Todos, excepto Tanis. Negándose a comer, el semielfo paseaba por la arboleda absorto en sus propios pensamientos. Tasslehoff lo observaba de cerca, carcomido por la curiosidad.
Laurana era una anfitriona perfecta. Se aseguró de que todos estuviesen cómodos, deteniéndose a intercambiar unas palabras con cada uno de ellos.
—Tú eres Flint Fireforge, ¿no es así? —le dijo. El enano enrojeció de placer.
—Aún conservo algunos de aquellos maravillosos juguetes que me hiciste. Te hemos echado de menos durante todos estos años.
Sintiéndose tan aturdido que no podía pronunciar palabra, Flint se dejó caer sobre la hierba y se bebió una inmensa jarra de agua.
—¿Tú eres Tika? —preguntó Laurana deteniéndose junto a la camarera.
—Tika Waylan —respondió la muchacha con brusquedad.
—Tika, que nombre tan bonito... y que cabello tan precioso tienes —dijo Laurana acariciando los vigorosos rizos rojos con admiración.
—¿De verdad lo crees así? —dijo Tika enrojeciendo al ver que Caramon la estaba mirando.
—¡Desde luego! Es del color del fuego y por lo que he oído tu espíritu es del mismo tono. Me contaron cómo salvaste la vida de mi hermano en la posada. Estoy en deuda contigo.
—Gracias —respondió Tika en voz baja. —Tu cabello también es bellísimo.
Laurana sonrió y siguió su camino. No obstante, Tasslehoff se dio cuenta de que su mirada se desviaba continuamente hacia Tanis. Cuando el semielfo, de pronto, arrojó el resto de la manzana que se estaba comiendo y desapareció entre los árboles, Laurana se excusó rápidamente y lo siguió.
—¡Ah! ¡Ahora averiguaré lo que está sucediendo! —exclamó Tas para sí. Mirando a su alrededor, se deslizó tras Tanis.
Tas se escurrió por el sendero que serpenteaba entre los árboles y de repente se encontró al semielfo, solo, de pie al lado del cristalino riachuelo, tirando hojas secas al agua. Notando que algo se movía a su izquierda, Tas se agachó con rapidez, escondiéndose entre un grupo de arbustos en el preciso momento en que Laurana aparecía por otro sendero.
—¡Tanthalas, Quisif nan-Pah! —exclamó.
Tanis, al oír su nombre de elfo se volvió y Laurana le rodeó con sus brazos, besándolo.
—Ugh —dijo ella apartándose:
—A ver si afeitas esa horrible barba. ¡Cómo pica! Además, así no pareces Tanthalas.
Tanis la sujetó por la cintura, apartándola con suavidad. —Laurana —comenzó a decir.
—No, no te enfades por lo de la barba, si insistes, me acostumbraré a ella —dijo Laura haciendo mohínes.
—Bésame. ¿No quieres? Entonces te besaré yo. —Volvió a besarlo de nuevo hasta que Tanis consiguió separarse de ella.
—Ya basta, Laurana —le dijo secamente, volviéndose de espaldas.
—¿Por qué? ¿Qué te pasa? Has estado fuera tantos años, y ahora has regresado. No te muestres frío y apesadumbrado. Eres mi prometido, ¿recuerdas? Es lógico que una muchacha bese a su prometido.
—Eso fue hace mucho tiempo —dijo Tanis —.
—Entonces éramos niños, jugábamos, nada más. Era romántico, un secreto que compartíamos. Ya sabes lo que hubiese sucedido si tu padre se hubiese enterado. Gilthanas se enteró, ¿no es así?
—¡Claro! ¡Yo se lo dije! Yo le cuento todo a Gilthanas, ya lo sabes. ¡No imaginé que reaccionase como lo hizo! Sé lo que te dijo, me lo contó después. Se sentía muy mal por haberte hablado de esa forma.
—Estoy seguro de que así fue —Tanis la sujetó por las muñecas, manteniendo sus manos inmóviles.
—¡Lo que dijo era verdad, Laurana! Soy un bastardo. ¡Tu padre hubiese tenido todo el derecho de matarme! ¿Cómo podía yo darle un disgusto después de lo que había hecho por mi madre y por mí? Esa fue una de las razones por las que me fui... por esto y para averiguar quién soy y a qué lugar pertenezco.
—Tú eres Tanthalas, amado mío, ¡y tu lugar está aquí! —gritó Laurana.
Liberando sus muñecas, tomó las manos de Tanis entre las suyas.
—¡Mira! Aún llevas mi anillo. Sé por qué te fuiste. Tenías miedo de amarme, pero no debes tenerlo ahora, todo ha cambiado. Mi padre tiene tantas cosas en la cabeza, que no le importará. Por favor... ¡casémonos! ¿Acaso no es éste el motivo de tu regreso?
—Laurana —Tanis habló con suavidad pero con firmeza—, mi vuelta ha sido una casualidad...
—¡No! —gritó ella apartándolo—. No te creo.
—Ya has oído la historia de Gilthanas. Si Porthios no nos hubiese rescatado, ahora estaríamos en Pax Tharkas.
—¡Se lo inventó! No quería contarme la verdad. Volviste porque me amas. No aceptaré ninguna otra explicación.
—No quería decírtelo, pero veo que debo hacerlo —dijo Tanis exasperado.
—Laurana, estoy enamorado de otra persona... una humana. Su nombre es Kitiara. Esto no quiere decir que no te quiera también. Te quiero... —A Tanis le falló el habla.
Laurana se le quedó mirando fijamente, sus mejillas palidecieron.
—Te quiero, Laurana. Pero no puedo casarme contigo porque también la quiero a ella. Mi corazón está dividido, al igual que mi sangre. —Sacándose el anillo de hojas de enredadera talladas, se lo tendió.
—Te libero de las promesas que me hiciste, Laurana. Y te pido que tú me liberes a mí de las mías.
Laurana, incapaz de hablar, tomó el anillo. Miró a Tanis implorante, y al ver que en su rostro sólo había tristeza, dio un chillido y lanzó el anillo lejos de ella. Este cayó a los pies de Tas, quien lo recogió y se lo metió en un bolsillo.
—Laurana —dijo Tanis abatido, tomándola en sus brazos, pues la muchacha lloraba desconsoladamente.
—Lo siento. Nunca quise...
Llegado este punto, Tasslehoff salió fuera de la maleza y regresó por el sendero.
—¡Bien! —se dijo el kender suspirando satisfecho.
—Al menos ya sé qué es lo que está ocurriendo.
Después de la tensa y dolorosa conversación con Laurana, Tanis cayó en un profundo sopor, abatido por sus contradictorios sentimientos y por el cansancio. Sin saber cuanto tiempo había transcurrido. Tanis se despertó bruscamente y encontró a Gilthanas a su lado.
—¿Y Laurana? —le preguntó poniéndose en pie.
—Está bien —dijo Gilthanas en voz baja.
—Sus doncellas la trajeron a casa. Me contó lo que le dijiste. Sólo quiero que sepas que lo comprendo. Es lo que siempre había temido. Tu parte humana se siente atraída por los humanos. Intenté explicárselo, confiando en no herirla. Al final me ha escuchado. Gracias, Tanthalas. Sé que no debe haber sido fácil.
—No, no lo fue —dijo Tanis tragando saliva.
—Voy a ser honesto, Gilthanas... la amo, de verdad la amo. Es sólo que...
—Por favor, no me digas nada más. Dejémoslo como está y quizás, aunque no podamos ser amigos, tal vez podamos respetarnos el uno al otro.
—El rostro de Gilthanas estaba pálido a la luz del crepúsculo.
—Tú y tus amigos debéis prepararos. Cuando Solinari aparezca, habrá un banquete y luego la reunión del Gran Consejo. Ha llegado la hora de tomar decisiones.
Tras decir esto, se marchó. Tanis lo observó unos segundos y luego, suspirando, se dispuso a despertar al resto de los compañeros.
7
La despedida. La decisión de los compañeros
El banquete celebrado en Qualinost le recordó a Goldmoon el que se había organizado con motivo del funeral de su madre. Tearsong, al fin y al cabo, se había convertido en una diosa, por tanto su funeral, al igual que el banquete, debería haber sido una alegre celebración. No obstante, a todos les había resultado muy difícil aceptar la muerte de aquella bella mujer y habían sentido una tristeza rayana a la blasfemia.