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– ¿Estás loco? -chilló ella-. ¿Pero por qué demonios?

– Todo se le ha complicado mucho últimamente… su hermano asesinado, y ella está pasando una crisis por su propio futuro.

– ¿Y eso? -preguntó.

– Es una magnífica intérprete de cello y quiere seguir formándose. Su padre quiere que estudie comercio y se ponga a trabajar en el banco. No le queda nadie más… y aunque Harald hubiese vivido, no habría habido forma de convencerle. Pero el asunto de los estudios de su hermana es algo que surgió antes de que lo mataran.

– ¿Usa joyas? -preguntó Þóra. Las manos de las fotos habrían podido ser perfectamente las de una chelista: muy finas, las uñas recortadas.

– No, en absoluto. Ella no es así -respondió Matthew-. No le gustan nada esas cosas de presumir.

– ¿Ni siquiera un sencillo anillo con un diamante?

Un breve silencio, y luego:

– Bueno, eso sí. ¿Cómo lo sabes? -Þóra le habló de las fotos y concluyeron la conversación con la promesa de Matthew de pensar en la posibilidad de ponerse en contacto con la chica.

– ¿Temino ya o toavía do? -dijo su hija a través de una boca llena de espuma de dentífrico. Había dejado que el cepillo siguiera trabajando mientras duró la conversación telefónica: hoy por lo menos no vendría de visita el señor Caries. Þóra la llevó en brazos a su cuarto y le leyó un poco hasta que empezó a quedarse dormida. Le dio un beso en la frente, apagó la luz y cerró la puerta. Luego volvió al ordenador.

Después de pasarse dos horas repasando otros archivos de Harald sin encontrar nada que pudiera serle de utilidad, se dio por vencida y apagó el ordenador. Decidió relajarse un poco leyendo un trozo del Malleus Maleficarum, que Matthew le había dicho que se llevase para echarle un vistazo. Tenía que ser interesante.

Abrió el libro y de él cayó una hoja de papel doblada.

– Cállate -exclamó Marta Mist con brusquedad-. Esto no saldrá a menos que estemos perfectamente concentrados.

– Cállate tú -respondió Andri a voz en cuello-. Hablo cuando me da la gana.

Bríet creyó ver que Marta Mist rechinaba los dientes pero no podía estar segura, pues allí dentro reinaba la oscuridad… la única claridad procedía de unas velitas que habían colocado por distintos sitios de la habitación. Suspiró.

– Ay, venga ya, dejad de pelearos y vamos al asunto. -Se acomodó, estaban sentados en el suelo con las piernas cruzadas, formando un anillo.

– Sí, por todos los dioses -farfulló Dóri, frotándose los ojos-. Quería irme a dormir temprano y no estoy dispuesto a seguir eternamente con este rollo.

– ¿Rollo? -exclamó Marta Mist, a quien evidentemente no se le había pasado el malhumor-. Creía que estábamos todos de acuerdo en hacerlo. ¿Acaso os he engañado?

Dóri dejó escapar un pesado suspiro.

– No, no tergiverses lo que estoy diciendo. Acabemos esto de una vez.

– Es completamente distinto que en casa de Harald -se oyó la voz de Brjánn, que había guardado silencio hasta aquel momento-. No es sólo la casa. -Miró a su alrededor-. Falta Harald. No estoy seguro de que esto vaya a funcionar sin él.

Andri hizo como que no había oído la observación sobre el apartamento.

– No podemos hacer mucho si falta Harald -alargó la mano hacia el cenicero-. ¿Cómo se llamaba la tía esa?

– Þóra Guðmundsdóttir -respondió Bríet-. Abogada.

– Vale -dijo Andri-. Empecemos, pues. ¿De acuerdo? -Miró a los demás, sentados en círculo a su alrededor; unos mostraron su acuerdo con un gesto de la cabeza; otros, encogiéndose de hombros.

– ¿Quién quiere empezar?

Bríet miró a Marta Mist.

– Empieza tú -dijo, intentando borrar la mala cara de su amiga-. Tú eres la mejor en estas cosas, y es importante que esto se haga bien.

Marta Mist no se hizo de rogar. Les miró a uno tras otro.

– Sabéis que esa mujer puede meternos en un problemón de todos los demonios si se huele algo del asunto. Fue una verdadera suerte que la poli diera un patinazo como el que dio.

– Eso lo tenemos perfectamente claro -intervino Brjánn en representación de todos los demás-. Cien por cien.

– Bien -dijo Marta Mist. Se puso las manos en los muslos-. Silencio absoluto, por favor. -Nadie dijo nada. Se estiró para coger un grueso fajo de papel que estaba en medio del círculo y un pequeño cuenco con un líquido de color rojo. Colocó el fajo en el suelo delante de ella y se puso el cuenco al lado. Hecho esto, Bríet le entregó, con gesto de total seriedad, un palillo chino de comer. Marta Mist metió el palillo en el espeso líquido y dibujó con hábiles trazos dos signos en el papel. Cerró los ojos y dijo después, en voz baja y embrujadora-: «Si deseas que tu enemigo te tema…».

9 DE DICIEMBRE

Capítulo 20

La lectura se alargó hasta bien entrada la madrugada, de ahí que Þóra se despertase con sueño y con la cabeza pesada. Pasó mucho tiempo estudiando la hoja de papel que había caído del libro, y que parecía contener una colección variopinta de palabras y años, escrita a mano. Supuso que habría sido Harald quien había anotado lo que había en la hoja: al menos, el libro en el que estaba metida era suyo. Además, parte del texto estaba en alemán. No había sido especialmente cuidadoso con la caligrafía, de ahí que Þóra no estuviese nada segura de haber leído correctamente todas las palabras. Lo primero que leyó fue: 1485 Malleus y al parecer Harald había escrito varias veces ese año, además de que lo había subrayado dos veces. Debajo ponía J.A. 1550??, pero estaba tachado. Luego lo que parecían dos L juntas y detrás Loricatus Lupus. Debajo había una cosa en alemán, que Þóra tradujo como: ¿Dónde? ¿Dónde? ¿¿La cruz antigua?? La mitad de la hoja era una especie de plano con puntos señalados por años y lugares unidos por flechas. Por la disposición de los puntos, Þóra sacó la conclusión, a falta de otra mejor, de que aquello era un tosco mapa. Uno de los puntos estaba marcado Innsbruck – 1485, debajo de él Kiel – 1486 y debajo de éste Roskilde. Este lugar estaba marcado con dos años: 1486 - muerto y luego 1505 – defunción. Había dos puntos más debajo de esos tres, y el de más arriba tenía la indicación Hólar – 1535, pero estaba tachado, igual que su enlace con el otro punto marcado Skálholt. Detrás de esta indicación se hallaban dos años, 1505 y 1675. De este último año salían dos flechas que terminaban en signos de interrogación. A su lado sólo ponía ¿¿La cruz antigua?? Con una pluma diferente se había añadido la palabra Gastbuch y justo después habían dibujado otra crucecita o una t. ¿Libro de visitas? ¿Libro de visitas de la cruz? Por debajo decía: humo – tintorera – hogar!!- 3o signo!!, si no se confundía con su alemán. Þóra acabó por renunciar a su intento de descifrar aquello y se lanzó a leer el libro.

Leer el Malleus Maleficarum resultó ser todo lo contrario que un pasatiempo, pues su inimaginable contenido tuvo como consecuencia que el libro absorbiese toda su atención. No lo pudo leer de cabo a rabo; sus dos partes eran demasiado densas para poder digerirlas en su totalidad. El libro está construido en forma de preguntas o asertos sobre la brujería. Estaban puestas al principio de cada uno de los capítulos o secciones, y se respondían o explicaban con una serie de argumentos religiosos de lo más pasmosos, que no resistirían el menor escrutinio racional.