– Eres un pervertido, y peor, utilizaste lo que sabías para presionar a un cliente. Clu se volvió loco cuando Bonnie lo echó. Él no tenía idea de por qué. Pero tú ya lo sabías. Así que hiciste un trato con él. Si firmaba con TruPro sabría la verdad sobre su esposa.
FJ se echó hacia atrás, cruzó de nuevo las piernas, entrelazó las manos, y las apoyó en el regazo.
– Toda una historia, Myron.
– Es verdad, ¿no?
FJ ladeó la cabeza en un quizá sí, quizá no.
– Déjame decirte cómo lo veo -comenzó él-. La vieja agencia de Clu Haid, MB SportsReps, lo estaba jodiendo. En todos los sentidos. Su agente, ése eres tú, Myron, lo abandonó cuando más lo necesitaba. Tu socia, ésa es la preciosa y un tanto flexible Esperanza, estaba dedicada a una fiesta de lametazos con su esposa. ¿Verdad?
Myron no dijo nada.
FJ separó las manos, bebió un sorbo de espuma, volvió a entrelazar las manos.
– Lo que hice -continuó- fue sacar a Clu Haid de esta terrible situación. Lo llevé a una agencia que no abusaría de su confianza. La agencia que velaría por sus intereses. Una de las maneras que lo hacemos es a través de la información. Una información valiosa. De esta forma el cliente comprende lo que le está pasando. Es parte del trabajo de un agente, Myron. Una de nuestras dos agencias participó en una ética un tanto cuestionable. Y no fue TruPro.
Era la historia a la inversa, pero también era cierta. Algún día, cuando Myron tuviese tiempo para pensarla, sin duda las palabras le dolerían. Pero ahora no.
– ¿Entonces lo admites?
FJ se encogió de hombros.
– Pero si tú estabas siguiendo a Esperanza, sabes que ella no lo hizo.
De nuevo un ladeo de cabeza.
– ¿Lo sé?
– Por favor deja de jugar conmigo, FJ.
– Por favor, espera un momento.
FJ sacó el móvil y marcó un número. Se levantó, fue hasta una esquina, habló. Sujetó el móvil entre el hombro y la oreja, sacó un trozo de papel y un bolígrafo, escribió algo. Colgó y volvió a la mesa.
– ¿Decías?
– ¿Esperanza lo hizo?
Él sonrió.
– ¿Quieres saber la verdad?
– Sí.
– No la sé. De verdad. Sí, la seguí. Pero, como sin duda sabes, incluso las escenas de lesbianas se repiten. Así que después de un tiempo dejamos de vigilarla cada vez que cruzaba el puente de Washington. No tenía sentido.
– ¿Así que de verdad no sabes quién mató a Clu?
– Me temo que no.
– ¿Todavía me sigues, FJ?
– No.
– Anoche… ¿no tenías a un tipo siguiéndome?
– No. Y si quieres saber la verdad, no tenía a nadie siguiéndote cuando viniste ayer por la tarde.
– ¿El tipo que vi delante de mi oficina no era tuyo?
– Lo lamento, pero no.
Myron sintió que estaba pasando algo por alto.
FJ se volvió a inclinar hacia delante. Su sonrisa era tan siniestra que sus dientes parecían moverse.
– ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar para salvar a Esperanza? -susurró.
– Tú sabes hasta dónde.
– ¿Hasta el fin del mundo?
– ¿Qué quieres decir, FJ?
– Tienes razón, por supuesto. Me enteré de lo de Esperanza y Bonnie. Vi una apertura. Así que llamé a Clu al apartamento en Fort Lee. Pero no estaba allí. Dejé un mensaje un tanto intrigante en el contestador automático. Algo así como sé con quién se acuesta tu esposa. Me llamó a mi teléfono privado en menos de una hora.
– ¿Cuándo fue?
– ¿Qué…? Unos tres días antes de su muerte.
– ¿Qué dijo?
– Su reacción fue la obvia. Pero el qué no es tan importante como el dónde.
– ¿El dónde?
– Tengo un identificador de llamadas en mi línea privada. -FJ se echó hacia atrás-. Clu estaba fuera de la ciudad cuando respondió a mi llamada.
– ¿Dónde?
FJ se tomó su tiempo. Cogió la taza de café, dio un buen sorbo, soltó un sonido de ahhh como si estuviese rodando un anuncio de 7-Up, dejó la taza en la mesa. Observó a Myron. Después sacudió la cabeza.
– No tan rápido.
Myron esperó.
– Mi especialidad, como ahora habrás visto, es recoger información. La información es poder. Es dinero. Yo no regalo el dinero.
– ¿Cuánto, FJ?
– No es dinero, Myron. No quiero tu dinero. Podría comprarte diez veces; ambos lo sabemos.
– ¿Entonces qué quieres?
Él bebió otro buen sorbo. Myron deseaba muchísimo alargar las manos sobre la mesa y estrangularlo.
– ¿Estás seguro que no quieres tomar nada?
– Corta el rollo, FJ.
– Calma, calma.
Myron apretó los puños y los ocultó debajo de la mesa. Se obligó a mantener la calma.
– ¿Qué quieres, FJ?
– Supongo que conoces a Dean Pashaian y Larry Vítale.
– Son dos de mis clientes.
– Te corrijo. Están pensando muy seriamente en abandonar MB SportsReps y pasarse a TruPro. Digamos que ahora están indecisos. Así que éste es mi trato. Tú dejas de perseguirme. Dejas de llamarlos y dejas de decirle aquello de que TruPro está dirigido por mañosos. Me prometes hacer eso -le mostró a Myron el trozo de papel que había escrito en el rincón- y te daré el número desde donde llamó Clu.
– Tu agencia destruirá sus carreras. Siempre lo haces.
FJ sonrió de nuevo.
– Te puedo garantizar, Myron, que nadie de mi personal tendrá una aventura lesbiana con sus esposas.
– Ni hablar.
– Entonces adiós.
FJ se levantó.
– Espera.
– Tu promesa o me voy.
– Hablemos -dijo Myron-. Podemos encontrar una solución.
– Adiós.
FJ comenzó a caminar hacia la puerta.
– Vale -dijo Myron.
FJ se llevó una mano a la oreja.
– No lo he oído bien.
Vender a dos clientes. ¿A qué se rebajaría después, dirigiría campañas políticas?
– Trato hecho. No hablaré con ellos.
FJ alzó las manos.
– En realidad eres un maestro de la negociación, Myron. Me asombro de tus habilidades.
– ¿Desde dónde llamó, FJ?
– Aquí tienes el número de teléfono.
Le dio a Myron el trozo de papel. Myron lo leyó y salió corriendo de vuelta a su coche.
32
Antes de llegar hasta Win, Myron ya tenía el móvil en las manos. Marcó el número y oyó tres timbrazos.
– Motel Hamlet -respondió un hombre.
– ¿Dónde está el motel?
– En Wilston. En la ruta 9, en la desviación con la 91.
Myron le dio las gracias al hombre y colgó. Win lo miró. Marcó el número de Bonnie. Respondió la madre de Bonnie. Myron le dijo quién era y pidió hablar con la hija.
– Estaba muy alterada después de que usted se marchó ayer -manifestó la madre de Bonnie.
– Lo siento mucho.
– ¿Por qué quiere hablar con ella?
– Por favor. Es muy importante.
– Está de duelo. Debe comprenderlo. Su matrimonio pudo tener problemas…
– Lo comprendo, señora Cohen. Por favor déjeme hablar con ella.
Un profundo suspiro, pero dos minutos más tarde, Bonnie se puso.
– ¿Qué pasa, Myron?
– ¿El motel Hamlet en Wilston, Massachusetts, significa algo para ti?
Creyó oír un corte en la respiración.
– Nada.
– Tú y Clu vivisteis allí, ¿no?
– No en el motel.
– Me refiero a Wilston. Cuando Clu jugaba para los Bisontes en las ligas inferiores.
– Ya sabes que sí.
– Y Billy Lee Palms. Él también vivía allí. Al mismo tiempo.
– No en Wilston. Creo que estaba en Deerfield. Es la ciudad vecina.
– ¿Entonces qué estaba haciendo Clu alojado en el motel Hamlet tres días antes de morir?
Silencio.
– ¿Bonnie?
– No tengo la más mínima idea.
– Piensa. ¿Por qué Clu necesitaba ir allí?
– No lo sé. Quizá fue a visitar a un viejo amigo.