que probablemente nos caeríamos bien, y estoy seguro de que él también habría forjado una buena amistad con el abogado como lo hice yo, y por la misma razón... pero debo dejar aquí las semejanzas, por Dios si lo haré. ¡No pienso ser el tercer hombre! (Unos dedos pálidos suben por la pantalla negra, temblando en el viento nocturno como tubérculos blancos... Esta cosa se ha vuelto a quedar atascada; la imagen monocroma se va pelando y estalla, hay una luz blanca detrás. De nuevo, demasiado tarde. El francotirador apunta y dispara, y el tercer...)

No. Esta secuencia termina en el dos, si se me permite opinar al respecto. (Y llega otro pensamiento furtivo, ahora que sé lo parecidos que podemos ser Gustave y yo: sé lo que le diría a Andrea si yo fuera el que se deteriora lentamente y ella eligiese martirizarse cuidando de mí...)

Iré a la otra ciudad; siempre quise hacerlo, de verdad. Quiero conocer a ese hombre. Mierda, ¡quiero hacer cosas! ¡Quiero viajar en el Transiberiano, ir a la India, subir a la Ayers Rock, empaparme en el Machu Picchu! ¡Quiero hacer surf! Pienso comprarme un ala delta; quiero volver al Gran Cañón y llegar más lejos que la otra vez, quiero ver la aurora boreal en Groenlandia, quiero contemplar un eclipse total, quiero ver pantallas piroclásticas, quiero caminar dentro de un túnel de lava, quiero mirar la Tierra desde el espacio, quiero beber changen Ladakh, quiero navegar por el Amazonas y por el Yangtze, y caminar por la Gran Muralla; quiero visitar Azania. Quiero volver a ver cómo lanzan helicópteros desde los portaaviones.

¡Y quiero acostarme con tres mujeres a la vez!

Oh, Dios, regresar al mundo de Thatcher y Reagan. Volver a la mierda de siempre. Al menos el puente era predecible en su rareza, al menos era comparativamente seguro.

Bueno, o tal vez no. No lo sé.

Una cosa sí sé: no necesito a la máquina para elegir. No debo escoger entre realidad y sueño, sino entre dos sueños distintos.

Uno es el mío; el puente y todo lo que he hecho con él. El otro es nuestro sueño colectivo, nuestra imagen corporativa. Vivimos un sueño, se llame americano, occidental, o humano, es un sueño de todos nosotros, de la vida. Yo he formado parte de un sueño, para bien o para mal, que también era una pesadilla y al que casi permito matarme. Pero no lo ha hecho. Al menos, por ahora.

¿Y qué ha cambiado?

No ha sido el sueño, ni el resultado de nuestros sueños al que denominamos mundo, ni nuestra vida de alta tecnología. ¿He cambiado yo, entonces? Tal vez. Quién sabe; podría ser cualquier cosa. No lo sabré con exactitud hasta que regrese y empiece a vivir el sueño compartido, abandonando el mío de una cosa convertida en lugar, de un medio convertido en fin, de una ruta convertida en destino... Tres de diamantes, sí, y un puente majestuoso, un puente eterno, un puente que nunca volverá a ser el mismo, con su colosal estructura carmesí renovándose, como una serpiente en constante mutación, un insecto en metamorfosis que forma su propio huevo y no deja de cambiar...

Todos aquellos trenes. Y serán muchos más en el futuro, porque seguro que te prohíben conducir. Gilipollas. Destrozar un coche, conducir borracho justo antes de Navidad... Qué vergüenza volver para eso. Al menos no hubo más personas implicadas, solo yo y los dos coches. Si hubiera matado a alguien, no sé si querría regresar, tal vez tampoco querría hacerlo si hubiera provocado lesiones graves a otra persona. Espero que el propietario del MGno sintiese demasiado apego por él. Pobre Jaguar. Con todo el tiempo y el dinero, con todo el trabajo meticuloso y artístico que habían hecho con él... Tampoco lo tuve mucho tiempo antes de destrozarlo; podría haber establecido lazos afectivos con él, podría haber llegado a sentir algo por él (¿Estaba usted muy ligado al coche, señor X? ¿Ligado, dice? Estuve aprisionado dentro de él durante tres putas horas...).

Y aquel puente, el puente... tengo que ir en peregrinación hasta él, cuando me encuentre mejor, si puedo. Caminar por encima de él (suponiendo que pueda hacerlo), cruzar el río, lanzar una moneda para tener suerte, ja, ja.

Las secciones del puente, una, dos, tres... También había grandes «X» en el puente carretera, ahora lo recuerdo. Tres grandes «X», una encima de otra, como lazos o cintas..., y también..., y también... ¿qué más? Ah, sí, y tampoco llegué a escuchar toda la cinta de los Pogues. Me perdí A Man You Don't Meet Every Day, mi canción preferida; cántala, muchacho... En la otra cara tenía grabados a Eurythmics, por aquello del contraste; una joven Annie cantando a grito pelado con Aretha; como si estuvieran solas, ¿y por qué no?, diciendo algo así como «es mejor haber perdido en el amor que no haber amado», ¿será un tópico? Los tópicos también tienen sentimientos.

Quiero volver. ¿Puedo volver?

pip-pip-pip esto es una grabación. Su estado mental de conciencia está bajo mínimos en este momento, pero si quisiera

clonc.

¿Puedo? Por favor, ¿puedo? Quiero volver. Ahora. Quiero intentarlo ahora. Dormir; despertar. Ahora.

Vamos allá.

Es pronto. Despertando. Antes de eso, unas palabras de nuestro patrocinador. Pero primero, un par de líneas en blanco:

Un día, estaba en la playa de Vahos, durante un verano lluvioso y no excesivamente cálido. Estaba con ella. Habíamos acampado allí y tomado una sustancia que alteraba la percepción de la realidad. La lluvia golpeaba suavemente la tienda; ella quería permanecer dentro hojeando un libro ilustrado de cuadros de Dalí, pero no le importaba si yo salía.

Caminé junto a la marea rompiente, donde las olas invadían la medialuna dorada de arena; estaba a solas, con una húmeda y cálida brisa y con pocos kilómetros de playa, y briznas de lluvia cayendo desde las nubes grises. Encontré conchas como fragmentos de un arco iris roto, y contemplé las gotas de lluvia cayendo sobre parcelas de arena todavía secas mientras el viento soplaba sobre ellas; toda la playa parecía fluir y moverse, como si tuviera vida propia. Recuerdo mi deleite, recuerdo haber tocado la arena como un niño y recuerdo que sus granos se escurrieron entre mis dedos.

Estaba en las islas, frente al mar que llegaba a Newfoundland, a Groenlandia, a Islandia y al casco de hielo del Polo; y allí, al final de una isla de tantas, una curva de tierra rota yacía contra el mar como una columna vertebral, como el nacimiento de un cerebro sobre un sistema central. Mi mente era aquella isla, desnuda y desprotegida frente al azote del mar y el clima por el filo cortante de la droga; una huida fácil.