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«Me cago en todo», pensó, y acto seguido vomitó.

Se sintió algo despejado, aunque aún se notaba borracho y mareado. Se dio cuenta de que Ibo, Fallon y Cole estaban gritando. No, no estaba en África, sino en Los Ángeles. Los demás seguían dentro, con el dinero.

Tanteó el suelo alrededor en busca de la pistola, pero no la encontró. Mierda. Fue a gatas hasta la casa.

Cole

Las tres pistolas zigzagueaban como serpientes listas para saltar sobre su presa. Yo apunté a Fallon, pero luego volví a encañonar albo. El arma de Fallon pasó de Pike a mí y luego volvió a Pike. Y la de éste iba de Fallon a Ibo y al revés. Ibo sostenía a Ben en lo alto para protegerse la cabeza y el pecho. Si alguien apretaba el gatillo acabaría disparando todo el mundo, y todos terminaríamos cosidos a balazos.

Ibo volvió a gritar, escudado tras el cuerpo oscilante de Ben:

– ¡TENGO AL NIÑO! Richard gimió.

Ben forcejeó para soltarse. Actuaba como si la navaja no existiese, o quizá ya todo le diese igual. No dejaba de mirar a Richard.

Apunté a las piernas de Ibo. Con la escopeta de Fallon podía arrancarle una, pero eso no serviría para impedir que hiriese al chico. Me acerqué a la pared en busca de un mejor ángulo. Ibo se refugió en el rincón y levantó a Ben aún más. Era una pesadilla de más de dos metros que se asomaba por detrás de la oreja de Ben.

– ¡Me lo cargo!

Pike y Fallon estaban pegados el uno al otro. Los dos sostenían las armas con ambas manos y los brazos muy tensos.

– ¿No ves la navaja? -dijo Fallon-. Si me disparas, le rajará el cuello al niño.

– Ni se enterará. Y tú tampoco -respondió Pike.

– ¿Joe? -lo llamé.

– Soy bueno.

– ¡Lo haré! -gritó Ibo.

– ¿Puedes darle, Joe?

– Aún no.

Moví la escopeta hacia Fallon, pero luego decidí apuntar albo otra vez. La habitación era pequeña y el sudor hacía aumentar la humedad del ambiente. Aquello parecía una cripta.

– Suéltalo -grité a Ibo-. Déjalo en el suelo y vete, que no te ocurrirá nada.

Fallon se acercó a las bolsas con el dinero y Pike a Ibo. Mi socio estaba contra una pared y yo contra la otra; Ibo se había quedado entre ambos. Ben forcejeó con más empeño, estirando el brazo para alcanzar un bolsillo.

– Nosotros queremos el dinero y vosotros al niño. Todos podemos obtener lo que pretendemos -dijo Fallon.

Una vez más, dirigí la escopeta hacia Fallon.

– Sí, claro, Fallon, me parece estupendo. Ibo y tú dejad las armas en el suelo y luego lo haremos nosotros.

Sonrió con los labios apretados y se volvió para encañonar a Pike.

– Mejor soltadlas vosotros primero.

Richard intentó recoger las piernas debajo del cuerpo, pero resbaló en su propia sangre. Me imaginé que no iba a durar mucho.

– ¡Papá! -gritó entonces Ben, con una voz extraña que era como un gemido.

Me arrimé más a Ibo, que exclamó:

– ¡No te acerques!

Ben seguía luchando por soltarse. Sacó la mano del bolsillo. Al ver lo que tenía en ella comprendí cuál era su intención.

Fallon dejó de apuntar a Pike y dirigió el arma hacia mí. Estaba sudando a mares.

– Es capaz de hacerlo. Los dos lo somos. ¡Si nos dais el dinero podéis quedaros el niño!

– Lo matarías de todas formas.

Todo sucedió en décimas de segundo, quizás en menos tiempo.

Nos tenían y nosotros los teníamos a ellos, pero Ben estaba atrapado en medio.

– ¿Ben? -dije. El chico estaba aterrorizado-. Voy a llevarte con tu madre. ¿Lo oyes? Voy a devolverte a tu madre. Joe, ¿tienes controlado a Fallon?

– Sí.

Bajé la escopeta.

Fallon volvió a apuntar a Joe y al cabo de un instante me encañonó otra vez. No sabía cuál era mi plan, yeso le asustaba.

– ¡Mazi!

– ¡Me lo cargo! -gritó Ibo.

Coloqué la escopeta con la boca hacia arriba, para demostrarles que no pensaba disparar, y la apoyé en el suelo. Me enderecé, observando a Mazi, y después di un paso hacia él. Fallon volvió a apuntarme.

– ¡Vamos a matarlo, Cole! -amenazó Fallon-. ¡Y a ti también!

Me aproximé más a Ben.

– ¡Voy a hacerlo! -chilló Ibo.

– Ya lo sé. Fallon y tú sois dos animales capaces de eso y mucho más.

Les hablaba en voz baja, con un tono normal, como si estuviera haciendo un comentario de lo más corriente sobre su marca de café preferida. Me detuve a medio metro de Ben. Fallon estaba detrás de mí, por lo que no podía verlo, pero Pike también había quedado a mis espaldas. Sonreí a Ben en silencio, dándole a entender que, del mismo modo que yo confiaba en Joe, él tenía que confiar en mí. Todo saldría bien, porque había ido a buscarlo para llevarlo a casa, yeso era lo que pensaba hacer.

– Cuando quieras, campeón. Vámonos a casa.

De ese modo le daba permiso. Le decía que adelante, que hiciera lo que tenía en la cabeza y que yo lo cubriría.

Ben Chenier levantó el brazo con el que aferraba la estrella de plata, que semejaba una garra. Le clavó la condecoración a Ibo en los ojos y tiró hacia abajo. Ibo estaba concentrado en mí y lo pilló desprevenido. Se estremeció y agachó la cabeza. Fue entonces cuando actué. Coloqué los dedos detrás de la hoja y la doblé para apartarla de la garganta de Ben en el momento en que los disparos estallaban detrás de mí. La navaja me hizo cortes profundos en los dedos, pero seguí agarrándola con fuerza y doblé la mano de Ibo hacia atrás por la muñeca. Ben cayó al suelo y quedó libre. Se oyó otro disparo y después otro. No tenía ni idea de lo que sucedía en el otro extremo de la habitación. No podía mirar.

Pike

Cuando Cole dejó la escopeta en el suelo y se dirigió hacia Ibo, Fallon tomó ventaja. Pike no podía disparar mientras Ben corriera peligro; si le daba a Fallon, Ibo mataría al niño; si le daba a Ibo, Fallon acabaría con él en el mismo instante y después seguiría con Cole. Pike decidió que, si conseguía un buen ángulo desde el que acertarle en el córtex a Ibo sin problemas, lo aprovecharía aunque eso significara que Fallon lo mataría. Sí, le pegaría un tiro y después se volvería hacia Cole, pero éste podría ser lo bastante rápido y recuperar la escopeta antes de que el secuestrador girase del todo. Sin embargo, Ibo no era idiota, y a Pike casi la dio la impresión de que se daba cuenta de lo que estaba pensando; sostenía al niño bien alto, y con la cabeza de éste protegía la suya propia. Pike no podía acertar. Decidió volver a apuntar a Fallon.