– Es chocante que no haya explotado aún ninguno en esta parte de la costa, jefe -comentó Navarro-. Cualquiera lo consideraría un objetivo clave.
– Yo creo que tenemos que actuar basándonos en que ya han colocado algunos explosivos en estas playas también, Paco, y que están listos para ser activados. El inspector Palencia, que no tardará en llegar, ha pedido detectores de metales a Málaga, para poder empezar a registrar las playas en cuanto oscurezca. Entretanto, he sugerido que se acordone la zona de la playa.
Bernal se volvió y miró por el ventanal, a través del cual todos tenían una vista panorámica de la hilera de policías que desalojaban a los veraneantes de la playa delante de los Apartamentos Bajondillo. Podían ver también a los ayudantes amontonando las tumbonas y retirando los toldos de colores.
– ¿Sabe el grupo antiterrorista de Madrid desde cuándo estaban colocadas las bombas? -preguntó Ángel.
– Dicen que no hay forma de saberlo.
– Es que ahora recuerdo que vi a un hombre y a una mujer cavando en la arena en Benidorm cuando ya había oscurecido, anteayer, jefe. Pensé entonces que estarían buscando mariscos. ¿Se ha producido alguna explosión allí?
Bernal repasó los comunicados de Madrid.
– Al parecer no, Ángel. Será mejor que telefonees ahora mismo al comisario de Benidorm y le indiques el lugar exacto. Así podrán utilizar un detector de metales para buscar el artefacto si es que se trataba de eso.
– Yo también vi algo, jefe, en Sotogrande -dijo Elena-. Cuando volvía a casa anteanoche. Eran también un hombre y una mujer que volvían de la playa y que se marcharon en un coche. El hombre llevaba una pala. Recuerdo que me pareció extraño porque allí no hay mariscos.
– Será mejor que llames también al oficial al mando…, al comisario de La Línea. Sotogrande pertenece a la provincia de Cádiz, ¿no? -Elena asintió-. Hay que decirles a los dos comisarios, al de Benidorm y al de La Línea que yo aconsejaría no iniciar la búsqueda de posibles bombas hasta que oscurezca, no vaya a ser que los terroristas las activen al ver a los expertos en neutralización de explosivos acercarse al lugar en que estén escondidos los mismos.
Mientras Ángel y Elena telefoneaban, llegó el inspector Palencia, muy agitado.
– Se han producido otras tres explosiones esta tarde, comisario. Acabamos de recibir un télex vía Málaga. Todos los artefactos eran del mismo tipo que los que explotaron a primera hora de hoy.
– ¿Alguno en nuestra zona? -preguntó Bernal inquieto.
– No, señor. Uno en Cadaqués, en Cataluña; el segundo en Gandía, en la provincia de Valencia; y el tercero, en la playa de San Juan de Alicante.
– Así que están atacando todo tipo de centros turísticos -dijo Bernal, pensativo-, tanto los elegantes como los más populares.
– He pedido a comunicaciones de Málaga que, ahora que están conectadas sus líneas, pasen aquí todos los mensajes, además de a mi comisaría.
– Comprobaré si tenemos conexión con Málaga, jefe -dijo Navarro.
– ¿Y qué hay de una línea directa con Madrid, Paco?
– La Telefónica ha conectado una línea independiente de las líneas del hotel, jefe, y estoy esperando al técnico que va a venir para colocar el teléfono interceptor.
Ángel y Elena volvieron de hacer las llamadas y Bernal les preguntó si había alguna noticia de Benidorm o La Línea.
– El comisario de La Línea ha enviado una patrulla militar a Sotogrande, jefe -contestó Elena-. Le he dado la descripción exacta del lugar. Le transmití también su consejo de esperar a que oscurezca, pero dice que está dispuesto a registrar todas las viviendas en busca de los terroristas antes de dejar ir a la playa a los de neutralización de explosivos.
– ¿Es eso posible? -preguntó Bernal-. ¿Podría registrar todos los edificios que dan al mar o que tienen vistas al Paseo Marítimo?
– Necesitaría muchísimos hombres, pero puede hacerse, jefe.
– Esperemos que aquí no haya que hacerlo. Harían falta unos doscientos hombres durante varios días y además, suponiendo que los terroristas tengan la base en vehículos y viajen continuamente de un sitio a otro activando los explosivos colocados previamente, sería inútil.
– ¿No habría que emplear controles de carretera, entonces, comisario? -preguntó Palencia-. Hemos enviado a la Guardia Civil las fotografías de los terroristas y los de control podrían encargarse de registrar todos los vehículos buscando radiotransmisores.
– Habrá que considerarlo, Palencia -dijo Bernal pensativo-. Supuestamente los comandos terroristas no disponen de operativos suficientes para actuar en todos los centros turísticos a la vez, así que quizá tengan que ir de un sitio a otro, no sólo para colocar los artefactos, sino también para activarlos después. Quizá tengan pisos francos en cada región, en unos cinco o seis puntos de la costa sur y de levante.
El comisario miró fijamente el mapa de la península, en el que Paco Navarro había colocado discos rojos con la fecha y la hora de las explosiones que se habían producido hasta el momento.
– Es curioso que no hayan tocado la Costa del Sol apenas -dijo Lista-. Si dispusieran de pisos francos, éstos estarían en las ciudades grandes, como Barcelona, Valencia y Alicante.
– Creo que tengo buenas razones para creer que también están en Málaga -repuso Bernal. Y a renglón seguido, con súbita decisión, se volvió a Palencia y le dijo-: Que la Guardia Civil organice bloqueos de carretera y registros ahora mismo. Quizá consigan algo. Explíqueles que busquen también pequeños radiotransmisores.
Cuando Palencia volvió de llamar por teléfono, Bernal le pidió que hiciera al equipo un informe detallado de cómo habían encontrado el cuerpo de su agente Antonio García la noche anterior al final del Paseo Marítimo, y los resultados provisionales de la autopsia. Todos escucharon serios al inspector local mientras les daba su informe, evidentemente conmovido.
– He de admitir que estoy completamente desconcertado -terminó-, y me pregunto si su muerte estará relacionada con la desaparición de los cinco jóvenes extranjeros o con los actos terroristas.
– Creo que no aclararemos mucho más hasta que llegue esta tarde el doctor Peláez y practique una segunda autopsia -dijo Bernal-, dada la leve posibilidad de que muriera por causas naturales.
– ¿Y no es probable que su muerte, si es que fue una muerte violenta, esté relacionada con los terroristas? -preguntó Navarro-. De hecho, el cuerpo apareció al borde de una zona solitaria de la playa cuando ya había oscurecido.
– Ésa es precisamente la conclusión a la que yo he llegado provisionalmente, Paco -contestó Bernal-. Anoche descubrí un agujero en la arena, a poca distancia del lugar en el que encontraron al hombre de Palencia. Una posible reconstrucción de los hechos sería que vio a alguien cavando en la arena y fue a ver qué hacía. Al verse sorprendidos, los terroristas le mataron. La cuestión es: ¿cómo lo hicieron sin dejar ninguna marca en el cuerpo?
– Y la desaparición de esos jóvenes extranjeros, jefe -dijo Ángel-, ¿no cree usted que puede estar relacionada con la campaña de ETA?
– No lo había pensado, Ángel, pero ahora que lo dices comprendo que no es totalmente imposible. Los etarras podrían haber decidido secuestrar a algunos extranjeros para reforzar sus peticiones y, por supuesto, conseguir más publicidad internacional y disuadir a los turistas extranjeros de venir a España.
Elena parecía confusa.
– Pero en tal caso, jefe, ¿no habrían elegido víctimas de distintos medios? Todos sus secuestros en el País Vasco fueron o bien a industriales ricos que se negaban a pagar lo que ETA llama «impuesto político» o personajes como el padre de Julio Iglesias, por los que exigieron rescate. Pero ninguno de estos jóvenes desaparecidos es de familia rica o importante, que yo sepa, ¿no es cierto?