– Joder, has viajado de noche.
– Es una larga historia. Te la contaré después.
– Dios, vuelve a ponerte las gafas.
Jasmine volvió a ponerle las gafas y rió.
– No tiene gracia. Duele.
– No es por eso. Te he manchado la cara de pintura.
– Bueno, entonces no estoy solo.
Bosch trazó la cuchillada de óleo en el rostro de Jasmine. Se abrazaron de nuevo. Bosch sabía que podrían hablar más tarde. Por el momento sólo la abrazó y la olió y miró por encima del hombro de ella al azul brillante de la bahía. Pensó en algo que le había dicho el anciano postrado en la cama. «Cuando encuentres la que crees que encaja, agárrate a ella para siempre.» Bosch no sabía si ella era la elegida, pero por el momento se agarró a ella con todo lo que le quedaba.
***