Выбрать главу

La nubosa mecedora de la quietud apartaba las imágenes de su mente, que ya estaban lejos. Hasta se podía permitir el lujo de pensar en ellas sin que, en ningún momento, se le borrara la plácida sonrisa de los labios.

Incluso era capaz de pensar en la bajada al sótano, un descenso que ya no se representaba en imágenes -en tal caso habría tenido que conjurarlo, ahuyentándolo mediante el humo de la inmolación-, sino como un relato, como una estructura coherente. Y aunque sabía que pronto perdería de nuevo todo eso, conminado a realizar otro sacrificio, lograba disfrutar de su repentina y diáfana perfección.

Estaba de camino.

Bajaba por esa escalera, cuya existencia desconocía, que le estaba conduciendo a un sótano que tampoco sabía que existiera. El pasadizo secreto en el armario. El aire inolvidable, dulzón y polvoriento, de la escalera. Los silenciosos peldaños de cemento que parecían no tener fin. El crudo y húmedo frío de la barandilla.

La consecuencia natural, obvia, de la iniciación. Cuando pudo levantar la vista, y unos pasos seguían a otros bajando hasta la oscuridad original, esa lógica le pareció irrebatible. Había sido elegido.

Un círculo debía cerrarse. Eso era lo que tenía que hacer ahora. Luego podría empezar en serio.

La escalera continuaba. Todo atisbo de luz desaparecía. Siguió bajando a tientas, paso a paso.

Se permitió una pausa, mientras la quietud lo mecía acercándolo poco a poco al sueño liberador. Siguió con la mirada el imperfecto balanceo del ala del avión rumbo a los perfectos movimientos de la eternidad.

De pronto se hizo visible otra luz, completamente diferente, que lo guió por los últimos peldaños de la escalera. Un marco icónico de luminosidad que se filtraba por la puerta enmarcando una oscuridad más luminosa que cualquier luz. Un halo que le enseñaba el camino. Un marco dorado en torno a una futura obra de arte.

Que ahora se perfeccionaría.

Entreabrió la puerta que llevaba al reino milenario.

Al otro lado de la ventana la Osa Mayor se fusionó con la Osa Menor formando una Osa Aún Mayor.

-Tonight we can offer you the special Swedish-American long drink for a long night's flight, sir [1] -oyó canturrear a una suave voz femenina.

Pero para entonces ya se había quedado dormido.

4

El Grupo A despegó del helipuerto del edificio de la policía a las 7.23 del miércoles 3 de septiembre. Los siete formaban una unidad que en realidad ya no existía. Paul Hjelm pensó por un instante que sólo imitaban a un equipo del pasado, pero esa idea se esfumó y se concentró enseguida en la misión. Como todos los demás.

Estaba apretujado entre el enorme cuerpo de Gunnar Nyberg, un tanto jadeante, y el esquelético envoltorio de Arto Söderstedt. Enfrente, la menuda figura de Kerstin Holm se hallaba aprisionada entre los músculos -extremadamente entrenados a pesar de su edad- de Viggo Norlander y la compacta presencia de Jorge Chávez, tan juvenil como indiferente. Entre las dos filas, en una posición en apariencia imposible para un hombre que rondaba los sesenta, por mucho que siguiera siendo un durísimo defensa en su equipo de fútbol, se agachaba Jan-Olov Hultin, provisto de tal cantidad de papeles que todos se preguntaban cómo había podido reunirlos en tan poco tiempo. Se ajustó las gafas en la monumental nariz y, con el ruido del helicóptero restando algo de la neutralidad característica de su tono de voz, dijo:

– Esto va a ser complicado. La policía de Arlanda y la de Märsta ya se han personado en el aeropuerto. Hordas de agentes armados con metralletas llevan por lo visto un buen rato dando vueltas por el vestíbulo de llegadas de vuelos internacionales metiéndoles el miedo en el cuerpo a los pobres turistas. Creo que, de momento, he conseguido quitarlos de en medio. Tengo entendido que nos enfrentamos a un hombre que no se detiene ante nada, una máquina de matar programada a la perfección. Si empieza a sospechar algo, corremos el riesgo de provocar un baño de sangre, una toma de rehenes, y cualquier otro escenario dantesco que nos podamos imaginar. De modo que debemos actuar con la mayor precaución posible.

Hultin rebuscó en el revoltijo de papeles.

– Hay más de ciento cincuenta personas a bordo del avión y evidentemente no podemos meterlos a todos en un viejo hangar como si fueran un rebaño de ovejas; así, lo más probable es que matáramos a más de uno. Por lo tanto, procederemos de la siguiente manera: se realizará un meticuloso control de pasaportes, bajo nuestra supervisión, claro está, prestando la máxima atención a los hombres de raza blanca que viajan solos, que sin duda serán bastantes tratándose de un típico vuelo de clase business. Las aduanas nos han proporcionado una especie de escáneres con los que el agente de control, sin llamar la atención, podrá copiar todas las fotos de los pasaportes. El agente no va a estar solo en su cubículo, sino que ahí os instalaréis vosotros, en un discreto segundo plano; en la práctica, seréis invisibles desde fuera. He conseguido reducir el número de controles a dos, algo que provocará alguna retención en el paso de los viajeros pero que nos facilitará la vigilancia. En esos dos cubículos estarán Kerstin y Viggo. Debéis actuar con rigor, atención y cautela. No debéis intervenir a no ser que existan indicios muy claros; por lo demás, limitaos a mantener el contacto por radio. Durante el paso de los viajeros por la sala de tránsito, desde la puerta y hasta el control de pasaportes, un recorrido que atraviesa la zona de bares y tiendas, el riesgo será menor, ya que no hay ninguna salida por esa zona. Allí he enviado a la policía de Märsta, bajo el mando de Arto. O sea, Arto, debes dirigirte directamente a la puerta de desembarque. Asegúrate, ante todo, de que nuestros colegas de Märsta pasen desapercibidos. Vuestra misión será vigilar que nadie se desvíe del camino. Coloca a agentes en los servicios, en las tiendas, en todos los espacios accesibles al viajero, que no son muchos. Los demás nos instalaremos en el vestíbulo de llegadas y afuera, porque si algo sucede será afuera, de eso estoy convencido. En realidad, el trabajo de Arto se reduce a conducir al rebaño hasta el control de pasaportes. Como un pastor de ovejas.

– ¿Hay otras llegadas previstas a la misma hora? preguntó Arto Söderstedt con su sonoro, casi exagerado, acento finlandés mientras, dubitativo, bajaba la mirada hacia el río de la autopista E4, al que seguían como si estuvieran a bordo de una balsa de helio sobrevolando el Donau-. Ovejas negras -añadió casi imperceptiblemente. Pero Hjelm lo oyó y, por el rabillo del ojo, le lanzó una mirada desaprobatoria.

Hultin volvió a sumergirse en ese mar de papeles castigado por el viento.

– No, no hay ninguna otra llegada prevista.

– ¿Y los chicos de las metralletas? -se interesó Nyberg.

– Van a estar disponibles en todo momento. Pero sólo en caso de necesidad.

– ¿Y la Säpo?-inquirió Söderstedt.

A Arto Söderstedt le gustaba mencionar a la Säpo. El campo de actuación del Grupo A rozaba con infalible precisión el de la policía de seguridad, lo que hacía que sus actividades se solaparan sin cesar y provocaran recurrentes conflictos. Todo el mundo recordaba las locuras cometidas por la Säpo durante el reciente caso del Asesino del Poder, cuando saboteó la investigación de la manera más flagrante.

– Sin duda, estarán allí -asintió Hultin con un gesto que era un suspiro visual-. Pero, ya que nunca nos informan de nada, actuaremos como si no existieran. Bueno, como ya sabéis, la sala de llegadas tiene una única salida que, en el paso de la aduana, justo antes de acceder al vestíbulo principal del aeropuerto, se bifurca formando una T. Necesitamos dos hombres fuera, uno a cada lado: Gunnar y Jorge. Paul y yo intentaremos aparentar un aspecto no policial en algún sitio de la zona de recogida de equipajes, para tener una visión general de toda la sala de llegadas. Resumiendo, la vigilancia se estructurará en cuatro fases: primero, la puerta de desembarque, con Arto y los policías de Märsta; luego el control de pasaportes, con Kerstin y Viggo; a continuación, el vestíbulo de llegadas, donde estaremos Paul y yo, y, por último, la salida, con Gunnar y Jorge. ¿Ha quedado claro?

вернуться

[1] «Esta noche podemos ofrecerle una bebida especial suecoamericana de la SAS para el largo vuelo nocturno, señor.» (Esta nota y las siguientes son de los traductores.)