Día 17
Historias de la emigración
Que tire la primera piedra quien nunca haya tenido manchas de emigración ensuciándole el árbol genealógico… Tal como en la fábula del lobo malo que acusaba al inocente corderito de enturbiarle el agua del riachuelo donde ambos bebían, si tú no emigraste, emigró tu padre, y si tu padre no necesitó mudar de sitio fue porque tu abuelo, antes que él, no tuvo otro remedio que irse, cargando la vida sobre las espaldas, en busca del pan que su tierra le negaba. Muchos portugueses murieron ahogados en el río Bidasoa cuando, en noche oscura, intentaban alcanzar a nado la orilla de allá, donde se decía que el paraíso de Francia comenzaba. Centenares de miles de portugueses tuvieron que someterse, en la llamada culta y civilizada Europa de más allá de los Pirineos, a condiciones de trabajo infames y a salarios indignos. Los que consiguieron soportar las violencias de siempre y las nuevas privaciones, los supervivientes, desorientados en medio de sociedades que los despreciaban y humillaban, perdidos en idiomas que no podían entender, fueron poco a poco construyendo, con renuncias y sacrificios casi heroicos, moneda a moneda, centavo a centavo, el futuro de sus descendientes. Algunos de esos hombres, algunas de esas mujeres, no perdieron ni quieren perder la memoria del tiempo en que tuvieron que padecer todos los vejámenes del trabajo mal pagado y todas las amarguras del aislamiento social. Gracias les sean dadas por haber sido capaces de preservar el respeto que debían a su pasado. Otros muchos, la mayoría, cortaron los puentes que los unían a las horas sombrías, se avergonzaron de haber sido ignorantes, pobres, a veces miserables, se comportaron, en fin, como si una vida decente, para ellos, sólo hubiese comenzado verdaderamente el día felicísimo en que pudieron comprar su primer automóvil. Esos son los que estarán siempre dispuestos a tratar con idéntica crueldad e idéntico desprecio a los emigrantes que atraviesan ese otro Bidasoa, más ancho y más hondo, que es el Mediterráneo, donde los ahogados abundan y sirven de pasto a los peces, si la marea y el viento no prefieren empujarlos hasta la playa, mientras las guardias costeras no aparecen para levantar los cadáveres. Los supervivientes de los nuevos naufragios, los que pusieron pie en tierra y no fueron expulsados, tendrán a su espera el eterno calvario de la explotación, de la intolerancia, del racismo, del odio por su piel, de la sospecha, de la humillación moral. El que antes había sido explotado y perdió la memoria de haberlo sido, explotará. El que fue despreciado y finge haberlo olvidado, afinará su propia manera de despreciar. Al que ayer humillaron, humillará hoy con más rencor. Y ahí están, todos juntos, tirándoles piedras al que llega a la orilla de este lado del Bidasoa, como si nunca hubiesen emigrado ellos, o los padres, o los abuelos, como si nunca hubiesen sufrido de hambre y de desesperación, de angustia y de miedo. En verdad, en verdad os digo, hay ciertas maneras de ser feliz que son simplemente odiosas.
Día 20
Jardinadas
La anunciada propuesta de ley de revisión constitucional del inefable Alberto João, como cariñosamente lo tratan sus amigos y seguidores, tiene claramente gato encerrado, aunque no haya perdido tiempo en esconderle el rabo. Agradezcámosle la franqueza. Jardim quiere ser, con derecho a veto por si las moscas, presidente de la región, y es lícito pensar que ya alimentaba tal idea en la cabeza cuando dejó entrever, tiempo atrás, aunque con un cauteloso grado de nebulosidad de vocabulario, su abandono de la política, dándonos una alegría que al final, como las rosas de Malherbes, acabaría durando poco. La inteligencia de Jardim no es nada del otro mundo, pero, en compensación, su listeza parece no tener límites. Como límites parece no tener nuestra ingenuidad. Imaginar al Berlusconi madeirense fuera de los salones y de los gabinetes reservados del poder es lo que se puede llamar un no ser absoluto, una contradicción en términos. Jardim nació para mandar y mandará hasta su último suspiro. Detestando a Portugal como lo detesta, nunca aceptaría ser presidente de la República, le basta con serlo de Madeira, Porto Santo y Selvagens. En el fondo, lo que la propuesta de ley pretende es establecer en Portugal una constitución configurada a su propia medida, es decir, corta, redonda, sin aristas.Una de las puntas incómodas que el querido leader madeirense desearía capar es el nefando comunismo. Me temo que se partirá los dientes en el intento. Los comunistas tienen una larga y dura experiencia de vida en la clandestinidad, ilegalizarlos equivaldría a tener que levantar todas las piedras esparcidas por Portugal para ver si debajo de ellas hay alguno escondido. Lo más interesante en las próximas horas será el festival de falsos patriotismos que explotará en la Asamblea Regional, con los oradores abrazados a las insignias locales y algún posible pisoteo y quema de la bandera portuguesa por aquello de los dos tercios de color rojo que porta y que congestionan todavía más las rubicundas mejillas de Jardim. También será interesante ver cómo Manuela Ferreira Leite, ese lince de la política continental, descalzará esta bota. Recomiendo a mis cuatro lectores que estén atentos a los acontecimientos. Van a tener algo que contarles a sus nietos.