Sarah Chalfant, mi agente, de la Wylie Agency, me llevó a Nueva York a conocer a Sarah Crichton y, más tarde, a editores de todo el mundo. Sarah Crichton no tiene igual dando ánimos. Y ¿quién dijo que los editores de hoy no editan? Julián Loose, de Faber, me hizo conocer todos los secretos. Mil gracias a él.
Y hablando de Estambul, me gustaría darles las gracias particularmente al profesor Norman Stone, de la Universidad Koç, y a John Scott, el editor de Cornucopia, la hermosa e inteligente revista dedicada a todo lo turco.
Mis hijos mayores se pelearon conmigo por hacerse con el control del ordenador con una astucia implacable, demostrando una pericia de pirata informático para saltarse todas las barreras que puse, pero nunca me borraron el disco duro y les estoy agradecido por ello. Los dos más pequeños demostraron un interés distante por el trabajo duro, pero me animaron en todo momento yendo y viniendo por más papel y con ratos de conversación. Todos mis libros han sido para ellos.
Este libro no se hubiera escrito, sin embargo, sin el entusiasmo y el ánimo de Kate. No han pasado muchos años desde que fuimos andando desde Polonia hasta Turquía, vimos las cigüeñas volando sobre el norte por el mar de Mármara, y nuestros pasos nos llevaron, finalmente, a las cúpulas de Estambul, la ciudad que alimentó nuestros sueños durante seis meses, y al Bósforo que se extiende a sus pies. No quedamos decepcionados.
Este libro está dedicado a ella
Jason Goodwin