—Lo estaba —respondió Apolinar.
El primer día del nuevo mes, el Prefecto del Erario Imperial y el Prefecto del Erario Público solían reunirse para almorzar juntos y comentar asuntos relacionados con los dos tesoros. Incluso entonces, después de que hubieran pasado muchas semanas de reinado del nuevo emperador, el monedero privado de éste, el Fisco Imperial, era aún responsabilidad de Quinto Cestio, y los otros fondos, el Erario Público, los administraba Sulpicio Silano, como lo habían hecho durante años. Habían capeado todos los temporales. Eran individuos que conocían el arte de la supervivencia.
—Así que el conde Valeriano Apolinar ha fallecido —dijo Cestio—. Una pena. Realmente era un gran hombre.
—Demasiado grande, creo yo, para mantenerse para siempre al margen del peligro. Inevitablemente, a este tipo de hombres siempre se acaba derribándolos. Una pena. Estoy de acuerdo. Era un verdadero romano a la antigua usanza. Los hombres como él son muy escasos en esta época atroz.
—Pero por lo menos, la paz se ha restablecido. El Imperio está unido de nuevo gracias al conde Apolinar y a nuestro bienamado emperador Laureólo.
—Sí. Pero ¿es sólido? ¿Se ha solucionado alguno de los problemas reales? —Silano, aquel astuto hombrecillo de voraz apetito y espíritu eufórico, se cortó otro trozo de carne y dijo—: Voy a hacerte un pronóstico. El imperio volverá a desmoronarse antes de que pasen cien años.
—Te pasas de optimista —respondió Quinto Cestio, alcanzando el vino, aunque muy raramente bebía.
—Sí —dijo Silano—. Es cierto.
Título originaclass="underline" Roma Eterna
Traducción de Emilio Mayorga
Primera edición: octubre de 2006
© Agberg, Ltd., 2003
© Ediciones Minotauro, 2006
Avda. Diagonal, 662-664, 6.a planta. 08034 Barcelona
www. edicionesminotauro.com
www.scyla.com
Todos los derechos reservados
ISBN-13: 978-84-450-7610-1 ISBN-10: 84-450-7610-8
Depósito legaclass="underline" B. 31343-2006
Fotocomposición: Anglofort, S. A.
Impresión: A & M Gráfic, S. L.
Impreso en España
Printed in Spain