– Lo sé.
– ¿Todavía nos queda algún cliente? -preguntó ella.
– Unos cuantos.
– Quizás entonces lo mejor será ponernos al teléfono.
– Quizá -dijo él-. Te quiero, Esperanza.
– Cállate antes de que vomite.
– Y tú me quieres.
– Si comienzas a cantar Barney, te mataré. Ya he estado en la cárcel. No me da miedo estar encerrada otra vez.
Big Cyndi asomó la cabeza. Sonreía. Con la piel naranja, parecía la más terrorífica calabaza de Halloween. -Marty Towey en la línea dos. -Yo lo cogeré -dijo Esperanza. -Y tengo a Enos Cabral en la línea tres. -Mío -dijo Myron.
Al final de un maravilloso largo día de trabajo, Win entró en la oficina.
– Hablé con Esperanza -dijo-. Comeremos pizza y miraremos las viejas series de CBS en mi apartamento.
– No puedo.
Win enarcó una ceja.
– Todo en familia, El show de Mary Tyler Moore, Carol Burnett.
– Lo siento.
– El episodio de Sammy Davis en Todo en familia.
– Esta noche no, Win.
Win pareció preocupado.
– Sé que quieres castigarte a ti mismo -dijo-, pero esto es llevar la autoflagelación demasiado lejos.
Myron sonrió.
– No es eso.
– No me digas que quieres estar solo. Nunca quieres estar solo.
– Lo siento, tengo otros planes -explicó Myron.
Win enarcó una ceja, se volvió, salió sin decir otra palabra.
Myron cogió el teléfono. Marcó un número conocido.
– Voy para allí -dijo.
– Bien -respondió mamá-. Ya he llamado a Fong's. He pedido doble ración de gambas con salsa de langosta.
– ¿Mamá?
– ¿Qué?
– De verdad que ya no me gustan las gambas con salsa de langosta.
– ¿Qué? Siempre te han gustado. Son tus preferidas.
– No, desde que tenía catorce años.
– ¿Entonces cómo es que nunca me lo has dicho?
– Lo he hecho. Varias veces.
– ¿Y qué esperas, que recuerde cualquier tontería que me digas? ¿Me estás diciendo, Myron, que tu paladar es demasiado maduro para las gambas con salsa de langosta de Fong's? ¿Qué te crees que eres, el Gourmet Galopante o algo así?
Myron oyó que su padre gritaba al fondo.
– Deja de incordiar al chico.
– ¿Quién lo está incordiando? ¿Myron, te estoy incordiando?
– Y ven deprisa -gritó papá-. El partido está a punto de empezar.
– Vaya qué importante, Al. No le importa.
– Dile a papá que voy para allí -dijo Myron.
– Conduce despacio, Myron. No hay prisa. El partido puede esperar.
– Vale, mamá.
– Y ponte el cinturón.
– Claro que sí.
– Y tu padre tiene una sorpresa para ti.
– ¡Helen! -De nuevo era papá.
– ¿Qué es tan importante, Al?
– Quería decírselo yo…
– Oh, deja de hacer el tonto, Al. ¿Myron?
– ¿Sí, mamá?
– Tu padre ha comprado entradas para el partido de los Mets. Para el domingo. Sólo vosotros dos.
Myron tragó saliva, no dijo nada.
– Juegan contra los Atunes -dijo mamá.
– ¡Los Delfines! -gritó papá.
– Atunes, Delfines, ¿cuál es la diferencia? ¿Es qué ahora eres un biólogo marino, Al? ¿Es lo que vas a hacer con tu tiempo libre, estudiar peces?
Myron sonrió.
– ¿Myron, estás ahí?
– Voy de camino, mamá.
Colgó. Se dio una palmada en los muslos y se levantó. Le dijo buenas noches a Esperanza y a Big Cyndi. Entró en el ascensor y consiguió sonreír. Los amigos y las amantes estaban muy bien, pensó, pero algunas veces, un chico sólo quiere estar con mamá y papá.
Harlan Coben