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Era más que suficiente; en realidad podía haber dado gritos de alegría, sobre todo cuando ella le anunció que tenía entradas para el concierto de Prince el lunes. Después irían a una fiesta privada en un almacén de King's Cross; se lo había conseguido alguien de la compañía discográfica.

Deedee sacó de la bolsa dos vasos y una botella de vino. La abrió, sirvió, y chocaron los vasos. Ella apuró el suyo de un trago y volvió a llenarlo; él bebió del mismo modo y siguió su ejemplo.

Shahid miró por la ventanilla; afuera, el aire parecía más claro. Dentro de poco caminarían hacia el mar. Había un sitio adónde le apetecía que fueran a comer. Él no tenía que pensar en nada. Se miraron el uno al otro, como diciendo: ¿qué nueva aventura es ésta?

– Hasta que deje de ser divertido -dijo ella.

– Hasta entonces -convino él.

Hanif Kureishi

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