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—Mensaje urgente para el Señor de la Noche.

El ayudante de Targonne, con aspecto de estar agotado, entró en el estudio.

—¿Qué pasa ahora? —gruñó Targonne.

—Un mensajero trae un comunicado del gobernador militar en Qualinost, Medan, informando que las fuerzas de Beryl han cruzado la frontera de Qualinesti, saqueando todo a su paso. Medan pide urgentemente órdenes. Cree que Beryl se propone destruir Qualinesti, incendiar los bosques, arrasar ciudades y exterminar a los elfos.

—¡Los elfos muertos no pagan tributos! —bramó con rabia Targonne, maldiciendo a Beryl con todo su corazón. Empezó a pasear por detrás del escritorio—. No se puede cortar madera en un bosque quemado. Beryl ataca Qualinesti y la Ciudadela. Nos está mintiendo a Malys y a mí. Intenta romper el pacto. Planea una guerra contra Malys y contra la caballería. He de encontrar un modo de detenerla. ¡Dejadme solo! Salid todos —ordenó perentoriamente—. Tengo trabajo que hacer.

El primer mensajero saludó inclinando la cabeza y se marchó para comer y descansar lo que pudiera antes de emprender el vuelo de regreso. El segundo salió para esperar órdenes. El ayudante abandonó el cuarto para enviar corredores a despertar a otros mensajeros y alertar a los Dragones Azules que los transportarían.

Cuando los mensajeros y su ayudante se hubieron marchado, Targonne siguió paseando por el estudio. Estaba furioso, frustrado. Sólo unos minutos antes se encontraba trabajando en sus libros, satisfecho con la idea de que el mundo funcionaba como debía, de que tenía todo bajo control. Cierto, los grandes señores dragones imaginaban que eran ellos los que estaban a cargo de las cosas, pero Targonne sabía que se engañaban. Enormes, amondongados, se daban —o se habían dado— por satisfechos con dormitar en sus cubiles, dejando que los Caballeros de Neraka gobernaran en su nombre. Los caballeros negros controlaban Palanthas y Qualinost, dos de las ciudades más prósperas del continente. El asedio de Sanction acabaría pronto con la resistencia de esa ciudad portuaria y la tomarían, dándoles acceso al Nuevo Mar. Habían tomado Haven, y ya estaba forjando planes para atacar la próspera ciudad de Solace, ubicada en un importante cruce de caminos.

Y entonces veía venirse abajo sus planes como se había desmoronado la pila de monedas. Volvió al escritorio y dispuso varios folios, mojó la pluma en el tintero y, tras unos segundos de profunda reflexión, empezó a escribir.

General Dogah:

Enhorabuena por la victoria sobre los silvanestis. Esa gente nos ha desafiado durante muchos años. Sin embargo, he de advertirte que no confíes en ellos. No es necesario que te diga que no contamos con tropas suficientes para conservar Silvanesti en nuestro poder si los elfos deciden levantarse todos a una contra nosotros. Tengo entendido que están enfermos y debilitados, diezmada su población, pero son taimados. Especialmente ese rey suyo, Silvanoshei. Tiene una madre astuta, peligrosa, y un padre proscrito. Indudablemente está confabulado con ellos. Quiero que me traigas a todos los elfos que creas que pueden proporcionarme información sobre cualquier complot subversivo, para interrogarlos. Sé discreto con esto, Dogah. No quiero despertar sospechas en los elfos.

Targonne,
Señor de la Noche.

Releyó la carta, echó arena sobre la tinta para que se secara antes, y se dispuso a redactar la siguiente.

A la suprema señora Malystryx,

Excelsa Majestad:

Es un gran placer comunicar a vuestra ilustre Majestad que la nación elfa Silvanesti, que nos desafió durante tanto tiempo, ha sido totalmente derrotada por los ejércitos de los Caballeros de Neraka. Los tributos de estas ricas tierras empezarán afluir en vuestros cofres a no tardar. Los Caballeros de Neraka se ocuparán, como siempre, de los asuntos financieros para descargaros de esa rutinaria y prosaica tarea.

Durante la batalla se descubrió que el Dragón Verde, Cyan Bloodbane, se ocultaba en Silvanesti. Temeroso de vuestra ira, se había aliado con los elfos. De hecho, fue él el que levantó el escudo que durante tanto tiempo nos impidió acceder a esas tierras. Resultó muerto durante la batalla. Si es posible, haré que se encuentre su cabeza y os sea enviada a vuestra graciosa Majestad.

Es posible que os lleguen unos absurdos rumores de que vuestra pariente Beryllinthranox ha roto el pacto de los dragones al atacar la Ciudadela de la Luz y haciendo marchar sus ejércitos contra Qualinesti. Quiero aclarar a vuestra gracia que no es tal el caso. Beryllinthranox actúa bajo mis órdenes. Tenemos pruebas de que los místicos de la Ciudadela de la Luz han sido la causa de los problemas que nuestros místicos han tenido con la magia. Consideré que eran una amenaza, y Beryllinthranox se ofreció gentilmente a destruirlos. En cuanto a Qualinesti, los ejércitos de Beryllinthranox marchan hacia allí a fin de unirse a las fuerzas del gobernador militar Medan, quien tiene órdenes de acabar con los rebeldes liderados por una elfa conocida como La Leona, que ha hostigado a nuestras tropas y a interrumpido el envío regular de tributos.

Como veréis, tengo todo bajo control. No tenéis por qué alarmaros.

Morham Targonne,
Señor de la Noche.

Esparció arena sobre la carta y se puso de inmediato con la siguiente, cuya redacción era más fácil debido a que en ella había algo de verdad.

A Khellendros, el Dragón Azul,

Muy respetadísimo Señor:

Sin duda habréis oído que la gran señora Beryllinthranox ha lanzado un ataque contra la Ciudadela de la Luz. Temiendo que pudieseis malinterpretar esa incursión en un territorio tan cercano al vuestro, quiero asegurar a vuestra señoría que la hembra de Dragón Verde actúa bajo mis órdenes en esto. Se ha descubierto que los místicos de la Ciudadela de la Luz son los responsables del fracaso de nuestros místicos con su magia. Os habría solicitado ayuda, magnífico Khellendros, pero sé que debéis mantener una estrecha vigilancia por la concentración de los execrables Caballeros de Solamnia en la ciudad de Solanthus. No queriendo distraeros en un momento tan crítico, pedí a Beryllinthranox que se ocupara del problema.

Morham Targonne,
Señor de la Noche.

Posdata: Estáis enterado de la concentración de los solámnicos en Solanthus, ¿verdad, excelencia?

La última carta era aún más fácil y tuvo que pensar poco para redactarla.

Gobernador militar Medan:

Por la presente se te ordena entregar la capital del reino, Qualinost, intacta e íntegra a su gracia, Beryllinthranox. Arrestarás a todos los miembros de la familia real, incluidos el rey Gilthas y la reina madre, Laurana. Se entregarán vivos a Beryllinthranox, que hará con ellos lo que le plazca. A cambio de esto, dejarás muy claro a Beryllinthranox que sus fuerzas cesarán inmediatamente su gratuita destrucción de bosques, granjas, edificios, etc., recalcando que aunque ella, en su magnificencia, no necesita dinero, a nosotros, pobres gusanos mortales, sí nos hace falta. Tienes permiso para hacer la siguiente oferta: a cada soldado humano de su ejército se le concederá una parte de la tierra elfa, incluidos todos los edificios y construcciones del reino. A los oficiales de alto rango humanos se les darán casas en Qualinost. Esto frenará el saqueo y la destrucción. Una vez que las cosas hayan vuelto a la normalidad, me ocuparé de que otros colonizadores humanos se trasladen allí para ocupar el resto de las tierras elfas.

Morham Targonne,
Señor de la Noche.

Posdata: Esta oferta de tierras no es válida para goblins, hobgoblins, minotauros ni draconianos. Promételes el equivalente en piezas de acero, a pagar en una fecha posterior. Espero que te ocupes de que esas criaturas estén en la vanguardia del ejército y que sean las que sufran mayores bajas.

Posdata 2: En cuanto a los elfos residentes en Qualinesti, es probable que se nieguen a ceder sus tierras y propiedades. Puesto que al hacer tal cosa desobedecerán una orden directa de los Caballeros de Neraka, habrán quebrantado la ley y, en consecuencia, serán sentenciados a muerte. Se ordena a tus soldados que cumplan la sentencia en el acto.