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Le dimos la vuelta al futón y miramos entre las sábanas, pero no encontramos nada más. Me metí en el baño. Había un montón de revistas junto al inodoro. La papelera estaba llena a rebosar de pañuelos de papel, bastoncitos para las orejas y tubos de papel higiénico de cartón, pero sobresalían varias hojas blancas. La volqué. Cayó al suelo una fotocopia de mi expediente 201.

– Joe. Schilling tiene mi ficha.

Pike se colocó a mi lado. Repasé las páginas con una sensación de atontamiento que enlentecía mis movimientos. Después se las pasé a Joe.

– Las dos únicas personas que tenían copia de esto eran Starkey y Myers, que consiguió que un juez de Nueva Orleans pidiera mi ficha para Richard. Nadie más podía tenerla.

Las piezas del rompecabezas iban encajando como hojas que se posaban en el fondo de una piscina. La imagen que formaban era borrosa, pero empezaba a cobrar forma.

Pike echó un vistazo a los papeles que le daba.

– ¿Myers la tenía?

– Sí. Myers y Starkey.

Pike inclinó la cabeza. Se le ensombreció el gesto.

– ¿Y cómo iba a conocerlos Myers?

– Myers lleva la seguridad de la empresa de Richard. Resnick ha dicho que Schilling lo llamó porque estaba buscando un trabajito. A lo mejor se lo dio Myers. Si conocía a Schilling, puede que los otros hayan llegado a esto a través de él.

Pike volvió a mirar los papeles y luego meneó la cabeza. Seguía sin comprender.

– Pero, a ver, ¿por qué iba Myers a darles tu ficha?

– A lo mejor el rapto de Ben fue idea suya.

– ¡Joder!

– Myers podía enterarse de cualquier cosa de la vida de Richard. Había oído hablar de lo mío con Lucy y sabía que Ben y ella estaban aquí, y que Richard estaba preocupado. Fallon y Schilling no podían haber sabido nada de eso, pero Myers estaba al corriente de todo. Seguro que Richard se pasaba el día quejándose del peligro que corrían por estar conmigo, así que tal vez a Myers se le ocurrió que podía aprovechar la paranoia de Richard para sacarle dinero.

– Montar un secuestro y luego controlar la jugada desde dentro para conseguir que pague.

– Exacto.

Pike volvió a menear la cabeza.

– No se sostiene demasiado bien.

– ¿Cómo iban a conseguir mi ficha, si no? Y ¿por qué elegir a Ben como víctima y hacer ver que yo era el motivo de todo?

– ¿Vas a llamar a Starkey?

– ¿Qué iba a contarle? ¿Y qué haría ella? Myers no lo reconocerá a no ser que tengamos pruebas.

Regresamos al dormitorio y volvimos a repasar las facturas telefónicas de Schilling para ver si había llamado a Luisiana, pero no aparecía ningún número de fuera de Los Ángeles, excepto el de El Salvador. Registramos otra vez el piso. Miramos todo lo que se nos ocurrió en busca de algo que conectara a Schilling con Myers o viceversa, hasta que ya no tuvimos dónde buscar. Seguíamos sin tener nada. Entonces se me ocurrió otro lugar en el que investigar.

– Tenemos que entrar en la oficina de Myers -propuse-. Vamos.

Corrí hasta la puerta, pero Pike no me siguió. Se quedó mirándome como si me hubiera vuelto loco.

– ¿Qué te pasa? La oficina de Myers está en Nueva Orleans.

– Puede hacerlo Lucy. Puede registrar su oficina desde aquí.

Se lo expliqué mientras corríamos hacia los coches.

22

Tiempo desde la desaparición: 51 horas, 36 minutos.

Lucy se me quedó mirando sin acabar de abrir la puerta, como si estuviera escondiéndose. Su cara quedaba oculta por una sombra que no sólo tenía que ver con la falta de iluminación; en cuanto la vi me di cuenta de que le habían contado lo de DeNice.

– Uno de los detectives de Richard… -empezó.

– Ya lo sé. Joe está abajo. Déjame pasar, Luce. Tengo que hablar contigo.

Abrí la puerta con delicadeza y entré sin esperar a que me lo pidiera. Tenía el teléfono en la mano. Me imaginé que no lo había soltado desde la noche anterior.

Se la veía aturdida, como el si el peso de aquella tortura le hubiera arrancado todas las fuerzas. Se dirigió hasta el sofá igual que una sonámbula.

– Lo han decapitado -balbuceó-. Un inspector de policía me ha dicho que habían dejado una zapatilla de Ben en medio de un charco de sangre.

– Vamos a darle caza, Luce. Lo encontraremos. ¿Has hablado con Lucas o con Starkey?

– Han venido hace un rato. Ellos dos y el otro inspector.

– Tims.

– Me han contado lo de la furgoneta. Me han dicho que iba a salir en las noticias y que no querían que me enterase así. Me han preguntado otra vez por Fallon y por otros dos hombres, un africano y un tal Schilling. Tenían fotos.

– ¿Y Richard? ¿Han dicho algo de Richard?

– ¿Por qué iban a mencionar a Richard?

– ¿Has hablado con él esta noche?

– Lo he llamado varias veces, pero no lo he encontrado y ya no he sabido nada de él -explicó. Me miró intrigada y añadió en tono de preocupación-: ¿Por qué iban a decirme nada de Richard? ¿Es que también le ha pasado algo?

– Creemos que Fallon puede haberse puesto en contacto con Richard para pedirle un rescate. Ése es seguramente el motivo por el que le hizo todo eso a DeNice, para asustar a Richard y conseguir que pagara.

– Eso no me lo han dicho. -Lucy frunció aún más el entrecejo y meneó la cabeza-. Richard tampoco me ha dicho nada.

– Si Fallon ha conseguido asustarlo lo suficiente habrá conseguido que mantenga la boca cerrada. Y me parece que lo ha asustado mucho. La verdad es que nos ha metido el miedo en el cuerpo a todos. Mira, Lucy, tengo la teoría de que Myers está metido en esto. Por eso han raptado a Ben y por eso sabían tantas cosas sobre mí. A través de Myers.