Igual que el capítulo sobre el servicio militar, éste empezaba con la fotocopia de una hoja de matrícula, ahora de la Universidad de Munich. Þóra se dio cuenta de que estaba fechada apenas un mes después de la licencia del ejército. Eso indicaba que Harald había mejorado mucho después de dejar el ejército, si es que había sido una enfermedad el verdadero motivo de su salida del ejército. Después venían algunas páginas con las que Þóra no se aclaraba del todo; una era la fotocopia de la reunión fundacional de una sociedad de estudios históricos denominada Malleus Maleficarum, la segunda incluía una carta de recomendación de un tal profesor Chamiel que alababa a Harald en los términos más encomiásticos, y en algunas había lo que parecían programas de las asignaturas de Historia de los siglos XV, XVI y XVII. Þóra no tenía nada claro qué iba a poder sacar de todo aquello.
Al final de esta parte se encontraba un recorte de un periódico alemán sobre la muerte de unos jóvenes como consecuencia de ciertas actividades sexuales extrañas. Después de leerlo, Þóra pudo comprender que estas actividades consistían en apretar la tráquea con una cuerda mientras se practicaba la masturbación. Aquello debía de tratarse del sexo con asfixia del que había hablado Matthew. Realmente, debía de ser el no va más para alcanzar el orgasmo en quienes tienen dificultades para conseguirlo a consecuencia del consumo frecuente de narcóticos, alcohol o cosas semejantes. En el papel no figuraba nada que pudiera relacionar aquel artículo con Harald, aparte de que uno de los muertos estudiaba en su misma universidad. No se citaba el nombre del estudiante ni había mención del año. Pero alguna conexión tenía que existir, ya que el artículo estaba incluido en la carpeta. Þóra volvió atrás, a la foto de graduación de Harald, que se encontraba al final del primer capítulo. Estudió la foto con detenimiento y lo único que encontró fue que había algo rojo en la parte que sobresalía del cuello de la camisa. Sacó la foto de la bolsa e intentó entender mejor lo que había en ella. La fotografía se hizo un poco más clara cuando la extrajo del plástico, pero no lo bastante para que Þóra pudiera convencerse de que se trataba de una cicatriz. Anotó que debería acordarse también de preguntar a Matthew sobre aquel asunto.
Lo último que se encontraba en esta compilación, de por sí extraña, sobre los años de universidad de harald en Múnich era la primera página de su tesina para la licenciatura en Historia. A juzgar por el título, versaba sobre las persecuciones de brujas en Alemania, sobre todo de la ejecución de niños sospechosos de brujería. Þóra sintió un escalofrío. Naturalmente, conocía las quemas de brujas por las clases de Historia de sus años de bachillerato, pero no recordaba que nunca se hubiera mencionado a los niños en ese contexto. Sería difícil que le hubiese pasado desapercibido, aunque en aquella época la historia la aburría terriblemente. No había más que aquella primera página de la tesina, y Þóra se concedió la esperanza de que la conclusión de la tesis fuera que no habían quemado a ningún niño. Sin embargo, en su interior sabía que no era así. Empezó a leer el capítulo sobre la Universidad de Islandia. Aquí figuraba una carta de la universidad en la que comunicaban a Harald que había sido aprobada su participación en el programa de maestría en Historia, y se le daba la bienvenida al centro en el semestre del otoño de 2004. A continuación se encontraba una fotocopia de las calificaciones en las asignaturas que había cursado Harald. Þóra vio por la fecha de la fotocopia que las calificaciones habían llegado después de su muerte. Probablemente las había recogido Matthew. Aunque Harald no había podido cursar demasiadas asignaturas en el año aproximado que llevaba estudiando allí, todas las calificaciones eran muy altas, como sucedía con las anteriores. Þóra imaginó que debía de habérsele autorizado a realizar los exámenes en inglés, pues suponía que no conocería el islandés. Calculó que le faltaban diez créditos, aparte de la tesis del máster.
Venía a continuación una página con una lista de cinco nombres. Eran todos islandeses y detrás de cada uno estaba anotada la especialidad y lo que podía ser el año de nacimiento. No había más, y Þóra supuso que aquellos serían amigos de Harald, pues casi todos tenían la misma edad que él. Los nombres eran: Marta Mist Eyjólfsdóttir, Estudios de la mujer, n. 1981; Brjánn Karlsson, Historia, n. 1981; Halldór Kristinsson, Medicina, n. 1982; Andri Þórsson, Química, n. 1979, y Bríet Einarsdóttir, Historia, n. 1983. Þóra pasó las páginas con la esperanza de que hubiese mas datos sobre aquellos jóvenes, pero no era así, pues inmediatamente después venía una fotocopia del campus de la universidad y sus principales edificios. Habían trazado unos círculos en la Facultad de Historia y la Fundación Árni Magnússon, además del edificio principal. Más tarde vería por qué había incluido Matthew todo aquello en la carpeta, como si ella no conociese su propia universidad. Venía a continuación otra fotocopia de la página web de la universidad; Þóra pasó por alto el texto, que estaba en inglés y hablaba de la Facultad de Historia. Luego había otra página parecida sobre el acceso de estudiantes extranjeros. De todo aquello no se podía sacar nada.
La última sección de este capítulo era la fotocopia de un correo electrónico, enviado desde la dirección hguntlieb@hi.is, que evidentemente era la de Harald en la universidad. El correo estaba dirigido a su padre, fechado poco después de empezar los estudios en la primavera de 2004. Al leer el correo, le llamó la atención lo poco personal que era el mensaje, en comparación con lo que puede esperarse en la carta de un hijo a su padre. En un lenguaje muy conciso, la carta hablaba de lo contento que estaba Harald en Islandia, que acababa de mudarse a un piso de lo más decente, etcétera. Al final del correo, Harald decía que había encontrado a un profesor para supervisar su tesis de maestría, el catedrático Þorbjörn Ólafsson. La tesis, de acuerdo con el correo, versaría sobre la comparación de las quemas de brujas en Islandia y Alemania, partiendo del hecho de que la mayor parte de los condenados en Islandia fueron hombres, a diferencia de lo sucedido en Alemania, donde la mayoría la formaban mujeres. La carta concluía con un saludo de despedida y Þóra sintió que algo le saltaba en el pecho al ver una posdata debajo del nombre de Harald; decía: «Si te interesa seguir en contacto, aquí tienes mi correo electrónico». No demostraba excesivo cariño. Quizá la baja en el ejército tuviera algo que ver con aquella relación tan poco íntima. Su padre, al menos a juzgar por las fotografías, no parecía excesivamente comprensivo y debía de estar molesto con un hijo incapaz de cumplir las expectativas depositadas en él.
En la página siguiente había una breve respuesta de su padre, también fotocopia de un correo electrónico. Decía: «Querido Harald, espero que no te dediques a ese tema de tesis. Es malo y nada adecuado para formar el carácter. Sé sensato con el dinero. Saludos», y debajo aparecía la firma de correo con el nombre completo del padre, su cargo y su dirección. Así que eso era, pensó Þóra, ¡qué seco! Ni una palabra de que se alegrara de haber recibido noticias de su hijo, ni de que lo echase de menos en absoluto, ni siquiera había firmado con «papá» o algo semejante. Resultaba evidente que la relación era fría, si no gélida. Þóra no sabía si padre e hijo habían vuelto a comunicarse por email; al menos, en la carpeta no había ninguno más.
Al final se encontraba la fotocopia de un documento de la universidad con la relación de asociaciones de estudiantes y los títulos de los periódicos editados por los alumnos de diversos departamentos. Þóra repasó la lista pero no vio nada de especial interés, hasta que hacia el final de la lista leyó: «Malleus Maleficarum: asociación de interesados en historia y etnografía». Þóra levantó los ojos de los papeles. Era el mismo nombre que aparecía en el acta fundacional incluida en el capítulo sobre los estudios universitarios de Harald en Munich. Þóra volvió atrás para asegurarse, y así era. Vio que debajo del nombre de la asociación en la lista islandesa habían escrito con lápiz: «errichtet 2004», fundada en 2004. Era después del comienzo de los estudios de Harald en la Universidad de Islandia. ¿A lo mejor el promotor de aquella asociación había sido él? No era nada improbable, a menos que aquel «Malleus Maleficarum» fuera alguna cosa especialmente emblemática para la historia y la etnografía. Claro que no tenía ni idea de lo que podía significar: Þóra no sabía nada de latín. Pasó al capítulo quinto, el de las cuentas bancarias.