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Día 29

España negra

La España negra es el título de un libro del pintor José Gutiérrez Solana (1886-1945) de lectura a veces difícil y siempre incómoda, no por razones de estilo o de lo inédito de la construcción sintáctica, sino por la brutalidad del retrato de España que traza y que no es otra cosa que la transposición de su pintura a la página escrita, una pintura que ha sido clasificada como lúgubre y «feísta», en la que refleja la atmósfera de degradación de la España rural de la época, mostrada en cuadros que no retroceden ante la expresión de lo más atroz, obsceno y cruel que existe en los comportamientos humanos. Influenciado por el tenebrismo barroco, en especial por Valdés Leal, es también evidente la impresión que sobre él ejercieron las pinturas negras de Goya. La España de Gutiérrez Solana es sórdida y grotesca en el más alto grado imaginable, porque eso fue lo que encontró en las llamadas fiestas populares y en los usos y costumbres de su país.Hoy, España no es así, se ha convertido en un lugar desarrollado y culto, capaz de dar lecciones al mundo en muchos aspectos de la vida social, objetará el lector de estas líneas. No niego que puede tener razón en la Castellana, en las salas del museo del Prado, en el barrio de Salamanca o en las ramblas de Barcelona, pero no faltan por ahí lugares donde Gutiérrez Solana, si viviera, podría colocar su caballete para pintar con las mismas tintas las mismísimas pinturas. Me refiero a esos pueblos y ciudades donde, por subscripción pública o con apoyo material de los ayuntamientos, se adquieren toros a las ganaderías para gozo y disfrute de la población con motivo de las fiestas populares. El gozo y el disfrute no consisten en matar al animal y distribuir los filetes entre los más necesitados. Pese al desempleo, el pueblo español se alimenta bien sin favores de ésos. El gozo y el disfrute tienen otro nombre. Cubierto de sangre, atravesado de lado a lado por lanzas, tal vez quemado por las banderillas de fuego que en el siglo XVIII se usaban en Portugal, empujado al mar para que allí perezca ahogado, el toro será torturado hasta la muerte. Los niños en brazos de las madres baten palmas, los maridos, excitados, palpan a las excitadas esposas y, en silencio, a alguna que no lo sea, el pueblo es feliz mientras el toro intenta huir de sus verdugos dejando tras de sí regueros de sangre. Es atroz, es cruel, es obsceno. Pero ¿eso qué importa si Cristiano Ronaldo va a jugar en el Real Madrid? ¿Qué importa eso en un momento en que el mundo entero llora la muerte de Michael Jackson? ¿Qué importa que una ciudad haga de la tortura premeditada de un animal indefenso una fiesta colectiva que se repetirá, implacablemente, al año siguiente? ¿Es esto cultura? ¿Es esto civilización? ¿No será simple barbarie?

Día 30

Dos años

La Fundación cumplió ayer dos años. Como se suele decir, parece que el tiempo no ha pasado. Si nos pusiéramos a trazar el balance de lo que hicimos y de lo que soñábamos, no nos faltan motivos para afirmar que no hemos tenido ni un momento de descanso. En primer lugar, la preocupación de decidir sobre lo que más le convenía a la recién nacida para que el paso siguiente que se diera fuese firme y con futuro. Después, el trabajo de convencer a los desconfiados de que no estábamos aquí para dedicarnos a la contemplación del ombligo del patrono, sino para trabajar en beneficio de la cultura portuguesa y de la sociedad en general. No tenemos la pretensión de haberles hecho cambiar de idea, ni entonces ni ahora, pero la tarea de acción pública nos ha permitido llevar nuestras ideas y nuestras propuestas a las personas de buena fe, que afortunadamente no faltan en este país, por muy mal que de él se diga. La Fundación ya puede presentar una hoja de servicios, además de digna, prometedora. Las obras de la Casa dos Bicos, que visitamos hace tres días, avanzan con tenacidad, y es muy probable que en seis meses o poco más tengamos la llave en la mano y podamos entrar libremente en la casa que ya es nuestra, aunque lo será mucho más cuando estemos en actividad plena. Queremos que el Campo das Cebolas forme parte de los itinerarios habituales de las personas para las que la cultura no es sólo una decoración superficial del espíritu. Recordamos recientemente la obra y la vida de José Rodrigues Miguéis. El próximo escritor, tal vez en enero del año que viene, será Vitorino Nemésio. Y después Raúl Brandão. Las leyes, tantas veces injustas, de la oferta y la demanda en el mercado de las letras, en demasiadas ocasiones hacen que grandes escritores del pasado reciente hayan dejado de estar en el día a día de la gente. Haremos todo lo posible para contrariar esa maléfica tendencia. Tenemos mucho trabajo por delante. Dos años no son nada, pero la criatura tiene buena salud y es recomendable.

Julio de 2009

Día 1

Agustina

Hace alrededor de cuarenta años, durante algunos meses, ejercí de crítico literario en la revista Seara Nova, actividad para la que obviamente no había nacido, aunque la benévola generosidad de dos amigos consideró que podía estar a mi alcance. Fueron éstos Augusto Costa Dias, que tuvo la idea, y Rogério Fernandes, entonces director de la (desde todos los puntos de vista) recordada revista. En líneas generales, supongo que no cometí injusticias graves, salvo el poco cuidado que empleé cuando opiné sobre El Delfín, de José Cardoso Pires. Muchas veces, después, me he preguntado dónde estaba mi cabeza aquel día. Se dice que un tropiezo lo puede tener cualquiera, pero aquello no fue un tropiezo, fue (perdóneseme la vulgaridad de la palabra) un trompazo. Cuando, años después, con la preciosa ayuda de Jorge Amado en la pelea, luché a brazo partido en Roma para que el Premio de la Unión Latina le fuese atribuido a Cardoso Pires, es bien posible que estuviera siendo impelido, en las escaramuzas argumentativas del jurado, por aquel penoso recuerdo del pasado. Y la competidora de Cardoso Pires era nada más y nada menos que Marguerite Duras…Hay que reconocer que el aval con el que llegué a Seara Nova no valía gran cosa: había publicado Terra do Pecado, en 1947, y Los poemas posibles, en 1966. Nada más. No existía ni un solo escritor en Portugal que no hubiera hecho mucho más y mucho mejor que José Saramago. Comprendo que algunos hayan visto como una petulancia sin disculpa que yo (un casi anónimo) decidiera aceptar la invitación de mis imprudentes amigos. Y eso fue, probablemente, lo que Agustina Bessa-Luís debió de pensar cuando, hojeando Seara Nova (¿leería Agustina Bessa-Luís Seara Nova?), se dio de bruces con una crítica de un libro suyo firmado por mí. No la censuraré si lo pensó, aunque su ego puede haber encontrado una rápida compensación en las líneas que venían a continuación. Cito de memoria: «Si hay en Portugal un escritor que participe de la naturaleza del genio, es Agustina Bessa-Luís». Lo dije y lo repito hoy. Es cierto que más adelante escribía: «Ojalá no se duerma con el sonido de su propia música». ¿Había un puntito de malicia en esta observación? Es posible, pero bastante perdonable, tratándose de un crítico neófito que buscaba un lugar propio en la plaza literaria…¿Se durmió? ¿No se durmió? Pienso que no. Que algunos de sus lectores hubieran deseado que Agustina, con su inagotable libertad de espíritu (que la tenía), se lanzara por otras rutas y otras aventuras literarias, es comprensible, pero lo que a Agustina más parece haberle interesado, la comedia humana de Entre-Duero-y-Miño, eso fue ejemplarmente cumplido. No es disminuirla decir que la vastísima y poderosa obra de Agustina Bessa-Luís tiene, entre todas las otras posibles lecturas, una lectura sociológica. Cada uno en su terreno, cada uno en su tiempo, cada uno según sus especificidades personales y artísticas, Balzac y Agustina Bessa-Luís hicieron lo mismo: observar y relatar. El siglo XIX francés se entiende mejor leyendo a Balzac. La luz que irradia la obra de Agustina nos ayuda a ver con más nitidez lo que fue la mentalidad de cierta clase social en el siglo XX. Y también, ya puestos, la del final de nuestro siglo XIX. En verdad, en verdad, no es trabajo para alguien que hubiera estado dormido…