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Octubre de 2009

Día 7

Días felices

El excelente artículo de Umberto Eco titulado «Un bloguero llamado Saramago», que fue publicado hace algunos días en La Repubblica, apareció hoy en El País y saldrá mañana en las páginas del Diario de Noticias. Ese conjunto de textos breves, al que bauticé para la edición en libro con el nombre discreto de El cuaderno, nació con suerte. Traducido ya al castellano, al catalán y al italiano, ha encontrado ahora el mejor de los valedores posibles en la persona de Umberto Eco, cuyo perspicaz análisis viene sabiamente temperado por la gracia de la escritura y por la sutileza del humor. No tengo derecho a alargarme, mucho menos a comentar lo que Eco escribió. Me basta la felicidad que siento. En el pasar de todos estos años, otros libros míos fueron acogidos con generosidad y simpatía, pero ninguno como éste. Soy, en este momento, el más agradecido de los escritores.

Día 9

Barack Obama

Se habló mucho en este blog de Barack Obama, algunos dirán que demasiado. Cuando una esperanza nace hay que saludarla conforme a su mérito, y éste parecía no tener límites.Es posible que comience a decirse que el Premio Nobel de la Paz ha sido prematuro, pero no lo es si lo tomamos como una inversión…Gracias a él tal vez Obama tome todavía mayor conciencia de cuánto lo necesitamos.

Noviembre de 2009

Día 10

No al paro

Ante las manifestaciones que se están preparando en toda Europa de protesta por el desempleo, escribí, a petición de un grupo de sindicalistas, el texto que a continuación se reproduce.

No al paro

La gravísima crisis económica y financiera que está convulsionando al mundo nos trae la angustiosa sensación de que hemos llegado al final de una época sin que se consiga vislumbrar qué y cómo será lo que venga a continuación.¿Qué hacemos nosotros, que presenciamos, impotentes, el avance aplastante de los grandes potentados económicos y financieros, locos por conquistar más y más dinero, más y más poder, con todos los medios legales o ilegales a su alcance, limpios o sucios, reglamentados o criminales?¿Podemos dejar la salida de la crisis en manos de los expertos? ¿No son ellos precisamente, los banqueros, los políticos de máximo nivel mundial, los directivos de las grandes multinacionales, los especuladores, con la complicidad de los medios de comunicación social, los que, con la soberbia de quien se considera poseedor de la última sabiduría, nos mandaban callar cuando, en los últimos treinta años, tímidamente protestábamos, diciendo que nosotros no sabíamos nada, y por eso nos ridiculizaban? Era el tiempo del imperio absoluto del Mercado, esa entidad presuntamente autorreformable y autorregulable encargada por el inmutable destino de preparar y defender para siempre jamás nuestra felicidad personal y colectiva, aunque la realidad se encargase de desmentirlo cada hora que pasaba.¿Y ahora, cuando cada día aumenta el número de desempleados? ¿Se van a acabar por fin los paraísos fiscales y las cuentas numeradas? ¿Será implacablemente investigado el origen de gigantescos depósitos bancarios, de ingenierías financieras claramente delictivas, de inversiones opacas que, en muchos casos, no son nada más que masivos lavados de dinero negro, del narcotráfico y otras actividades canallas? ¿Y los expedientes de crisis, hábilmente preparados para beneficio de los consejos de administración y en contra de los trabajadores?¿Quién resuelve el problema de los desempleados, millones de víctimas de la llamada crisis, que por la avaricia, la maldad o la estupidez de los poderosos van a seguir desempleados, malviviendo temporalmente de míseros subsidios del Estado, mientras los grandes ejecutivos y administradores de empresas deliberadamente conducidas a la quiebra gozan de cantidades millonarias cubiertas por contratos blindados?Lo que está pasando es, en todos los aspectos, un crimen contra la humanidad y desde esta perspectiva debe ser analizado en los foros públicos y en las conciencias. No es exageración. Crímenes contra la humanidad no son sólo los genocidios, los etnocidios, los campos de la muerte, las torturas, los asesinatos selectivos, las hambrunas deliberadamente provocadas, las contaminaciones masivas, las humillaciones como método represivo de la identidad de las víctimas. Crimen contra la humanidad es también el que los poderes financieros y económicos, con la complicidad efectiva o tácita de los gobiernos, fríamente han perpetrado contra millones de personas en todo el mundo, amenazadas de perder lo que les queda, su casa y sus ahorros, después de haber perdido la única y tantas veces escasa fuente de rendimiento, es decir, su trabajo.Decir «No al paro» es un deber ético, un imperativo moral. Como lo es denunciar que esta situación no la generaron los trabajadores, que no son los empleados los que deben pagar la estulticia y los errores del sistema.Decir «No al paro» es frenar el genocidio lento pero implacable al que el sistema condena a millones de personas. Sabemos que podemos salir de esta crisis, sabemos que no pedimos la luna. Y sabemos que tenemos voz para usarla. Frente a la soberbia del sistema, invoquemos nuestro derecho a la crítica y nuestra protesta. Ellos no lo saben todo. Se han equivocado. Nos han engañado. No toleremos ser sus víctimas.

Diciembre de 2009

Día 7

No-B day

Si Cicerón todavía viviera entre vosotros, italianos, no diría: «¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?», y sí: «¿Hasta cuándo, Berlusconi, atentarás contra nuestra democracia?». De eso se trata. Con su peculiar idea sobre la razón de ser y el significado de la institución democrática, Berlusconi ha transformado en pocos años a Italia en una sombra grotesca de país y a una gran parte de los italianos en una multitud de títeres que lo siguen aborregadamente sin darse cuenta de que caminan hacia el abismo de la dimisión cívica definitiva, hacia el descrédito internacional, hacia el ridículo absoluto.Con su historia, con su cultura, con su innegable grandeza, Italia no merece el destino que Berlusconi le ha trazado con frialdad canalla y sin el menor vestigio de pudor político, sin el más elemental sentimiento de vergüenza. Quiero pensar que la gigantesca manifestación contra la «cosa» Berlusconi, donde serán leídas estas palabras, se convertirá en el primer paso para la libertad y la regeneración de Italia. Para eso no son necesarias armas, bastan los votos. En vosotros deposito mi confianza.