Consistía en una abultada colección de extractos de una cuenta bancaria extranjera. Harald Guntlieb aparecía como titular, y movía unas cantidades exorbitantes, aunque al final del último extracto el saldo se había reducido mucho. Habían marcado en color rosa con un rotulador los movimientos cuando se trataba de grandes reintegros y en color amarillo los ingresos grandes. Þóra vio rápidamente que lo marcado en amarillo era siempre la misma cantidad, y que entraba a principios de cada mes. Se trataba de una auténtica fortuna, más de lo que ganaba Þóra en seis meses… cuando había mucho trabajo. Debía de tratarse de transferencias de la suma que, según dijo Matthew, había heredado Harald de su abuelo. Era probable que el pago de la herencia estuviera estipulado de forma que Harald recibiera regularmente una cantidad, en lugar de entregárselo toda a la vez. Esta manera de hacer las cosas era bastante habitual cuando el heredero era joven, y sólo hasta que alcanzaba una determinada edad. El límite de edad dependía de la fiabilidad del cliente. A Harald Guntlieb no le debían de haber considerado demasiado de fiar, pues Þóra calculaba que debía de tener veintisiete años cuando murió… y aún no había llegado al punto de poder hacerse con toda la herencia. Pese a todo, en la cuenta se había ido acumulando una cantidad considerable, y saltaba a la vista que los gastos de alojamiento y manutención de Harald quedaban muy por debajo del disponible de cada mes.
Los reintegros subrayados eran algo completamente diferente. Eran muy variables y no se habían realizado a periodos regulares, por lo que Þóra podía ver. Habían escrito anotaciones en la mayoría de ellos y, cuando no eran demasiado grandes, los revisó sólo por encima. Þóra comprendía algunas notas según las iba leyendo, pues aparecía por ejemplo BMW al lado de un reintegro muy elevado de principios de agosto de 2004, lo que le permitió entender que Harald se había comprado un coche en Islandia. De otras anotaciones no entendía absolutamente nada. «Urteil G. G.» aparecía junto a un reintegro exorbitante de la época en que Harald estaba estudiando en Munich. Urteil significaba «juicio» y lo primero que se le pasó a Þóra por la cabeza fue que Harald había tenido que pagar a alguien para ocultar las causas de su baja del ejército. La fecha no encajaba en absoluto, sin embargo, y no podía imaginarse el significado de G. G. En otro reintegro ponía «Schädel», que significaba «cráneo», en otro lugar «Gestell», que no sabía lo que quería decir. Encontró varios reintegros sin conexión alguna, y pensó que era mejor no perder el tiempo con ellos.
La vista de Þóra se detuvo en dos movimientos que le llamaron poderosamente la atención. En uno, que era de hacía varios años y cuyo importe ascendía a 42.000 euros, volvía a aparecer la frase latina «Malleus Maleficarum» y en el otro, que era de los más recientes y más elevados, habían puesto un signo de interrogación. Se trataba probablemente del dinero que Matthew creía que había desaparecido, unos 310.000 euros. Þóra calculó que aquello correspondería a más de veinticinco millones de coronas islandesas. No era extraño que Matthew dudase de que hubiera dedicado tal cantidad a comprar droga. Se habría podido comprar al traficante entero, aunque el lote hubiese llevado a Keith Richard de regalo. Además parecía claro, a juzgar por aquellos estados de cuentas, que a Harald no le había faltado dinero en ningún momento, a pesar de reintegros tan grandes como aquéllos.
Pasó a las páginas siguientes, que mostraban los movimientos de la tarjeta de crédito de Harald un mes antes de su muerte. Las revisó rápidamente y vio que la mayor parte correspondían a bares y restaurantes, además de una única compra en una tienda de ropa. Todos los restaurantes tenían en común ser fashion, como diría su amiga Laufey. Una parte curiosamente pequeña correspondía a tiendas de alimentación. Þóra miró detenidamente la elevada cantidad abonada en el el Hotel Rangá a mediados de septiembre, un movimiento señalado como escuela de vuelo, así como una cantidad muchísimo menor en el zoológico, nada menos, fechada a finales de septiembre. Había además muchos movimientos pequeños en tiendas de animales de compañía del centro de la capital. A lo mejor a Harald le gustaban los animales o había ligado con una madre soltera. Otro detalle que preguntarle a Matthew. El capítulo sobre los asuntos monetarios de Harald se cerraba con aquellos resúmenes. Þóra miró el reloj y vio que no le sobraba demasiado tiempo.
Decidió descansar un poco de la carpeta, se dirigió al ordenador y buscó «Malleus Maleficarum» en la red. Más de cincuenta y cinco mil páginas eran las que tenía a su disposición al concluir la búsqueda. Enseguida encontró una que parecía prometedora, y en el resumen sobre el contenido de la página se indicaba que significaba «martillo de brujas» y que era el título de un libro de 1486. Þóra siguió el enlace y en la pantalla apareció un texto en inglés. La única cosa rara de la página era un un dibujo antiguo que mostraba a una mujer vestida con un manto y que parecía atada a una escalera. Dos hombres se afanaban en levantar la escalera para dejarla caer, junto con la mujer, sobre una enorme pira que ardía delante de la escalera. Era evidente que iban a quemarla viva. La mujer miraba al cielo con la boca abierta pero Þóra no tenía claro si la intención del artista era mostrarla invocando a Dios o ultrajándolo. Pero su desesperación estaba claramente representada. Þóra envió la página a la impresora y fue corriendo a recogerla antes de que Bella se llevase el papel. De aquella chica se podía esperar todo.
Capítulo 4
Las hojas que salieron de la impresora resultaron ser cinco, no una sola como había creído Þóra. La home-page contenía obviamente más material que el que cabía en la pantalla, y Þóra comenzó a leerla en el camino de vuelta a su despacho.
En una breve introducción se contaba que el Malleus Maleficarum era sin duda uno de los libros más malditos de la historia de la humanidad. Fue publicado por primera vez en 1486 y se trataba de un manual para las investigaciones judiciales, que enseñaba a quienes trabajaban en ellas a reconocer y acusar a las brujas. Se decía que el libro fue decisivo para que la magia negra y ciertas costumbres de la plebe pasaran a considerarse herejías, lo que en aquella época estaba castigado con la pena de muerte: quienes eran declarados culpables de ese pecado tenían que ser quemados en la hoguera. Señalaba además que el libro estaba dividido en tres partes. La primera había de convencer a la gente de que la magia y las brujas eran fenómenos reales, así como que se debían considerar innaturales y diabólicos. Además se indicaba que la mera incredulidad acerca de la existencia de la magia negra también era herejía, lo que ciertamente representaba una novedad. La segunda parte recogía una recopilación de espantosas historias sobre las actividades de las brujas; entre ellas, las que incluían sexo con seres demoniacos eran consideradas las más atroces. En la parte tercera y última se establecían los fundamentos de la actuación legal contra las brujas. Se ponía de relieve que la tortura era un método permisible para obtener confesiones y que toda persona era considerada capaz de testificar contra los acusados del delito de brujería, sin tener en cuenta reputación ni cualquier otra circunstancia que normalmente pudiera incapacitar a testigos, así como tampoco su posible parcialidad.