Выбрать главу

– Seguro, seguro… no te preocupes.

Marta Mist sonrió:

– Mi héroe.

– ¿Algo más? -dijo Dóri casi con indiferencia, moviendo el elegantísimo cigarrillo delante de la cara-. ¿Verdad que soy listo?

Andri soltó unas risillas, puso su propio paquete de cigarrillos en la mesa y le dio un empujoncito para acercárselo a Dóri.

– ¿Qué crees que harán ahora? ¿Querrán volver a reunirse con nosotros?

– No, eso lo dudo.

– Bien -dejó escapar Brjánn-. Esperemos que se vean metidos en un bucle infinito y acaben por rendirse.

Bríet era la única que no se había puesto de tan buen humor.

– ¿Y qué pasa con Hugi? ¿Ya os habéis olvidado de él? -Fue mirando a los demás uno a uno, con gesto escandalizado. La sonrisa desapareció de los labios de Dóri.

– No, claro que no. -Se pidió una cerveza más grande, que no le supo tan bien como la primera. Marta Mist le dio un buen pellizco a Bríet en la parte superior del brazo, y la muchacha se quejó.

– Pero bueno, ¿qué te pasa? No, no van a rendirse… sacarán algo de todo esto. Lo principal es que nosotros no nos veamos involucrados en el asunto. Esto tiene una mala pinta de todos los demonios.

– La gente no es condenada por crímenes que no han cometido… lo declararán inocente, podéis estar tranquilos -dijo Andri con la boca pequeña.

– Pero ¿de dónde sales tú? -preguntó Bríet, que no estaba dispuesta a rendirse pese al escozor en el brazo. No era nada frecuente que intentara contradecir a Marta Mist, pero seguía enfadada con Dóri-. Toda la vida han condenado a la gente por errores judiciales… ¿te acuerdas del caso de Geirfinn? ¿Eh?

– Dejaos de idioteces -espetó Marta Mist, que no apartaba los ojos de Dóri.

– Todo saldrá bien, ya veréis. Vamonos a comer algo. Estoy muriéndome de hambre.

Se pusieron en pie y recogieron sus cosas. Cuando fueron a pagar las bebidas, Marta Mist se quedó aparte con Dóri.

– Aún no te has librado de todo… lo sabes. -Dóri apartó la mirada pero ella le cogió por la barbilla y le obligó a mirarla a los ojos-. ¿No has acabado de librarte de eso?

Dóri asintió con la cabeza.

– Ya está, se acabó. No te preocupes de nada.

– Yo ya no me atrevo ni siquiera a tener maría en mi casa. No estaría nada mal que tú también tomaras precauciones. Si esos dos se ponen a revolverlo todo, a los maderos se les puede ocurrir cualquier cosa y registrarnos las casas a todos. ¿Estás seguro de que te lo has quitado todo de encima?

Dóri carraspeó y la miró fijamente a los ojos. Con voz decidida, le dijo:

– Lo juro. Ya no hay nada

Marta Mist sonrió y le soltó la barbilla.

– Venga, tenemos que pagar la cuenta.

Dóri la vio alejarse. Qué curioso, le había creído. Siempre se daba cuenta cuando él intentaba alguna mentira. Había progresado en deshonestidad. Cool.

Þóra estaba intentando que las espesas cejas del hombre que estaba sentado delante de ella no la distrajeran demasiado. Matthew y ella se encontraban en el despacho de Þorbjörn Olafsson, el director de la tesis del máster de Harald.

– Muchas gracias por recibirnos -dijo Þóra sonriendo.

– De nada -respondió Þorbjörn-. Si queréis dar las gracias a alguien, tendría que ser a Gunnar: es él quien nos ha reunido. Pero me parece estupendo que hayáis podido venir con tan poco tiempo de aviso. -Þorbjörn les había telefoneado poco después de que Dóri dejase la casa de Harald, y Þóra y Matthew acordaron con él que irían a verle de inmediato. Þorbjörn dejó el lápiz que había estado haciendo girar entre sus dedos-. ¿Pero qué es lo que tenéis tantas ganas de saber?

Þóra fue la primera en hablar.

– Imagino que Gunnar te habrá explicado nuestra relación con Harald, ¿no? -Þorbjörn asintió y Þóra continuó-. Queríamos oír tu opinión sobre Harald y lo que pudieras decirnos sobre sus estudios, en especial sobre su investigación.

Þorbjörn rio.

– Bueno, no puedo decir que lo conociera. No tengo por costumbre socializar mucho con mis alumnos… no me tienta demasiado. Me interesan sus progresos en los estudios, pero como individuos me quedan un tanto lejanos.

– Pero tendrás que haberte formado alguna opinión sobre él, ¿no? -preguntó ella.

– Naturalmente que sí. Sobre todo me parecía un personaje peculiar… y no sólo por su aspecto. Pero no me resultaba especialmente molesto… a diferencia de Gunnar, por ejemplo, que no le soportaba. En realidad, a mí me divierte tener alumnos que no lo hagan todo igual que el resto del mundo. Además era una pasada trabajando, y tenía las cosas muy claras. Y yo no pido más.

Þóra levantó las cejas.

– ¿Tenía las cosas claras? Teníamos entendido, por lo que nos dijo Gunnar, que su investigación era bastante errática.

Þorbjörn resopló.

– Gunnar es de la vieja escuela. Harald no. Gunnar quiere que el alumno se mantenga siempre en el rumbo establecido. Harald se acercaba más a mis propias preferencias: aparcaba unas cosas y se ponía a observar las callejuelas laterales, si se puede expresar de este modo. Es así como hay que actuar en estos temas. Uno no sabe nunca adónde lleva un camino, aunque este modo de proceder exige mas tiempo que el otro. En cambio, uno se puede encontrar en el camino con muchas cosas inesperadas.

– Entonces, ¿Harald no estaba a punto de cambiar de tema de tesis, como piensa Gunnar? -preguntó Matthew.

– En absoluto -respondió Þorbjörn-. Gunnar anda siempre pisando huevos, convencido de que todo se va a ir al demonio de un momento a otro. Lo mismo es que le preocupaba que Harald se instalara aquí y se convirtiese en estudiante eterno. Pero lo que ha sucedido es algo completamente distinto.

– ¿Qué te parece si nos cuentas algo de la investigación de Harald? -solicitó Þóra-. Estamos intentando comprobar si su interés por la magia tiene quizá alguna relación de algún tipo con el crimen.

Ahora fue Þorbjörn quien elevó las cejas.

– ¿Habláis en serio? -Ambos contestaron que sí-. Bueno, pues vaya. Nunca me habría esperado algo así. La historia no es tan apasionante como para que la gente asesine por ella -dijo-. Sea como fuere, Harald iba a comparar las cazas de brujas en este país y en el continente europeo. Como sabréis, aquí fueron sobre todo hombres a los que se quemó por brujería, a diferencia de lo sucedido en otros lugares. Éste era, digamos, el punto de partida de su investigación. Como Harald estaba muy familiarizado con la brujería en el continente, se dedicó a estudiar fuentes islandesas y a aprender la historia de este país durante ese periodo. En mi opinión, había logrado adquirir una visión muy completa de la misma cuando lo asesinaron.

– ¿Y qué es de esas callejuelas laterales? -preguntó Matthew.

Þorbjörn reflexionó uii momento.

– Al principio estaba interesadísimo en el obispo Jón Arason y en la imprenta que hizo traer al país. En un primer momento yo no comprendía qué relación creía él que pudieran tener esas cosas con la caza de brujas, pero le dejé que siguiera ese camino, a ver qué salía. Luego dejó ese asunto y se interesó por el obispo Brynjólfur Sveinsson de Skálholt. Eso me gustó más.

– ¿Tenía alguna relación con la caza de brujas? -preguntó Þóra.

– Naturalmente -respondió el profesor-. Era obispo en esa época, pero se le consideraba bastante blando. Se sabe que impidió que llevasen a la pira a unos escolares de Skálholt, aunque les habían encontrado un prontuario de conjuros. Pero mirándolo con detenimiento, la verdad no parece tan clara. Por ejemplo, no hizo nada por disuadir a su pariente el reverendo Páll de Selárdal, que fue de los primeros en formular acusaciones de brujería. Siete personas fueron quemadas en la pira bajo la sospecha de haber causado enfermedades en la granja del reverendo Páll.

– Ese prontuario de conjuros que has mencionado, ¿estaba Harald muy interesado en él? -preguntó Matthew. Þorbjörn sacudió la cabeza lentamente.