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– ¿Nada más? -preguntó Þóra-. Tiene que haber algo más.

– Yo no he dicho que sea especialista en esto -respondió Matthew, molesto-. Claro que hay más motivos; pero ésos son los únicos que he recordado en este momento.

Þóra reflexionó sobre esas palabras antes de hablar.

– Pues muy bien, digamos que son las motivaciones más importantes. ¿Cuál de ellas podría tener relación con el asesinato de Harald? Por ejemplo, ¿tenía relaciones con alguna mujer? ¿Los celos podrían tener algo que ver con el caso?

Matthew se encogió de hombros.

– Tengo entendido que era bastante promiscuo y poco amigo de compromisos. Pero claro, los celos siempre habrían podido tener algo que ver. Quizá amaba a alguien sin ver correspondido su amor. -Calló por un momento, pero al instante añadió-: En realidad tengo entendido que cuando asesinan a alguien, las mujeres no suelen hacerlo por estrangulamiento, de manera que es improbable que se tratase de un ataque de celos.

– No -dijo Þóra, pensativa-. A menos que se trate de un crimen pasional cometido por otro hombre. ¿Harald era gay?

Matthew se encogió de hombros.

– No, estoy seguro de que no.

– ¿Cómo lo sabe? -preguntó Þóra.

– Porque lo sé -respondió Matthew. Vio el gesto de duda en iln ist ro de Þóra y añadió-: Es una especie de intuición: enseguida noto si un hombre es de la acera de enfrente. No sé a qué se debe, pero lo huelo al instante.

Þóra decidió no decir nada más, aunque sabía por propia experiencia que existían todas las probabilidades de que Matthew no fuera mejor que cualquier otro en adivinar las tendencias sexuales de la gente. Su ex marido creía tener el mismo don, pero muchísimas veces Þóra pudo comprobar que se había equivocado. Cambió de lema.

– Esto no tiene pinta ninguna de haber sido una violación, y no se encontraron huellas de agresión sexual, de modo que podemos excluirlo

– Con ello, el número de posibles motivaciones se reduce un poco -respondió Matthew sonriendo tranquilo a Þóra-. Ahora ya va a estar todo clarísimo.

Ella le miró impertérrita.

– ¿Por qué cree que lo mataron?

Matthew se quedó mirándola un momento antes de responder.

– Lo más probable es que tenga algo que ver con el dinero. Sin embargo, no puedo librarme de la sensación de que puede existir alguna relación con sus investigaciones sobre la magia. Eso de los ojos y el signo mágico que tenía grabado en el cuerpo apuntan claramente en esa dirección. Pero no consigo imaginarme la causa, y eso me fastidia. ¿Por qué cometer un asesinato por algo relacionado con la magia, o por unos sucesos que tuvieron lugar hace muchos siglos?

– ¿No es bastante improbable? La policía no halló nada que pudiese indicar que el crimen tuviera algo que ver con la brujería, pese a lo que hicieron con el cuerpo. Tienen que haber barajado esa posibilidad -dijo Þóra, que se apresuró a añadir-: Y no me diga que es que son tontos; eso no es más que una simpleza demasiado burda.

– Tiene toda la razón -dijo Matthew-. Investigaron si podía establecerse alguna relación. Creo que no llegaron a ningún indicio de que la investigación de Harald fuese más allá del tratamiento académico del tema. Entraron aquí, vieron las cosas que habita en las paredes y la conclusión que sacaron es que Harald no era mas que un inútil medio chiflado. Para ellos, estas valiosas antigüedades eran abominaciones, lo que no está, seguramente, demasiado alejado de su propio punto de vista. -Matthew esperó una contestación de Þóra, pero como ésta no dijo nada sobre su último comentario siguió hablando-. No encontraron nada útil hasta que se descubrió la droga en su sangre. A ojos de la policía, se trataba de un drogadicto trastornado y obsesionado por la tortura, al que se había visto por última vez en compañía de un individuo de su misma ralea. Este no pudo presentar coartada alguna y además se había drogado hasta no saber ni quién era. Todo eso es de lo más razonable, realmente, aunque a mí no me basta en absoluto. Quedan demasiadas preguntas por responder.

– ¿Usted cree que las investigaciones de Harald sobre brujería y quema de brujas tienen relación con el crimen? -preguntó Þóra, esperando que respondiese que no. Si no tuvieran relación con el caso, podrían dejar inmediatamente a un lado la mitad de todo aquello.

– Bueno, no estoy nada seguro -respondió Matthew-. Pero tengo fuertes sospechas al respecto. Mire esto, por ejemplo. -Escarbó entre los papeles que tenía sobre las piernas y le pasó a Þóra un email impreso de Harald.

Ella leyó el correo. Por la referencia, vio que lo había enviado Harald a un tal malcolm@gruniv.uk, que estaba escrito en inglés y fechado ocho días antes del crimen.

Hola Mal,

Bueno, amigo, siéntate. FANTÁSTICO. A partir de ahora me tendrás que tratar de «excelentísimo señor». Lo sabía, lo sabía, lo sabía… y no es que quiera restregarte por las narices todas tus dudas. Nada de eso… Sólo queda repasar algunos detalles nimios -es el idiota ese del demonio, que se quiere echar atrás-. En todo caso -prepárate para la gran noticia- es para coger un señor pedo y más, ya sabes a lo que me refiero. Sigue en contacto, cabroncete. H

Cuando acabó de leer, Þóra miró a Matthew.

– ¿Cree que esto puede significar algo?

– Quizá -respondió Matthew-. Quizá no.

– La policía debe de haberse puesto en contacto con este tal Malcolm. No iban a contentarse con imprimir el mensaje.

– Quizá. -Matthew se encogió de hombros-. Quizá no.

– Bueno, siempre podemos ponernos en contacto con él y enterarnos de lo que había averiguado Harald.

– Y si sabía algo sobre ese idiota del demonio al que alude ahí.

Þóra dejó a un lado el email.

– ¿Dónde está su ordenador? Tenía que tener ordenador. -Señaló la alfombrilla del ratón sobre el escritorio.

– Sigue en poder de la policía -respondió Matthew-. Lo devolverán en su momento, con las demás pertenencias de Harald.

– Quizá encontremos más emails de éstos -dijo Þóra esperanzada.

– O quizá no -respondió Matthew sonriendo. Se puso en pie y alargó una mano hacia la estantería que colgaba por encima del escritorio-. Tome, llévese esto a casa para leer. Es buena lectura si quiere entrar en el mundo mental de Harald. -Le dio el Martillo de las brujas encuadernado en tapa dura.

Þóra cogió el libro y miró a Matthew, asombrada.

– ¿Existe en tapa dura?

Él asintió.

– Aún se edita. Supongo que hoy en día la gente lo comprará más por curiosidad que por cualquier otro motivo. Pero mientras lo lee, no olvide que no siempre fue así.

Þóra metió el libro en el bolso. Se levantó y se desperezó:

– ¿Hay algún problema si uso el cuarto de baño?

Matthew volvió a sonreír.

– Quizá. Quizá no -se apresuró a añadir-: No, creo que no habrá problema. Si la policía aparece de repente para hacer un registro más a fondo, los retendré hasta que acabe usted.

– Muy amable de su parte. -La mujer salió al pasillo y se dirigió al baño. Tardó en llegar más de lo que había calculado, pues en las paredes del pasillo colgaban más cuadros y antigüedades que despertaron su curiosidad. En realidad, más que curiosidad propiamente dicha, lo que le producían era un escalofrío. Desde luego, no podía negarse que aquellos objetos tenían un poderoso atractivo. Era sin duda el mismo sentimiento que se le presenta a la gente cuando pasa en su coche al lado de un accidente. Los cuadros procedían evidentemente de la colección del abuelo, pues el tema era el mismo que en las pinturas del salón y el dormitorio: la muerte y el demonio.

En el cuarto de baño había poco que recordase las aficiones del anterior inquilino de la vivienda, a diferencia de las demás estancias. Las pocas cosas que había estaban colocadas de forma muy sistemática en estantes sin puerta… todo de diseño. Þóra se miró en el inmaculado espejo que había encima del lavabo y se pasó los dedos por el pelo para mejorar un poco su aspecto. Se percató de un cepillo de dientes en uno de los estantes. Parecía completamente nuevo. Miró críticamente a su alrededor. Tenía que haber en el piso otro cuarto de baño que fuera el que usaba Harald, éste estaba demasiado impoluto. No podía ser de otro modo.