Выбрать главу

6

Leonardo -Vossius empezó divagando- fue uno de los mayores genios que jamás hayan vivido. Muchos de sus contemporáneos lo tenían por loco, porque se ocupaba de asuntos incomprensibles para ellos. Disecaba cadáveres para estudiar la anatomía humana, construía aviones, palas excavadoras, carreteras de montaña y submarinos, que sólo siglos más tarde se convertirían en realidad. Fue inventor, arquitecto, pintor e investigador y poseía unos conocimientos sólo revelados a unos pocos a lo largo de los milenios. También sabía cosas que no debía y que sólo pocas personas conocían.

– No lo entiendo -interrumpió Le Vaux. Vossius parecía haber despertado el interés del psiquiatra.

– Mire -explicó Vossius-, en este mundo existen personas sabias, no muchas, pero una cantidad respetable. Sin embargo, iluminadas (una palabra horrible, pero no conozco otra mejor), no llegan a una docena. Son personas que comprenden todos los nexos, que saben qué es lo que, en lo más íntimo, mantiene unido al universo. Leonardo da Vinci era una de ellas, pero casi nadie lo sabía. La mayoría lo tomaban tal vez por un hombre de talento, no más. Uno que sabía que detrás de Leonardo se escondía un genio era Rafael. Admiraba a Leonardo por su arte pictórico, pero lo idolatraba por su clarividencia. Rafael no fue iniciado en el saber de Leonardo, aunque conocía su existencia. Por ello Rafael, en su cuadro La escuela de Atenas, pintó la cabeza de Leonardo da Vinci para representar a Platón, uno de los seres más inteligentes que han vivido en nuestro planeta. Algunos vieron en ello un cumplido, otros lo ignoraron porque no le encontraban explicación. Muy pocos conocen la verdad.

– ¿Y habló Leonardo alguna vez de este saber?

– No como un predicador ambulante o un charlatán. Dejó indicaciones en sus notas escritas, enigmas para la crítica literaria y artística. Empleaba metáforas extrañas. Escribió que el cuerpo de la Tierra es de la misma naturaleza que un pez, respira agua en vez de aire y está atravesado por venas que, como la sangre en el cuerpo humano, corren por debajo de la superficie y suministran el jugo vital al planeta. Bastante ingenuo para alguien que se ocupaba de la aviación.

Le Vaux acercó su silla a Vossius y se sentó frente a él, con los codos apoyados en las rodillas. El hombre, sobre todo su discurso, empezaba a interesarle. Los paranoicos son capaces de los pensamientos más raros, y estos pensamientos se caracterizan por ser absurdos, aunque lógicos en sus consecuencias, incluso a veces estrictamente científicos. Le Vaux observaba cada movimiento de su paciente, pero ni los gestos de las manos ni la motricidad de los ojos revelaban ningún tipo de anomalía que hubiera permitido diagnosticar sobre el estado mental de este hombre.

– El gran Leonardo -Vossius reanudó su discurso- consideraba menos significativa su pintura que su ciencia. En todo caso no vertió en su testamento ninguna palabra sobre sus cuadros, en cambio hizo el recuento uno por uno de todos sus libros y manuscritos, como si hubieran sido lo más importante de su vida. Una de estas obras lleva por título Trattato della Pittura y contiene, junto con penetrantes ideas sobre el arte, alusiones enigmáticas sobre Dios y el mundo.

– ¿Por ejemplo?

– Por ejemplo la referencia a un cuadro divino inspirado por la naturaleza, «donde un buitre está rodeado de rosas, con un secreto en el corazón, cubierto con mucho minio y adecuado para derribar la palma». Generaciones de historiadores del arte hicieron conjeturas en torno a esta descripción, llegando a concluir que el cuadro había desaparecido.

– ¿Y? ¡Deje que lo adivine, monsieur, usted lo ha redescubierto! ¿Cierto?

– Cierto -respondió Vossius sin darse importancia.

– ¿Y dónde, si me permite la pregunta?

Vossius rió.

– En el Louvre, doctor. -Su voz sonaba ahora muy excitada-. Sólo que era muy diferente de cómo los caballeros se lo habían imaginado.

– ¿Y cómo?

– El cuadro supuestamente extraviado de Leonardo da Vinci era la Virgen en el rosal.

– Interesante -observó el doctor Le Vaux. Incuestionable, se enfrentaba a un caso típico de paranoia demente. Lástima por la inteligencia de este hombre. Le Vaux no quería en el fondo hacer más preguntas y apenas prestaba atención cuando Vossius continuó su explicación.

– Desde un principio me pareció claro que este problema no podría ser resuelto por historiadores del arte, sino sólo por críticos literarios. Dante Alighieri me descubrió el camino.

¡Oh Dios! Le Vaux se esforzaba visiblemente por mantenerse serio. Estaba profesionalmente entrenado para ello, pero este Vossius exigía demasiado.

– Seré breve -anunció Vossius, al que naturalmente no se le escapaba el estado convulsivo del psiquiatra-, pero debe pensar que todo ello se prolongó durante años. Escribí un trabajo bastante reconocido en círculos de expertos sobre el simbolismo de las plantas y los animales en la Divina Comedia de Dante. En él descubrí que Dante, igual que Leonardo, habla a veces mediante enigmas, usa metáforas y alegorías que se esconden tras el argumento de su libro y con cuya ayuda intentaba proporcionar a un pequeño grupo de iniciados unos conocimientos capaces de conmover al mundo. En Dante está lleno de plantas y animales, y sólo se puede entender el camino al infierno si se conoce su significado. Así Dante habla del leopardo, del león y de la loba queriendo significar con ello los vicios de la lujuria, la soberbia y la avaricia, y si menciona un águila, se puede estar seguro de que se trata del apóstol san Juan. Primero fue sólo una intuición, pero cuanto más tiempo llevaba ocupándome de los escritos de Leonardo, tantos más paralelismos descubría en sus formulaciones, de manera que se me ocurrió leer a Dante como a Leonardo. Volviendo a la enigmática referencia de su Tratado de la pintura: En el cuadro divino en el que un buitre está rodeado de rosas, se trata efectivamente de la Virgen en el rosal, pues el buitre pertenece a los llamados «marialia». Como muchos símbolos, también procede de la mitología. Orígenes ve en este pájaro el misterio de la concepción virginal, porque, según la leyenda, la hembra del buitre es fecundada por el viento de levante.

Las palabras de Vossius no dejaron de causar impresión en el psiquiatra, aun cuando parecían sólo una confirmación del diagnóstico ya decidido.

– Suponiendo que su teoría sea correcta -dijo Le Vaux-, ¿qué pasa con el enigma escondido debajo del minio?

– Para averiguarlo, me dirigí al Louvre con el ruego de examinar el cuadro por rayos X. Tenía una sospecha: Leonardo usaba minio en sus colores, y no sería el primero ni el último artista que hubiera dejado un mensaje en uno de sus cuadros universalmente conocidos, en este caso, sin embargo, un mensaje de incalculables consecuencias.

Le Vaux miró a su paciente con tensa expectación.

– En efecto -dijo Vossius-, Leonardo siempre expresó la opinión de que este enigma podría derribar una palma, no, ¡dijo la palma!

– ¿La palma?

– El símbolo de la palma se usa para la victoria, la paz y la castidad. A menudo los mártires llevan un ramo de palmas en la mano. Pero la palma es el símbolo de la Iglesia.

Se hizo un largo silencio. Le Vaux reflexionaba.

– Quiere decir con ello que Leonardo da Vinci…

– Sí -interrumpió Vossius-, afirmo que Leonardo conocía un terrible secreto capaz de provocar el derrumbamiento de la Iglesia como el tronco de una palmera que se eleva en el cielo.