Al cabo de cuarenta minutos, Russell ya estaba en un reservado próximo a la caja cuando él llegó. Bosch se deslizó en la parte opuesta del reservado.
– Llegas tarde -dijo ella.
– Lo siento, estaba alquilando un coche.
– Te han retirado el coche, ¿eh? Parece serio.
– No vamos a hablar de eso.
– Ya lo sé. ¿Sabes quién es el dueño de este sitio?
– Sí, el alcalde. Pero la comida no es mala.
La periodista torció el gesto y miró en torno como si el lugar estuviera lleno de hormigas. El alcalde era republicano; el Times había apoyado a los demócratas. Y lo que era peor, al menos para ella, era que el alcalde defendía al departamento de policía. A los periodistas eso no les gustaba. Preferían las controversias internas, el escándalo. Generaba noticias más interesantes.
– Lo siento -dijo Bosch-. Supongo que podría haber propuesto el Gorky o algún sitio más liberal.
– No te preocupes por eso, Bosch. Sólo estaba bromeando.
Bosch calculó que la mujer no tendría más de veinticinco. Era una joven negra con una gracia especial. Bosch no sabía de dónde era, pero no creía que fuera de Los Ángeles. Conservaba el rastro de un acento, un cantito caribeño, que probablemente ella había tratado de suavizar. Aun así permanecía. A Bosch le gustaba cómo ella decía su nombre. En su boca sonaba exótico, como una ola al romper. No le importaba que tuviera poco más que la mitad de su edad y que lo tuteara.
– ¿De dónde eres, Keisha?
– ¿Por qué?
– ¿Por qué? Porque me interesa, nada más. Estás en sucesos y me gusta saber con quién trato.
– Soy de aquí, Bosch. Llegué de Jamaica cuando tenía cinco años. Fui a la Universidad del Sur de California. ¿Tú, de dónde eres?
– De Los Ángeles. Siempre he vivido aquí.
Decidió no mencionar los quince meses que había pasado combatiendo en los túneles de Vietnam ni los nueve que había estado preparándose en Carolina del Norte.
– ¿Qué te ha pasado en la mano?
– Me corté trabajando en casa. He estado haciendo reparaciones mientras estoy de baja. Bueno, ¿qué tal ocupar el lugar de Bremmer en sucesos? Él estuvo muchos años.
– Sí, lo sé. No está resultando fácil, pero me abro camino. Poco a poco. Estoy haciendo amigos. Espero que seas uno de mis amigos, Bosch.
– Seré tu amigo cuando pueda. Vamos a ver qué me has traído.
Russell puso sobre la mesa una carpeta, pero antes de que pudiera abrirla llegó el camarero, un viejo calvo con bigote encerado. Ella pidió un sándwich de ensalada de huevo. Bosch pidió una hamburguesa bien hecha con patatas fritas. Russell torció el gesto y Bosch adivinó el motivo.
– ¿Eres vegetariana?
– Sí.
– Lo siento, la próxima vez elige tú el sitio.
– Lo haré.
La periodista abrió la carpeta y Bosch se fijó en que llevaba diversas pulseras en la muñeca izquierda. Estaban hechas de hilo trenzado en distintos colores. Bosch miró en la carpeta y vio un pequeño recorte de periódico. Por el tamaño y el formato, Bosch supo que era una de las historias que quedaban enterradas en la parte de atrás del diario. Russell se lo pasó.
– Creo que éste es tu Johnny Fox. La edad coincide, pero no lo describe como tú. Un mierda de poca monta blanco, dijiste.
Bosch leyó el artículo. Estaba fechado el 30 de septiembre de 1962.
TRABAJADOR DE CAMPAÑA VÍCTIMA DE UN ATROPELLO
por Monte Kim, de la redacción del Times
Un hombre de 29 años que colaboraba en la campaña de un candidato a la oficina del fiscal del distrito resultó muerto el sábado en Hollywood cuando fue atropellado por un coche que circulaba a gran velocidad, según informó la policía de Los Ángeles.
La víctima fue identificada como Johnny Fox, que residía en un apartamento de Ivar Street, en Hollywood. La policía aseguró que Fox había estado distribuyendo publicidad de campaña en apoyo del aspirante a fiscal del distrito Arno Conklin en la esquina de Hollywood Boulevard y La Brea Avenue cuando fue arrollado por un coche al ir a cruzar la calle.
Fox estaba cruzando los carriles sentido sur de La Brea alrededor de las dos de la tarde cuando el vehículo le golpeó. La policía dijo que al parecer Fox murió por el impacto y su cuerpo fue arrastrado varios metros por el coche.
Según la policía, el vehículo que arrolló a Fox frenó momentáneamente después de la colisión; pero enseguida se dio a la fuga. Los testigos explicaron a los investigadores que el coche avanzaba hacia el sur por La Brea a gran velocidad. La policía no ha localizado el vehículo y los testigos no pudieron proporcionar una descripción clara del modelo o la marca. Fuentes policiales aseguraron que la investigación continúa abierta.
El director de campaña de Conklin, Gordon Mittel, explicó que Fox se había unido a la campaña hacía tan sólo una semana.
Localizado en la oficina del fiscal del distrito, donde está a cargo de la sección de investigaciones especiales bajo mando del fiscal en ejercicio John Charles Stock, Conklin manifestó que todavía no había conocido a Fox, pero lamentó la muerte del hombre que trabajaba para su elección. El candidato declinó hacer más comentarios.
Bosch examinó el recorte durante un buen rato después de leerlo.
– ¿Este tal Monte Kim sigue en el periódico?
– ¿Estás de broma? Eso fue hace casi un milenio. Entonces la sala de redacción era un puñado de chicos blancos sentados con sus camisas blancas y corbatas.
Bosch miró su propia camisa y después a ella.
– Lo siento -dijo Russell-. El caso es que ya no está. Y no sé nada de Conklin. Demasiado antiguo. ¿Ganó?
– Sí. Creo que obtuvo dos mandatos. Después recuerdo que iba a presentarse a fiscal general, pero le salió el tiro por la culata. Algo así. Yo no estaba aquí entonces.
– Creía que habías dicho que has estado aquí toda la vida.
– Me fui una temporada.
– ¿A Vietnam?
– Sí.
– Sí, muchos polis de tu edad estuvieron allí. Tuvo que ser un flipe. ¿Por eso os hicisteis polis? ¿Para poder seguir llevando armas?
– Algo así.
– El caso es que si Conklin sigue vivo, probablemente es un anciano. Pero Mittel continúa en activo. Eso ya lo sabes, claro. Probablemente está en uno de esos reservados comiendo con el alcalde.
Ella sonrió y Bosch no le hizo caso.
– Sí, es un pez gordo. ¿Cuál es la historia sobre él?
– ¿Mittel? No lo sé. Primera espada en un bufete de abogados, amigo de gobernadores y senadores y de otra gente poderosa. Lo último que supe de él, era que estaba llevando las finanzas de Robert Shepherd.
– ¿Robert Shepherd? ¿El tío de los ordenadores?
– Más bien el magnate de los ordenadores. Sí, ¿no has leído el diario? Shepherd quería presentarse, pero no quería usar su propio dinero. Mittel está haciendo la recogida de fondos para una campaña de exploración.
– ¿Presentarse a qué?
– Joder, Bosch, ¿no lees el diario ni ves la tele?
– He estado ocupado. ¿Presentarse a qué?
– Bueno como cualquier ególatra creo que quiere presentarse a presidente. Pero por ahora se presenta al Senado. Shepherd quiere ser candidato de un tercer partido. Dice que los republicanos están demasiado a la derecha y los demócratas demasiado a la izquierda. Él está en el centro. Y por lo que he oído, si alguien puede reunir el dinero para que se presente como tercer candidato, ése es Mittel.
– Entonces a Mittel le interesa la presidencia.
– Supongo. Pero ¿por qué me preguntas por él? Soy periodista de sucesos, tú eres un poli. ¿Qué tiene esto que ver con Gordon Mittel? -Russell señaló la fotocopia.