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– Vale -dijo Bosch-, ha dicho que se fue esa noche y que nunca volvió. ¿Cómo descubrió qué fue lo que pasó?

– Al día siguiente tenía miedo de que hubiera ocurrido algo. Al final llamé a mi despacho e hice una comprobación de rutina para ver qué había entrado en los informes nocturnos. Una de las cosas que me dijeron era que había habido un homicidio en Hollywood. Tenían el nombre de la víctima. Era ella. Fue el día más horrible de mi vida.

– ¿Qué ocurrió después?

Conklin se pasó una mano por la frente y continuó.

– Me enteré de que la habían descubierto esa mañana. Ella… Yo estaba en estado de shock. No podía creer que hubiera ocurrido. Le pedí a Mittel que hiciera algunas averiguaciones, pero no surgió nada útil. Entonces llamó el hombre que… me había presentado a Marjorie.

– Johnny Fox.

– Sí. Llamó y me dijo que había oído que lo buscaba la policía. Dijo que era inocente. Me amenazó. Me dijo que si no lo protegía le revelaría a la policía que Marjorie había estado conmigo esa última noche. Sería el final de mi carrera.

– Y usted lo protegió.

– Se lo encargué a Gordon. Él investigó la declaración de Fox y confirmó su coartada. No recuerdo ahora cuál era, pero se confirmó. Había estado en una timba o en algún lugar donde había muchos testigos. Como estaba seguro de que Fox no estaba implicado, llamé a los detectives asignados al caso y arreglamos que lo entrevistaran. Para proteger a Fox y protegerme a mí, Gordon y yo inventamos una historia según la cual dijimos a los detectives que Fox era un testigo clave en una investigación del jurado de acusación. El plan tuvo éxito. Los detectives se centraron en otras cosas. En un momento hablé con uno de ellos y me contó que creía que Marjorie había sido víctima de algún tipo de asesino sexual. Entonces eran bastante raros. El detective dijo que las perspectivas del caso no eran buenas. Me temo que yo nunca sospeché de Gordon. Hacerle algo tan horrible a una persona inocente… Estaba delante de mis ojos, pero durante mucho tiempo no lo vi. Fui un tonto. Una marioneta.

– Está diciendo que no fue usted ni tampoco Fox. Está diciendo que Mittel la mató para eliminar un riesgo a su carrera política. Pero que no se lo dijo. Fue sólo idea suya y simplemente lo hizo.

– Sí, eso es lo que digo. Se lo conté esa noche cuando llamé. Le dije que ella significaba más que todos los planes que él tenía para mí, más que los que tenía yo mismo. Dijo que supondría el final de mi carrera y yo lo acepté. Lo acepté siempre que empezara una nueva parte de mi vida con ella. Creo que esos momentos fueron los más pacíficos de mi vida. Estaba enamorado y había tomado una decisión. -Dio un suave puñetazo en la cama en un gesto de impotencia-. Le dije a Mittel que no me importaba cuál pensaba que sería el daño que causaría a mi carrera. Le expliqué que íbamos a mudarnos. No sabía adónde. La Jolla, San Diego, mencioné varios lugares. No sabía adónde íbamos a ir, pero estaba desafiante. Estaba furioso con él porque no compartía la alegría de nuestra decisión. Y al hacerlo lo provoqué. Ahora lo sé, y apresuré la muerte de tu madre.

Bosch lo examinó un largo momento. Su sufrimiento parecía sincero. Los ojos de Conklin parecían tan angustiados como los ojos de pez de un barco que se hunde. Sólo había oscuridad tras ellos.

– ¿Mittel lo admitió alguna vez?

– No, pero yo lo sabía. Supongo que era un conocimiento inconsciente, pero algo que dijo años después lo hizo aflorar. Lo confirmó en mi mente. Y ése fue el final de nuestra relación.

– ¿Qué dijo? ¿Cuándo?

– Muchos años después. Fue cuando me estaba preparando para ser fiscal general. ¿Te imaginas una charada igual? Yo, el mentiroso, el cobarde, el conspirador preparándome para el puesto más alto de la fiscalía del estado. Mittel se me acercó un día y me dijo que tenía que casarme antes del año de la elección. Fue así de franco al respecto. Dijo que había rumores que podían costarme votos. Yo le dije que eso era absurdo y que yo no iba a casarme sólo para calmar a algunos palurdos de Palmdale o del desierto. Entonces él hizo un comentario, sólo un comentario frívolo y brusco cuando estaba saliendo de mi despacho.

Se detuvo para alcanzar el vaso de agua. Bosch le ayudó y el anciano bebió lentamente. Bosch reparó en el olor medicamentoso que lo envolvía. Era horrible. Le recordó a los cadáveres del depósito. Harry cogió el vaso después de que Conklin hubo bebido y volvió a dejarlo en la mesita de noche.

– ¿Cuál fue el comentario?

– Cuando estaba saliendo de mi despacho, dijo, y lo recuerdo palabra por palabra, dijo: «A veces lamento haberte salvado de aquel escándalo de la puta. Tal vez si no lo hubiera hecho ahora no tendríamos este problema. La gente sabría que no eres marica.» Ésas fueron sus palabras.

Bosch se lo quedó mirando un momento.

– Podría haber sido sólo una forma de hablar. Podría haber querido decir que le había salvado del escándalo de conocerla al dar los pasos para mantenerle alejado de eso. No es una prueba de que la matara u ordenara su asesinato. Usted era fiscal, sabe que no era suficiente. No era prueba directa de nada. ¿Nunca lo confrontó directamente?

– No. Nunca. Me intimidaba demasiado. Gordon se estaba convirtiendo en un hombre poderoso. Más poderoso que yo. Así que no le dije nada. Simplemente desmantelé mi campaña y plegué mi tienda. Dejé la vida pública y desde entonces no he vuelto a hablar con Gordon Mittel. Hace más de veinticinco años.

– Se pasó a la práctica privada.

– Sí. Acepté trabajo pro bono como pena autoimpuesta por mi responsabilidad. Ojalá pudiera decir que ayudó a suturar las heridas de mi alma, pero no lo hizo. Soy un hombre impotente, Hieronymus. Así que dime, ¿has venido a matarme? No dejes que mi historia te disuada de creer que me lo merezco.

La pregunta había sobresaltado a Bosch en el silencio. Finalmente, negó con la cabeza y habló.

– ¿Qué sucedió con Johnny Fox? Le tenía encadenado desde aquella noche.

– Sí. Era un extorsionista de primera.

– ¿Qué ocurrió con él?

– Me obligaron a contratarle como empleado de campaña, a pagarle quinientos dólares por semana por no hacer prácticamente nada. ¿Ves la farsa en la que se había convertido mi vida? Lo mataron en un atropello antes de recoger su primer cheque.

– ¿Mittel?

– Supongo que él fue responsable, aunque debo admitir que él es un chivo expiatorio conveniente para todas las fechorías en las que me he visto envuelto.

– ¿No creyó que era demasiada coincidencia que muriera?

– Las cosas son mucho más claras en retrospectiva. -Conklin sacudió la cabeza con tristeza-. En ese momento recuerdo que estaba fascinado con mi suerte. La única espina en mi costado había sido arrancada por casualidad. Tienes que recordar que en ese momento no tenía ningún pálpito de que la muerte de Marjorie estuviera conectada en modo alguno conmigo. Simplemente veía a Fox como un aprovechado. Cuando desapareció gracias a un accidente de automóvil me sentí satisfecho. Se hizo un trato con un periodista para silenciar el historial de Fox y no hubo más problema… Pero, por supuesto, no era así. Nunca lo fue. Gordon, genio que era, no contaba con que yo no pudiera superar la pérdida de Marjorie. Y todavía no he podido.

– ¿Y McCage?

– ¿Quién?

– McCage Incorporated. Sus pagos al poli. Claude Eno.

Conklin se quedó un momento en silencio mientras componía una respuesta.

– Por supuesto, conocía a Claude Eno. No me preocupaba y nunca le pagué ni un centavo.